En la Guatemala de hoy, el colmo se ha materializado: si se es honesto e íntegro, en particular trabajando en la judicatura o en la fiscalía, se es perseguido penalmente.
Respeto a quienes creen esa idea de que lo mejor es que toquemos fondo, para con ello empezar de cero. Considero que es una visión teórica e incluso un poco egoísta, ya que no toma en cuenta el costo de tocar fondo. Luego de haber sufrido 36 años de guerra y un genocidio, debemos tener cuidado con qué significa para Guatemala «tocar fondo».
Guatemala está cayendo en picada, sea cual sea el fondo en el que se estrellará. La venganza de la mafia liderada por Giammattei y Porras en contra de jueces, fiscales y operadores de justicia que han actuado con honestidad, es el colmo. Es un indicador inequívoco de la putrefacción en los poderes del Estado, en algunos grupos de empresarios y militares, en muchas de las mega iglesias, la gente que trabaja en los net centers y todo ese ejército de idiotas exaltados que parecen vivir en 1954, dedicados a combatir comunistas hasta en la sopa.
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Me angustia y enoja la soledad e indefensión en que hemos dejado a grupos como la Asociación Guatemalteca de Jueces por la Integridad, cuyo nombre describe con la exactitud debida su valor e importancia. Este sólo es el caso más angustioso por la relevancia coyuntural que está teniendo, pero hay muchos más: organizaciones defensoras de los derechos de niñas, niños y adolescentes, de las mujeres, y de los derechos humanos y fundamentales en general.
Frustra y angustia como sociedad que sabemos que el de Giammattei es un gobierno corrupto, que Consuelo Porras es una defensora de la impunidad, que toda esa parafernalia de la vida y la familia (liderada por la presidenta del Congreso) es una gran demostración de hipocresía y una mentira para cazar bobos, que la Corte Suprema de Justicia y la Corte de Constitucionalidad están lideradas por juristas al servicio de narcotraficantes, mafiosos y corruptos; pero no hacemos nada.
¿Tan mezquinos nos hemos vuelto? ¿Estamos sufriendo incapacidad para articular una acción social?
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Existen explicaciones que ayudan a entender lo que pasa. Quizá es que la ciudadanía guatemalteca sufre un síndrome de frustración colectiva y masiva, una sociedad enferma en la que cada quien se dedica a resolver sus problemas cotidianos, que no son pocos ni menores. Y es muy posible, porque parece que en Guatemala a la gran mayoría lo que haga Giammattei, Porras, las y los diputados, magistrados y jueces, toda vez no nos afecte en lo personal e individual, poco nos importa. No por malvados o cómplices alevosos y conscientes, sino porque estamos convencidos que no tiene caso intentarlo, y si surge la oportunidad de huir, largarse, es decir migrar, pues mejor, aún haya riesgos mortales en el camino. La gran mayoría ya da a Guatemala por perdida, una cloaca de narcos, ladrones y corruptos que agoniza y no tiene cura.
Rasgan este panorama tan doloroso jóvenes valientes con ganas de vivir bien en Guatemala. Acciones como la de la Cámara de Comercio de Guatemala de salir del Cacif como rechazo a la complicidad empresarial con un gobierno corrupto. Organizaciones sociales que resisten con propuesta, denuncia y trabajo. El hecho de que existen sectores en la derecha, en la izquierda y en todo el espectro ideológico que resisten y aún quieren rescatar Guatemala, es la esperanza que nos queda, por minoritaria que sea.
Temo que lo peor está por venir. Y está por verse qué prevalecerá, si la Guatemala medio llena, o la medio vacía.
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