Esta fue la primera clase de sexualidad que recibió mi hija en el colegio. No es historia. Aunque ya comienzo a tener cara de almanaque, aún no llego a los 50 y mi hija apenas tiene 16 años. Es increíble, entonces, que aún estemos a 15 minutos de la Edad Media.
Definitivamente, Guatemala está a años luz, no digamos de la liberación sexual, porque esto puede ser casi una utopía en este país. Al menos deberíamos aspirar a pasar los muros medievales y tener nuestro Renacimiento.
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Esta fue la primera clase de sexualidad que recibió mi hija en el colegio. No es historia. Aunque ya comienzo a tener cara de almanaque, aún no llego a los 50 y mi hija apenas tiene 16 años. Es increíble, entonces, que aún estemos a 15 minutos de la Edad Media.
Definitivamente, Guatemala está a años luz, no digamos de la liberación sexual, porque esto puede ser casi una utopía en este país. Al menos deberíamos aspirar a pasar los muros medievales y tener nuestro Renacimiento.
Algunas veces nos llevamos el alegrón de burro pensando que hemos logrado algún avance, pero entonces aparecen de la nada los gigantes brazos de fuerzas conservadoras que, silenciosas pero efectivas, detienen cualquier intento de navegar hacia el siglo XXI. Son como ese kraken de la cinta Piratas del Caribe, que de pronto aparece con sus enormes tentáculos y se traga al barco y su tripulación en un bostezo.
Un ejemplo de este retroceso está ocurriendo con la Resolución de Salud Reproductiva, recientemente emitida por el Procurador de Derechos Humanos, que argumenta una violación al derecho a la salud debido a la falta de controles efectivos en la distribución y venta de medicamentos anticonceptivos y otros con efectos abortivos. Y, por tanto, recomienda que la venta de estos medicamentos solo se permita con prescripción médica.
En términos generales, esta disposición parece ser legítima, de no ser porque encontramos detrás ciertas inconsistencias y ambigüedades. Como el hecho de que, a pesar de que en el país no existe una ley que restrinja la venta de ningún medicamento —trátese de esteroides o antibióticos, considerados de alto riesgo y que aquí se adquieren a la libre y sin problema— de repente en este paraíso de los hipocondríacos se busca regular únicamente los anticonceptivos y abortivos. Que por demás, la lista de los que se restringen no son exactamente medicamentos peligrosos. Sospechoso, ¿no? ¿Es un argumento de salud pública lo que está detrás de esta medida o más bien se trata de un tentáculo del kraken conservador que quiere negar el hecho de que en Guatemala los jóvenes tienen relaciones sexuales antes del “sagrado sacramento del matrimonio”? Y que seguirán teniéndolas con anticonceptivos o sin ellos, y esto último sí que significa un riesgo de salud pública.
Comencemos mejor por eliminar del currículo escolar la historia del espejito y oportunamente les explicamos a los jóvenes —desde la salud mental y física— cómo, cuándo y por qué tener relaciones sexuales. Y abordemos con nuestros hijos e hijas el sexo desde el amor, la sabiduría y la religión (si queremos), pero sin utilizar el miedo y el prejuicio como persuasión o como método anticonceptivo. Enfrentemos la realidad, no la ocultemos.
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