Con Ríos Montt era para ordenar una sociedad supuestamente anarquizada, con Pérez Molina para brindar seguridad a las clases altas, haciendo creer que con ello también daban seguridad a las clases medias y así olvidarán que cada vez están más depauperadas. Si el primero intentó hacerlo a partir de un discurso antioligárquico que le valió el rechazo de quienes por décadas y casi siglos han controlado el país, el segundo anuló marcadamente ese populismo conservador, haciéndose más dulce al paladar de oligarcas, neo conservadores, neo liberales autoritarios y hasta para la derecha democrática.
Ambos defendieron a gritos la pena de muerte, pero el segundo recortó esas uñas para caer bien a los gobernantes de Estados modernos. Ambos se decían también enemigos acérrimos de la corrupción, pero en el caso de Pérez/Baldetti esta se ha esparcido y mostrado sin temor y sinvergüenza, con total altanería y prepotencia como los casos del Director de Fonapaz, Ministro de Trabajo y muchos más.
Rafael Carrera gobernó (1844-1848; 1851-1865) también con ese discurso y es el clásico representante del conservadurismo del siglo XIX. Aunque con asco y desconfianza, las élites lo mantuvieron de aliado y lo hicieron el protector y defensor de sus interes, tal como las evidencias indican ha sucedido ya con Pérez/Baldetti. A esas élites conservadores no les importa la democracia, mucho menos la demagogia, y si bien quisieran gobiernos menos corruptos, aceptan ese compartamiento siempre y cuando participen de los repartos y se les concedan todos los beneficios que se les ocurran.
Si Carrera entregó el país a los ingleses para que la oligarquía disfrutara de la expoliación de los campesinos de entonces, los oligarcas de ahora quieren la producción al estilo de antaño y Pérez/Baldetti no tienen, aunque simulan, interés en que eso cambie. Carrera dió a los comandantes de SU ejército el control de los bienes y haciendas de los departamentos, siempre y cuando no entraran en conflicto ni competencia con la oligarquía. Pérez/Baldetti permiten que ex militares y caciques locales se apropien y despilfarren los bienes públicos, con la única condición que hace 150 años Carrera impuso a los suyos.
Tal parece, pues, que no hay matrimonio más feliz, aunque tengan sus riñas de locatarios de vez en cuando, que el que se establece entre militares y oligarcas. Aquellos cuidando del gallinero y en cuanto puedan quedárse con algunas aves, y estos usufructuando y aprovechando lo que en corral exista, exigiendo cada vez más que sean las propias gallinas las que se protejan, alimenten y sanen. Para ellos las ganancias y para estas el trabajo.
Carrera, como Ubico en su momento, solo repartieron tierras y fondos públicos, con Ydígoras Fuentes, Peralta Azurdia, Arana Osorio y Lucas García además de eso se repartieron a manos llenas frecuencias radiofónicas primero y televisivas después, sin que la dueña de las mismas, la sociedad toda, recibiera ningún beneficio pecuniario.
En la borrachera privatizora del gobierno de Arzú, ese reparto lesivo al país se consolidó a través de la Ley General de Telecomunicaciones (Decreto 94-96) hecha a imagen y semejanza de los intereses de los propietarios de radios, canales de televisión abierta y empresas telefónicas, modificado en 1997 para darles, precisamente, muchos más beneficios. Ahora, ante los aires de democratización de los medios de comunicación electrónica en el continente y en el mundo, ni lentos ni perezosos estos propietarios articularon reformas que les aseguren por los siglos de los siglos el regalo que de bienes públicos les hicieron los gobiernos militares, oponiendose a pagar algo por lo que recibieron de regalo y usufructúan desde hace mas de dos, tres y hasta cuatro décadas.
El Presidente Pérez, actuando cual general, simplemente ha obedecido las órdenes de los dueños del país y las ha hecho cumplir.
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