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El curso sin aprobar de las universidades es el de cómo evitar el acoso sexual en sus aulas

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El curso sin aprobar de las universidades es el de cómo evitar el acoso sexual en sus aulas

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Algunas casas de estudio crearon mecanismos para tratar este tipo de hostigamiento. Respondieron con faltas a la ética, botones de pánico y cámaras de seguridad, pero nada de esto garantiza que no se cometa. Mientras continúe, el eco de las exigencias se amplifica en redes sociales y en las calles.

Esta historia se repite en todas las universidades del país. Es una de docentes, estudiantes y nada de academia. Se intuye el tema al mencionar a uno de los involucrados, la Comisión Estudiantil Contra la Violencia de Género (Cecovig).

Era una tarde de jueves cuando los miembros de Junta Directiva (JD) de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) se reunieron por tercera vez con dicha comisión. El asunto, la denuncia formal recibida meses atrás.

Se acusa al curador del Herbario de la Escuela de Biología (Bigu) y encargado del departamento de Botánica, recursos naturales renovables y conservación, por actos de acoso y hostigamiento sexual contra su auxiliar de cátedra.

Entrados en la discusión una de las integrantes de la Cecovig les recordó las palabras de Miriam Marroquín, secretaría académica, acerca de elaborar en 2019 un protocolo para denuncias por acoso sexual.

El encuentro se llevó a cabo el 4 de febrero de 2021, pero esta historia comenzó cuatro años atrás.

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En 2017, la Agencia de Acreditación Centroamericana de Educación Superior en el Sector Agroalimentario y de Recursos Naturales (ACESAR) y el Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior (Sinaes) visitaron las instalaciones de esa facultad. Verificaron, entre otros, el desarrollo integral del estudiantado.

De esa visita nació la Unidad de Atención al Estudiante (UAE) para asesorarlos en asuntos académicos y desarrollo integral. Además, sobre cómo proceder ante agresiones sexuales.

El proceso para validar la atención de casos de violencia de género, agresión y acoso sexual fue avalado en 2019 (acta 01-2019 de JD), lo prometido por Marroquín, secretaría académica. Pero dos años después no ha hecho público ningún mecanismo de denuncia.

En septiembre de 2020, la JD recibió la denuncia formal antes mencionada y se solicitó a la UAE emitir una recomendación. Dos meses después, la UAE aconsejó esperar la resolución de una denuncia en el MP. En las actas no precisan a qué denuncia se refieren.

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Consultaron a Asuntos Jurídicos de la Usac al respecto, el 25 de agosto les respondieron: ambas denuncias son faltas graves que ameritan el despido del profesor. Pero la JD resolvió sancionar al catedrático con cinco días de suspensión sin goce de salario por cada denuncia (acta 26-2021), tiene tres.

Como medida provisional, el 26 de mayo de 2021, JD aprobó que el catedrático denunciado solo posea carga académica que no implique contacto con estudiantes (acta 14-2021 de JD). El profesor en cuestión posee tres denuncias formales por acoso.

Esta situación no es exclusiva de la Facultad de Farmacia. Según los datos de Registro y Estadística 2019, en la mayoría de unidades académicas de la Usac de todo el país ocurrieron agresiones sexuales

Tampoco es exclusivo de la universidad pública. Durante agosto y septiembre de 2020 se llevó a cabo el Precongreso Interuniversitario sobre las violencias en la academia.

Participaron estudiantes de las universidades Galileo, Mesoamericana, Mariano Gálvez (UMG), Panamericana, Regional, Rafael Landívar (URL), San Carlos (Usac), Francisco Marroquín (UFM) y Del Valle de Guatemala (UVG). La mayoría de las asistentes respondió haber vivido algún tipo de violencia, incluida la sexual.

Existen intentos de las afectadas por documentar esta realidad. Pero sobre todo por hacer que cambie.

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Cámaras, reglamentos y correos de denuncias

Algunas universidades no poseen estrategias específicas para tratar la violencia sexual. Y las que sí, tampoco es garantía que no suceda.

En la UMG y la UFM, instalaron cámaras de vigilancia y contrataron policía privada como estrategias de seguridad. «Eso reduce los espacios en donde se acosa, llevándolo hacia unos mucho más íntimos», comentó Lourdes Gómez, estudiante de la UFM.  Pero no solo en los espacios físicos se acosa. En la cuenta de Twitter @CalladasNoMás se encuentra una denuncia anónima que muestra capturas de pantalla de cómo un estudiante de medicina de esa universidad acosa a sus compañeras.

