El Congreso es un retrato de la sociedad

Viéndolo así, el diputado Fernando Linares Beltranena encarna a ese guatemalteco que antepone las formas al fondo, es conservador y le habla a la sinrazón, al prejuicio y al miedo. Él es capaz de proponer, por ejemplo, el uso de Word para la redacción de enmiendas legislativas o de sugerir que la independencia legislativa se preserva ordenando que las instrucciones se den en español, y no en inglés. Es el mismo que propuso un proyecto de enmienda al artículo 192 del Código guatemalteco de Migración para autorizar al Ministerio de Gobernación a expulsar del país a «los extranjeros» que «se inmiscuyan en los asuntos políticos».

Con esos guatemaltecos encarnados por Linares Beltranena me topo a menudo en el ascensor de mi edificio. Se quejan porque tienen que compartir ese espacio con las empleadas domésticas o con otros trabajadores de servicios. Son los mismos que se encolerizan si ven a dos hombres de la mano o a dos mujeres besándose. Son esos guatemaltecos que crían hijos incompatibles y resentidos que llevan puestas máscaras que ocultan su verdadero ser.

Luego están los llamados dipukids, herederos de exfuncionarios que quieren seguir teniendo una cuota de poder en el Congreso. Algunos son controversiales e impulsivos. Saben que están allí para aprender el oficio de tranzar con todos y con todo. Estos encarnan al guatemalteco aprovechado, oportunista, al que vemos todos los días crear un carril donde no existe, rebasar por la derecha y obstruir una intersección para quedar adelante de todos.

También están los diputados pistocéntricos, que han pasado por al menos tres partidos políticos y han visto morir las agrupaciones que los llevaron al Congreso. Tienen escuela. Y espuela. Llevan sus negocios con discreción, colocan a su parentela en embajadas o en otros cargos, tranzan por debajo de la mesa y responden a intereses de clase. Ellos encarnan a esos guatemaltecos que solo tienen una consigna: hacer pisto.

Imposible omitir en esta sociedad a los diputados verde olivo, aquellos que fueron militares o que de alguna forma estuvieron vinculados al Ejército. Ellos personifican a esa sociedad guatemalteca conservadora, rígida, autoritaria. Ellos encarnan al guatemalteco intolerante, que no negocia, sino que solo se impone.

Finalmente, para completar este retrato social visto desde el hemiciclo del Congreso, terminaré con los grupos minoritarios, con aquellos pocos diputados de tendencias progresistas que a punta de cincel van ganando pequeñas luchas. Es interesante evidenciar que en este período parlamentario aparece por primera vez una corriente progresista-urbana. Ellos representan a ese guatemalteco progresista, clasemediero, urbano, que quiere una Guatemala próspera, justa e inclusiva. Hoy por hoy son una minoría, pero, conforme el proceso de urbanización avance, esta parte de la sociedad irá ganando fuerza. Eso se evidenciará también en el Congreso.

La fotografía irá cambiando. Otros rostros más progresistas irán ocupando las sillas. Como suele decir un amigo muy querido: «Habrá futuro».