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El Hogar Seguro antes de las llamas

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El Hogar Seguro antes de las llamas

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En el Hogar Seguro Virgen de la Asunción se cometían vejámenes contra niños, niñas y adolescentes desde hacía años. Pero fue hasta que el fuego mató a 40 jóvenes que se expuso el infierno que era ese albergue.

Los barrotes metálicos colocados en las ventanas de los dormitorios del Hogar Seguro Virgen de la Asunción evitaban cualquier escape de los internos pero no impedían que el frío y la lluvia se colaran entre los trapos improvisados como cortinas por los niños y adolescentes.

La vida en el albergue estatal, donde murieron las 40 jóvenes era pasar casi todo el tiempo encerrados en las habitaciones comunales, esas que a su vez permanecen aisladas del exterior por un muro y un alambre de púas.

Las pocas veces que los menores salían a los espacios abiertos del complejo eran para comer alimentos de los que se quejaban —comida en descomposición y escasa—, hacer alguna actividad recreativa o jugar futbol; y otras veces para hacer ejercicios físicos extremos, como castigo por no obedecer a sus cuidadores —monitores, como se les conoce en la jerga interna de las instituciones de resguardo de menores—. Unos, afortunados, estudiaban dentro del mismo refugio.

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Los dormitorios con poca iluminación siempre esperaban a los chicos y a sus zapatos rotos. Los adolescentes limpiaban tres veces al día las habitaciones con productos que rendían sólo para cinco días y que eran entregados cada ocho.

Un homicidio, agresiones sexuales, maltrato físico, hacinamientos y decenas de huidas desde hace cinco años eran síntomas de la situación precaria del hogar de abrigo. Los monitores contratados sin algún tipo de protocolo por la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencial (SBS) debían de protegerlos de esos vejámenes. Las denuncias contra el centro estatal y su personal se fueron incrementando con el paso del tiempo; pero no hubo respuestas a los gritos de auxilio.

El centro tenía capacidad para albergar a 500 niños y adolescentes. A diciembre de 2016, habían 807.

Lo habitaban niños y adolescentes víctimas de violencia, en orfandad, y quienes habían cumplido ya una sanción por tener conflictos con la ley, pero no tenían un lugar a donde ir.

Mi hogar (el sector de las mujeres)

Así se denominaba al área donde iniciaron las protestas en la tarde del 7 de marzo y concluyeron, al día siguiente, con la muerte de las 40 jóvenes. Contaba con siete dormitorios, clasificados según la problemática que han vivido las niñas y adolescentes. Albergaba a menores de 13 a 18 años de edad.

La fuga de adolescentes fue una de las causas de la disminución de la población femenina en los últimos meses. Las huidas de las menores hicieron que el albergue tomara notoriedad en el segundo semestre de 2016.

En Mi Hogar, hasta febrero del año pasado, 13 de las adolescentes internas estaban embarazadas. Después de la tragedia se supo de nueve en esa situación, las cuales fueron trasladadas al centro estatal de Quetzaltenango.

Hasta el 17 de noviembre del año pasado, dos bebés vivían con sus madres adolescentes dentro del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, según la Comisión del Menor y la Familia del Congreso de la República.

San Gabriel (el sector de los hombres)

En este sitio se encontraba el complejo de habitaciones para adolescentes hombres de 13 a 18 años. Estaba integrado por cuatro dormitorios; todos sobrepoblados. Según el informe de seguridad del albergue, el día de las protestas, los chicos fueron llamados desde los techos por las jóvenes de Mi Hogar, para que se unieron a la revuelta.

En diciembre del año pasado, Plaza Pública expuso que las personas encargadas del cuidado y educación de los niños, niñas y adolescentes del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, fueron contratadas sin cumplir protocolos mínimos para tratar con menores, y sin tener la capacidad e idoneidad.

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Las quejas de los menores internos

El Hogar Seguro Virgen de la Asunción fue inaugurado en 2010, dos años después empezaron las denuncias contra el complejo y su personal. Las autoridades no prestaron la atención debida a los señalamientos. Durante los casi siete años de existencia, en el interior de ese albergue estatal, niñas, niños y adolescentes fueron víctimas de todo tipo de vejámenes por parte de sus cuidadores.  

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