Es la primera vez que se realiza una Conferencia Regional de la International Communication Association (Asociación Internacional de la Comunicación) en América Latina. Cuando anunciaron que Chile sería la sede, me pregunté el porqué de la selección. Pero luego de haber vivido un poco la ciudad, intuyo algunas de las razones.
Desde el aeropuerto uno percibe cómo se implementan medidas de seguridad confiables y cercanas al ciudadano. Y lo mismo al transitar por las calles. Conversando con residentes santiaguinos, reconocen que confían en el cuerpo de carabineros y que, aunque hay cosas que mejorar, es una institución que ha logrado blindarse ante la corrupción, ser confiable al ciudadano y construir institucionalidad. Como ejemplo, mencionaban que hace unos días la portada de los diarios mostraba la foto de una celebridad cuando era detenida por haber intentado sobornar a unos carabineros.
Santiago lo deja a uno caminar por sus calles, incluso a altas horas de la noche, disfrutar de un helado en cualquier esquina y pasearse por las múltiples alamedas y áreas verdes. Todo esto, sin la psicosis de ser asaltado -o al menos asustado. Pero lo más importante, y factor clave para devolverle a uno el sentido de dignidad ciudadana, es sin duda la calidad del servicio de transporte, desde buses urbanos y extraurbanos, metro, taxis personales y colectivos, hasta ciclo vías y aceras.
De la combinación de seguridad ciudadana y transporte público eficiente, surgen otros beneficios que los chapines perdemos a toneladas cada día: tiempo y ánimo para disfrutar de momentos de solaz y esparcimiento. Caminar por el parque, tomar una cerveza con un amigo, disfrutar de un concierto o una buena expo en un museo, o simplemente pasear por el barrio. Calidad de vida que le llaman.
La sede del evento académico, la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile, un motor a plena potencia en generación de conocimiento. En no más de una década, invirtió en profesorado para doctorarse en el extranjero, quienes ahora son el bastión de la docencia, investigación y gestión de fondos para proyectos académicos. Entraron al círculo virtuoso de la academia. Y recién hace un año abrieron uno de los escasos programas de doctorado de América Latina, haciendo mancuerna con la Universidad de Southern California (miembro de las Ivy League en comunicación) y acreditándose junto a un selecto grupo de no más de 20 universidades de Estados Unidos.
Pero luego de las comparaciones, que a ratos se convertían en inspiración y pronto devenían en envidia pura, encontré un rasgo común -y por demás alentador- no solo con los vecinos del extremo del hemisferio sur, sino con el resto de quienes habitamos el continente. Entre las ponencias de unos 200 expertos, analizando las tendencias de la comunicación del continente, había un tema a luces predominante: el creciente uso transmedia de la comunicación para el empoderamiento de la sociedad civil en busca del cambio social.
Encuestas, estudios de caso, trabajos etnográficos y otros métodos de investigación, dan fe de un fenómeno surgido en la última década. Desde el Río Bravo hasta la Patagonia, los estudios evidencian un auge de movimientos sociales activados por comunicación online y offline, sociedad civil no solo recibiendo, sino produciendo sus propios medios digitales y campañas utilizando diversos medios (desde comunitarios hasta electrónicos) para generar cambio social de problemas, y grupos sociales tradicionalmente marginados (mujeres, indígenas, jóvenes). En la analogía de uno de los ponentes, los medios de comunicación dejaron de ser producidos desde arriba hacia las masas y comenzaron a ser la masa que ahora utilizan millones de hormigas para armar desde abajo un hormiguero de reivindicación social. Ciudadanos que discuten y se organizan, logran eficacia colectiva de la que los empodera para empujar a los poderes tradicionales hacia gobiernos más incluyentes, negocios más responsables socialmente y periodismo más ético, entre otros.
Los diversos estudios apuntan, entre las causas de este giro de comunicación “hacia arriba”, elementos situacionales como el desencanto hacia modos tradicionales de participación (voto, partidos políticos) que ha llevado a buscar espacios alternativos de incidencia, ahora facilitados, por ejemplo, por las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC). En otras palabras, se juntó el hambre con las ganas de comer.
A pesar de las diferencias y a juzgar por las evidencias, por todos los lados del continente, a los lados, arriba y a través de las cordilleras, hay una misma tierra y hormigas moviéndose para construir un hormiguero que parece estar alborotado.
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