A raíz de esto, se creó una estructura mundial que permitiría la planificación familiar. La Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos jugó un papel sumamente importante durante el comienzo de lo que hoy entendemos como salud reproductiva. En Guatemala, el programa fue criticado y señalado por muchos quienes no dudaron en acusarlos de graves delitos.
Conforme pasaron los años y los primeros movimientos feministas se apoderaron del proyecto, la idea de detener el crecimiento poblacional descontrolado se hizo de un lado, y la salud y la dignidad humana de la mujer pasó al primer plano. En 1994, Naciones Unidas celebró la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en El Cairo, Egipto. En dicha reunión se establecieron varias metas: romper la brecha entre la educación primaria de niñas y niños, reducción de mortalidad infantil y materna, y dar acceso a servicios reproductores y de la salud sexual, incluyendo la planificación familiar.
Para 2015, los países acordaban dar acceso universal a los servicios de salud reproductiva, incluyendo la planificación familiar, la salud sexual y la abolición de la ablación de clítoris. Sin embargo, en pleno siglo XXI la amputación, mutilación e infibulación del clítoris (MGF) es una práctica común en países africanos y del Medio Oriente. Según un estudio de Aministía Internacional, dos millones de niñas son víctimas de estos procesos al año. Los guatemaltecos nos alarmamos con este tipo dato, creemos que es sólo pasa en países musulmanes o le ponemos alguna etiqueta que nos separa de esas realidades. Creemos que el fundamentalismo es exclusivo de los musulmanes.
Sin embargo, estamos más cerca de esas realidades de lo que pensamos. Centro América se ha convertido en un espacio de batalla fundamentalista. El cabildeo de muchas organizaciones supuestamente a favor de la vida y la familia y en contra del aborto terapéutico, la fertilización in vitro y el uso de métodos anticonceptivos ha tornado el discurso sobre salud reproductiva en un tema sumamente cerrado.
En lugar de apostar por la educación de las niñas, por generar políticas públicas que disminuyan los incestos y las violaciones, el Estado se ufana de proteger al no nacido desde la concepción, negando el aborto terapéutico y obviando establecer excepciones a la continuación del desarrollo del feto. Los casos son varios, desde niñas menores de 10 años que han sido violadas hasta mujeres que esperan fetos acéfalos que no tienen oportunidad de vivir.
Yo no estoy a favor del aborto, respeto la vida y, espero algún día, tener la dicha de ser madre. Creo que la educación sexual y la planificación familiar son elementos que nos permiten a las mujeres escoger responsablemente si queremos ser madres o no y, de esta manera, realizarnos como personas y buscar nuestra felicidad; esto al final de cuentas es la dignidad humana. Creo también que la identidad de una mujer no depende de la maternidad y, eso también es algo que se tiene que enseñar. Cuando una mujer tiene relaciones sexuales voluntarias y no se protege tiene que asumir las responsabilidades de sus actos. Pero en casos de violación y menos de incesto no es posible que se le condene a una persona a tener un hijo. No digamos cuando el feto no viene en condiciones de viabilidad o cuando puede poner en riesgo la vida de la madre.
La familia y la vida se tienen que entender en su justa dimensión, en contexto, de una forma abierta, considerando todas las circunstancias, porque si lo vamos a hacer de una fundamentalista e irracional nos vamos a condenar a una guerra moralista y de hipocresías.
(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Malthusianismo.
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