«En la UMG, el mecanismo de denuncia es acudir a la policía privada», comentó Gabriela Ramos, estudiante. Su casa de estudios no tiene intención clara de querer solucionar esta problemática. Hasta el momento no existen reglamentos o protocolos para atender denuncias por acoso sexual.

Alumnas de varias universidades del país optaron por el escrache mediático (manifestaciones) porque las autoridades de su casa de estudio no procedieron de manera eficiente a sus peticiones. De momento, los plantones y las publicaciones en redes sociales lograron captar su atención.

La Usac, la UVG y la URL se enfrentaron a esta presión. ¿Su respuesta?, correos de denuncia, reglamento de dudosa efectividad y un proceso abierto.

En noviembre 2018 estudiantes de la UVG colocaron varios carteles, «¿Qué están haciendo las autoridades de la UVG para frenar el acoso sexual?», se leía en uno. Esto como reacción al marasmo de las autoridades. Sin embargo no hubo respuesta de las autoridades.

Fue hasta el 29 de marzo de 2021, cuando publicó una carta recibida por la Secretaría General. En ella, una exalumna detalló las agresiones sexuales perpetradas por Andrés Álvarez Castañeda, entonces decano de Ciencias Sociales. Era la tercera vez que ella denunciaba. 

 Al enterarse las alumnas presionaron y luego de tres meses de investigación lo despidieron. En esa ocasión se comprometieron a mejorar procedimientos, pero poco cambió en la UVG. 

Marié*, estudiante, comentó acerca de la creación de un correo electrónico para enviar denuncias, lo cual no ve como un protocolo real ni con enfoque de género. Elisa, otra estudiante, aclaró que se creó para denunciar faltas a la ética. «Son muy poco específicos sobre lineamientos por acoso sexual y no toman medidas necesarias para que sean denuncias efectivas». 

Lynn*, también estudiante de la UVG, no está segura de que exista voluntad por cambiar esta situación. «Es un tabú, las autoridades se afanan en pretender que no sucede», dice.

En la Usac ocurrió algo similar. Una mañana de marzo de 2019 alumnas exigieron el cese a la violencia sexual. Detrás de ellas colgaba una manta desde la cual preguntaban: «¿CSU, cuántas violaciones más vas a permitir?». El Consejo Superior Universitario (CSU) no respondió a las demandas.

 Meses más tarde la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) publicó el mapeo de acoso sexual. «Luego de la presentación se entregó la propuesta de protocolo para la prevención, sanción y erradicación del acoso sexual», comentó Ana Sáenz, secretaria de género de la AEU 2017-2019. 

Era el trabajo de tres alumnas de la carrera de Derecho sumado a la experiencia de Ana Sáenz durante su gestión en la AEU. En noviembre de 2020, el CSU aprobó un reglamento totalmente diferente.

Agrupaciones feministas de la Usac rechazaron el reglamento pues deja a criterio de cada unidad académica la sanción. Y porque tampoco contempla el convenio de Belém do Pará el cual establece términos jurídicos para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra la mujer.

En la URL la historia es diferente. En marzo de 2021 varias alumnas se reunieron frente a las instalaciones. Pedían «la creación de protocolos y oficinas de denuncia, acompañamiento y reparación para personas sobrevivientes de violencia y acoso sexual». 

Esta no era la primera vez que visibilizan el problema. Dos años antes, la agrupación Vanguardia Cívica Estudiantil comenzó el proyecto «Landívar segura». Mapearían el acoso dentro del campus. Antes de obtener resultados las autoridades frenaron el proyecto. «El problema fue administrativo», comenta Luis Mérida, integrante de dicha agrupación por entonces.

 En ese momento, las autoridades expresaron aseguraron contar con personal específico para tratar temas de acoso sexual. Mérida nunca lo ha visto. Simone*, otra alumna, declara lo mismo. «Solo con hablar de género ya encuentras puertas cerradas, no digamos qué pasa cuando hablamos de acoso». 

 Simone fue parte de una agrupación estudiantil en 2019 que intentó acompañar a alumnas que deseaban denunciar agresiones sexuales. «Te dan dos opciones: entablar diálogo con el agresor o poner una denuncia formal, pero si decides esto corres el riesgo de ser acusada de difamación». 

