A pesar de las innumerables críticas, el futbol sigue siendo el deporte más popular del país y una actividad social y cultural que brinda esparcimiento y cohesión social en la mayor parte de la población. El gran interés que generó en la segunda mitad del siglo XX fue decreciendo debido a que fue utilizado para satisfacer los intereses de redes políticas y económicas ilícitas y a la globalización de las transmisiones televisivas, que han puesto las miradas de la afición en las ligas europeas y en el futbol mexicano. La Federación Nacional de Futbol de Guatemala (Fedefut) se fue convirtiendo en un recinto no solo para hacer negocios particulares, sino también para impulsar agendas políticas partidistas desde el deporte y participar de los subterfugios de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) con el fin de agenciarse millonarias ganancias por los derechos de televisión de las eliminatorias mundialistas. Mientras tanto, el futbol guatemalteco navegó en el marasmo del monopolio televisivo y de una dirigencia en colusión con el delito, sin ningún interés en mejorar el campeonato nacional de futbol como producto comercial y en promocionar jugadores. Todo, bajo la complicidad de un amplio sector de la prensa deportiva, que durante décadas aceptó dádivas y favores a cambio de su silencio. Junto con las capturas de los principales dirigentes del futbol rentado del país se vino encima la suspensión emitida por el nuevo buró de la FIFA a la Fedefut por no aceptar la ampliación del mandato de la Comisión Normalizadora y la aprobación de sus nuevos estatutos, situación que hasta el día de hoy sigue irresoluble, de modo que el futbol, pese a su popularidad, es negocio de unos pocos y no forma parte de políticas públicas de organización y expansión del deporte en todo el país para dotarlo de mayor calidad y aporte social.
Las deudas arrastradas por años a jugadores, técnicos y proveedores, así como el poco apoyo de la iniciativa privada y de las municipalidades, tienen a los equipos en una situación dramática, a tal punto que instituciones como el Deportivo Marquense han tenido que organizar telemaratones para financiar su presupuesto. El maltrato de los jugadores ha sido patente: aunado a los impagos, la Asociación de Futbolistas Guatemaltecos (AFG), con apoyo de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (Fifpro), ha denunciado que los clubes insolventes siguen siendo inscritos en las competiciones y que se presiona a los jugadores a que renuncien a sus derechos laborales. El mejoramiento del campeonato nacional de liga en todas sus categorías es imposible sin una dirigencia profesional y sin la implementación del estatuto del jugador, un trabajador en toda regla que merece la protección de las leyes nacionales e internacionales en el ejercicio de su profesión.
Todos estos problemas han traído un descenso dramático de la asistencia a las desvencijadas canchas del país, situación que también refleja un rechazo de la afición a la situación actual del futbol nacional. Las juntas directivas de los dos clubes más populares del país, Comunicaciones FC y CSD Municipal, están siendo ampliamente cuestionadas por sus mismas aficiones debido a que su gestión no contribuye a la solución de esta crisis y, derivadamente, al incremento de la calidad de juego de sus plantillas para asegurar su participación en torneos internacionales. Aunque la reciente obtención del campeonato nacional por parte de Antigua GFC puede verse como reflejo de una gestión exitosa por parte de su junta directiva, persisten las dudas acerca de su sostenibilidad a mediano plazo.
Es momento de que la afición y la sociedad impulsen una auditoría de la CDAG, de la Fedefut y de la Liga Nacional de Futbol (LNF) para demandar la resolución de esta crisis, acción en la que la prensa deportiva debe asumir su responsabilidad ética de sensibilizar y formar opinión sobre esta situación. El futbol puede contribuir a tener una mejor sociedad, pero esto será posible cuando se erradique la corrupción de sus estructuras.
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