Inició con la ocurrencia presidencial de anunciar –sin consultar con los implicados–, el viaje de los padres del marchista para presenciar la competencia por los 50 kilómetros. Le siguió la integración de un comité encargado de “organizar la bienvenida que se merece”, el primer deportista en retornar con una medalla olímpica así como la cuasi obscena publicación de sendas páginas a pleno color en los medios impresos, felicitando al deportista. Imagínese que solo en un medio, cuyo costo de publicación por página se estima en no menos de 30 mil quetzales se difundieron más de diez saludos. De tal cuenta que en felicitaciones en medios que el felicitado no podría ver inmediatamente por estar en Londres, se gastó más de medio millón de quetzales.
Es decir, la moda política reclama estar al tanto de todo a lo que suena a Erick Barrondo, aunque quienes lo impulsen puede ser que nunca se hubiesen interesado por la situación del medallista ni de artista o deportista alguno. Tan solo se ha tratado de no quedarse atrás en la esquilmada a la imagen que construyó el joven pocomchí que ha caminado bajo el sol, la lluvia, la indiferencia y la exclusión, a lo largo de su vida.
Por ello no es de extrañar que el Secretario de Comunicación Social de la Presidencia haya afirmado que se preparan para organizar todo un “show” (espectáculo habrá querido decir), para darle la bienvenida. O sea, le rinden culto total al refrán de que al pueblo pan y circo y hacen gala de la máxima de los artistas sobre que, cueste lo que cueste, el espectáculo debe continuar. Los artistas, obviamente, en alusión a que sus penas o alegrías o accidentes en el marco de una presentación no habrán de detenerla. Pero los lavacaras de la política oficial, obviamente, lo hacen para desviar la atención de otros graves problemas que enfrentamos.
Así las cosas, pese a la enorme difusión sobre lo que significa el negocio lesivo de la concesión de usufructo a una empresa española para la explotación del proceso de manejo de la Portuaria Quetzal, pareciera que la intención oficial es desviar la atención hacia la fiesta deportiva. No les interesa ni les preocupa asegurar inversión sostenible en un campo que históricamente ha significado victorias, sino más bien, buscan aprovechar la ola de la felicidad para apretar la soga que representa un negocio que solo favorece a quienes lo gestionan.
El montaje espectacular entonces, busca llenar de niebla cualquier acción que impulse el cuerpo militar para reprimir a los trabajadores de la portuaria quienes no solo defienden su derecho laboral sino también, el legítimo interés de toda la sociedad en cuanto a no perder el beneficio de una empresa estatal que estaría siendo entregada a intereses particulares. Intereses que, según apuntan todas las direcciones, se relacionan también con los intereses de las principales figuras de gobierno, incluido el mismísimo presidente.
En tal sentido, la medalla de plata que Erick Barrondo ganó con sacrificios para este pueblo hambriento de satisfacciones, pretende ser usada como mampara de actos deshonestos con el manejo de la cosa pública. Por eso es que les preocupa asegurarse de que el espectáculo (el show como le dijo el secretario de prensa), continúe y sea apoteósico para que no aleguemos por el robo de nuestro patrimonio.
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