He escuchado y visto los reportajes que cadenas de televisión han realizado en los últimos días sobre la situación que se vive en aquella región, y duelen en el alma. Uno deja de lado esas imágenes, sumergidos en la vorágine del día a día y de los problemas que a cada uno le aquejan, pero cuando hay momentos de tranquilidad, esas imágenes vuelven y vemos que el problema aunque no lo veamos sigue allí. Un documento del Vaticano hecho en 1996 hablaba sobre la necesidad del buen cristiano de hacer algo. Hoy 15 años después la situación sigue igual o peor.
¿Le avergonzará a los políticos del mundo, especialmente a los países ricos de Europa o a Estados Unidos EEUU esta situación? Lo digo no solo porque son responsables de los males de aquellos con menos posibilidades debido al manejo de los sistemas financieros que nos rigen, de los sistemas productivos, de gastarse el medio ambiente, pero sobre todo son responsables por tener intereses menos humanos que salvar una vida del hambre, por tener intereses guerreristas y no humanistas.
Leí un blog de una periodista de BBC que decía que en el 2006, un minuto de guerra en Afganistán le costaba a EEUU más de 160 mil dólares. Ayer, un doctor español en el cuerno de África le dijo a un periodista que con menos 3 dólares se podía dar alimentar durante un día a una persona en África. ¿Dónde está la moral y ética de los que más tienen?
Parece que de nada sirven las convenciones internacionales, ni las leyes locales que aseguran el bienestar de una persona cuando esta de hambre, esos papeles podrían servir seguro solo para cubrir sus flacos cadáveres. La atención mundial de la hambruna en África fue distraída por los sucesos en Libia, pero pasado el clímax de esa historia las mismas imágenes del hambre, cual fantasmas están allí.
Latinoamérica y Guatemala no se quedan atrás cuando de hambre se trata, aunque no al mismo nivel de África, si en una forma preocupante. Ayer Unicef presentó un informe en el cual dice que más de un millón de niños y niñas entre cero y cinco años en Guatemala pasan hambre. Enoja reconocer esto, sobre todo en medio de millonarias campañas de basura electoral, que lo más probable es que se queden allí, solo en promesas de papel.
El informe señala que “si el cerebro de estos niños y niñas no se desarrolla de la manera debida antes de los tres años de edad, por la carencia de una alimentación adecuada, no alcanzarán a cabalidad sus facultades físicas y emocionales y verán limitadas las posibilidades futuras de desarrollar un proyecto de vida pleno y una participación social y económica beneficiosa para el conjunto de la sociedad.” ¿Así o más apocalíptico?
Aquí no solo estamos hablando de darle de comer a los niños, estamos hablando de nuestro futuro, de nuestros futuros catedráticos, empresarios, trabajadores, incluso presidentes. Es imperativo que haya proyectos y no promesas de acabar con la desnutrición de nuestros niños y niñas porque es allí donde está la esperanza. Debemos exigirles a nuestros políticos sobre todo ahora que estamos a punto de cambiar presidente y otros funcionarios, que en lugar de engordar sus bolsillos empiecen ya por decirnos que medidas van a tomar para acabar no solo con la desnutrición sino con los problemas estructurales de nuestro país.
Que nos digan cómo atacaran la pobreza, mejoraran la educación, implementaran servicios de salud, que nos digan cómo mejoraran las condiciones de vida de miles de familias en el interior del país, que aún hoy viven sin tener los servicios básicos. Y nosotros a cambio fiscalizar los tiempos y las acciones y a tomar medidas incluso legales si no cumplen con sus promesas.
Más de este autor