El costo ha sido mayúsculo. Atañe no solo a erogaciones económicas, sino al estamento ético del Estado, de suyo ya resquebrajado por la corrupción que, tal parece, continúa igual o peor que durante el cuatrienio anterior.
Las vísperas empezaron con el viaje de la selección nacional de futbol a Columbus, Ohio. Los pasajes para ir a hacer el tremendo papelón significaron no menos de Q124 250.00. ¡Carajo! ¿No entienden que somos un país de tercer o cuarto mundo? Ni hablar de la incongruencia en relación con los terribles prolegómenos y el posterior fallecimiento del niño Maycol David Morales, que solo puso en el tapete lo que todos ya conocemos: un sistema de salud completamente colapsado.
Las secuelas éticas no se hicieron esperar. Para saber y gobierno de la población, a un jugador que tenía un arraigo le solventaron el inconveniente en un dos por tres, le consiguieron un jet privado y lo mandaron con todo y el primer hijo de la nación a ser parte de esa tragicomedia que fue el partido contra la selección de Estados Unidos.
Sí, claro. Ya lo sé. Todo es legal. Ajá. ¿Y las categorías de la justicia y la moral? Nunca olvidaré el consejo de un decano de una facultad de Derecho a una graduanda como abogada y notaria: «Incuestionablemente, usted debe caminar en la senda de lo legal. Mas, si le tocara decidir entre lo legal y lo justo, debe decantarse por lo justo. Pero, si le tocara en suerte decidir entre lo justo y lo moral, le pido, le suplico, que no dude en optar por lo moral».
En el caso del niño Maycol Morales hubo algo peor: dar a conocer públicamente su expediente clínico. ¿A quién se le ocurrió? No creo que haya sido un colega médico porque bien sabemos quiénes ejercemos la medicina que un documento de esa naturaleza solo puede ser conocido por el personal de salud o por personas a quienes concierna a requerimiento de un juez competente o a petición del Ministerio Público.
Pocos días después, el presidente Jimmy Morales fue publicitado donando 20 000 quetzales a los afectados por un incendio en el mercado La Terminal. ¡Vaya ridiculez! Por supuesto, lo que el señor Morales quiera hacer con su dinero es cuestión muy de él. Lo malo es la cobertura mediática de la prensa para intentar tapar el sol no con un dedo, sino con un hilo. Al respecto, invito a mis lectores a ver y encarnar la película La dictadura perfecta.
Pero, en el entretanto, ¿qué estaba y está sucediendo en esa otra Guatemala a la que Otto Pérez Molina llamó Guatemala profunda?
Una de las respuestas es: los sicarios están de vuelta. Como prueba, el 31 de marzo hubo un artero atentado en contra de la señora Irlanda Pop, alcaldesa del municipio de Lanquín, Alta Verapaz. Su sobrino, Gerson Pop, recibió dos disparos que lo tienen entre la vida y la muerte. Y de no ser por las redes sociales y por cierto periodismo independiente, la noticia se habría conocido al mínimo posible. La prensa nacional no le dio la importancia debida.
También: regresamos a los años 80 del siglo pasado. Un supuesto grupo faccioso se ha alzado en el occidente del país. Por supuesto, el cuento no se lo cree ni Caperucita Roja. Todo apunta a burdos intentos de desestabilización cuyo objetivo bien podría ser la institución de una represión con matices de legalidad. ¿Qué servicio de inteligencia no va a localizar de inmediato a imitaciones baratas del movimiento zapatista?
Ah, qué costo el de estos circos. De inmediato nos impactan en lo económico. A largo plazo, en el comportamiento ético de la población. Porque, como bien dice el refrán: «Lo que se hereda no se hurta».
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