La protesta de 2021 logró que las autoridades reaccionaran, se propuso la conformación de una comisión de género y un reglamento contra el acoso sexual.

Se llamó y escribió por correo electrónico al Consejo de Enseñanza Privada Superior (CEPS) para conocer su posición respecto al tema, pues son el ente rector que debe velar por el nivel académico y el funcionamiento de las universidades privadas. Al cierre de esta nota no se obtuvo su respuesta.

Se contactó a 14 de las 15 universidades de Guatemala para conocer sus protocolos de cómo prodecer en casos de acoso sexual en sus instalaciones, solo ocho brindaron la información:

-Las universidades Regional de Guatemala y Mesoamericana tienen protocolos y rutas a seguir al momento de surgir un caso.

-Las universidades Da Vinci y Rafael Landivar trabajan en crear protocolos específicos para atender esos casos y aseguren la disminución de riesgos.

-Las universidades Galileo, San Pablo de Guatemala, Del Istmo y San Carlos de Guatemala no tienen protocolos sino códigos de ética y conducta, normas de convivencia o reglamentos.

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El problema de fondo

Las cámaras de vigilancia y la policía privada son estrategias de securitización. Valentina Contreras, psicóloga con maestría en abuso sexual, explicó que estas generan una aparente sensación de seguridad, pero no responde a las necesidades de las víctimas.

Se basan en una defensa como si el agresor llegara de fuera, pero no es así. 

La existencia de oficinas u órganos de atención a estudiantes no cambian la situación. Cuando se acercan a denunciar suelen escuchar justificaciones como «esa es su forma de dar aprecio, piensen en la reputación del catedrático y hay que proteger el prestigio de la universidad». 

Las casas de estudio superior están lejos de aprobar el curso de cómo evitar el acoso sexual en sus aulas.

Para Silvia Trujillo, socióloga con maestría en género, esto es discriminación pues prioriza la versión androcéntrica, la visión del mundo que sitúa al hombre como centro de todo. «No se ha comprendido la dimensión del problema. Muchas veces no es por una voluntad expresa de ser misógino, es más bien, por la repetición de una práctica histórica y esto conectado a la falta de voluntad por el cambio».

Tanto la Usac como la UVG no han generado mejoras significativas. «Los cambios que se han visto en las autoridades los veo desde la corrección. Han integrado en la narrativa algunos elementos discursivos para aparentar un interés, pero no toman medidas que transformen el contexto» comentó Daniela Gaitán, estudiante de sociología.

La violencia hacia las mujeres es un iceberg sumergido, la violencia física y sexual es la punta que sobresale del agua. Debajo hay otras violencias como la política, simbólica y epistémica.

Ana Silvia Monzón, socióloga con posgrado en estudios de género, está convencida que solucionar únicamente la violencia sexual permite seguir normalizando otras. «Lo dije antes y lo vuelvo a decir, seguir contemplando únicamente la violencia sexual no permitirá que se resuelva de fondo el problema», insiste.

Explica cómo a las mujeres nos atraviesan violencias epistémicas y simbólicas dentro de la academia. La falta de autoras en el pénsum de estudios es solo una muestra de estas. Pese a ser complejo, esto es tema de discusión entre las mujeres jóvenes universitarias.

No se termina de dimensionar la violencia contra la mujer y ese es el principal problema. Resolverlo requiere comprender que no solo las actitudes menoscaban la integridad de las mujeres, también es la lógica bajo la cual  todas y todos nos criamos.

Detener el acoso sexual antes de que suceda es el reto de las universidades que no terminan de comprender cómo proceder con quien se queja. Porque no es un problema nuevo, lo reciente es que las generaciones que ahora pasan por sus aulas se expresan y si no son escuchadas, gritan.

Ante acosadores como el curador del Herbario de la Escuela de Biología de la Usac con tres denuncias formales por acoso y que aún trabaja en la entidad, alzar la voz es el único recurso de las estudiantes afectadas. 

 

*Para resguardar la integridad de algunas personas entrevistadas se colocaron nombres ficticios, los de Marie, Lynn y Simone.

Esta publicación es parte del programa de formación para periodistas departamentales Plaza Pública 2021. Para conocer cómo ser parte haz clic aquí.

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