De hecho, me tocó hacer una presentación sobre el concepto la semana pasada en el VIII Congreso Nacional de Producción Más Limpia, organizado por la Cámara de Industria. Pero, antes de entrar en materia, hablemos del sistema lineal actual.
Nuestro sistema económico actual de producción y consumo se puede visualizar como uno que se enfoca en extraer, producir, consumir y desechar. Por más de un siglo las empresas han estado extrayendo materia prima, o más bien recursos naturales renovables y no renovables, los cuales transforman en productos que luego son comprados por los consumidores, quienes, a su vez, acaban desechándolos y generando desperdicio en todo el planeta. Pero las advertencias sobre el cambio climático (y, más específicamente, los límites reales de la oferta de materiales) están generando cuestionamientos serios sobre la sostenibilidad de este modelo lineal.
¿Sabían que hoy en día se extraen poco más de 50,000 millones de toneladas de materiales por año para satisfacer las necesidades actuales de la sociedad? La realidad es que nuestro modelo basado en una economía lineal está llegando al límite de su capacidad física. Ya estamos utilizando los recursos del planeta a un ritmo más rápido de lo que se pueden reponer. Se estima que, para el 2050, la demanda requerida de materiales rondará por los 80,000 millones de toneladas, y eso será imposible de suplir.
El sistema actual es verdaderamente ineficiente, costoso, y está acabando con nuestros recursos naturales. El ejemplo más visible de la falla de este modelo son esas grandes islas de plástico flotante en nuestros océanos. De acuerdo con el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD, por sus siglas en inglés), ocho materiales son responsables del 20 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, del 95 % del uso del agua en el planeta y del 88 % del uso de la tierra y de los suelos. Estos ocho materiales son el acero, el aluminio, el cemento, el plástico, el vidrio, la madera, cultivos primarios para alimentos y la ganadería. Por consiguiente, implementar un modelo de economía circular puede coadyuvar a mejorar la situación del cambio climático, del uso del agua y del uso de la tierra en el planeta.
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Pero ¿qué es exactamente la economía circular? Esta se aleja del modelo económico tradicional lineal en pos de un modelo regenerativo o restaurativo por intención y diseño. El objetivo es retener el mayor valor posible de los recursos, productos, partes y materiales para crear un sistema que permita una larga vida útil de estos, una reutilización óptima, una renovación, una refabricación y, por supuesto, el reciclaje.
Las industrias que ya implementan este modelo en sus negocios se concentran en repensar sus productos y servicios, para lo cual aplican principios basados en durabilidad, renovabilidad, reutilización, reparación, reemplazo, actualizaciones, reacondicionamiento y uso reducido de material. Al aplicarlos, las empresas pueden diseñar con menos residuos, aumentar la productividad de los recursos y desacoplar el crecimiento económico del consumo de los recursos naturales.
Claramente existen muchos beneficios de la implementación de la economía circular, por ejemplo la reducción de la extracción de materias primas, el uso de fuentes de energía renovables, la reducción de residuos y de emisiones y la conservación y el uso eficiente del agua. También se tendrán una reducción de los costos de la materia prima, ingresos por venta de subproductos, innovación en modelos de negocio y un mejoramiento de la productividad y la competitividad. Además, se espera que se genere una nueva demanda de tecnologías, de productos y servicios orientados a la ecoeficiencia y el ecodiseño, así como el uso compartido de residuos, entre otros.
Sería conveniente ir pensando en aterrizar una estrategia guatemalteca para la economía circular. Hoy por hoy, el único país en Latinoamérica que cuenta con una estrategia de este tipo es Colombia. Y a pesar de que está recién aprobada, es un referente interesante a seguir. Pero también es importante conocer y monitorear el Paquete para la Economía Circular de la Unión Europea, que recién se ratificó en el 2018.
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