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¿El Chapo y qué más? México intenta aplacar a Trump

¿Y si invitar a Trump a México no fue, a fin de cuentas, tan mala idea?
El problema de EPÑ es que no se gana nada con una diplomacia de niños bonitos bilingües si el desmadre de país que maneja hace que cualquier Estado Nación no quiera tener a México de vecino.
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¿El Chapo y qué más? México intenta aplacar a Trump

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Universidades de élite, Exxon Mobil, el petróleo de México, y hasta la urgente extradición del Chapo; o "comprar americano" es comprar más caro y México es la primera frontera a EEUU. El Gobierno de Enrique Peña Nieto se debate entre dos estrategias para calmar al nuevo presidente estadounidense. ¿Hay una ganadora? El politólogo mexicano David Martínez-Amador examina el dilema.

Empiezo esta pieza con una referencia un tanto “chaira”. De esas que gustan a los antropólogos de calle. En una mesa, sentados varios jóvenes de clase media-alta se discute la futura presidencia de Trump. Les acompaña un estadounidense (blanquito, rubio, alto) que en silencio simplemente les escucha. La mayoría de los asistentes en la mesa empiezan a reconocer que quizá la presidencia de Trump no será el fin del mundo, que merece una oportunidad y que tiene cualidades. "We like you future President, Mr. Trumpitas" es el comentario generalizado. El estadounidense responde con bastante seriedad: “Pero ustedes no son blancos y en un rally de Trump a ustedes los tratarían muy mal. ¿Por qué les gusta Trump?

Y esta es la forma más fantástica para que latinos con aspiraciones caucásicas cambien el tema de discusión.

Ahora, digamos las cosas como son.

Trump nos insultó directamente a todos los mexicanos. Y jamás hubo una disculpa directa. Como tampoco hubo una disculpa directa hacia la población estadounidense musulmana, como tampoco hubo una disculpa por insultar a figuras importantes del partido republicano ( John McCain o Jeb Bush). Se burló incluso de las personas con discapacidades físicas. Y a los que debió de alguna forma ridiculizar, les otorgó un tono negociador. Concretamente el KKK y al National Policy Institute, un think-tank defensor de la supremacía blanca. Suponer que hay un Trump demagogo de derecha durante la campaña y un Trump presidencial es un ejercicio un tanto aventurado para la ciudadanía estadounidense. Pero hay saltos de fe que no puede dar tan fácilmente el Gobierno de un país vecino a Estados Unidos, sobre todo cuando depende estructuralmente del comercio con Estados Unidos y además se ha convertido en la cereza del pastel en todos los discursos bélicos de Trump.

Un poquito de antecedentes

México registró en 2014 la cifra más alta en volumen de comercio exterior en su historia, con un monto de US$797,512 millones. Nada mal para un país cuyo volumen de comercio neto hacia EE.UU. ronda el 85% de las exportaciones. Claro, estas cifras evitan referir a los casi 17 millones de mexicanos que fueron retirados del campo debido a que el maíz estadounidense desplazó al maíz mexicano en la elaboración de la tortilla. Lo que hoy se dice tan fácil –citar las cifras del volumen de comercio entre México y EE.UU.– era algo que treinta años atrás sonaba impensable. Prácticamente imposible dado que no fue Estados Unidos el interesado en firmar un tratado de comercio para la zona de América del Norte. Fue necesario convencer a EEUU de que existía tal cosa como una zona América del Norte (y que esta incluía a México) y que podía orientarse hacia un modelo asociativo de comercio que rivalizara contra el proyecto unificador Europeo. Fueron los tecnócratas del Partido Republicano Institucional (PRI) quienes trazaron los primeros acercamientos a la administración Reagan con esta idea. Sería bajo El Salinato que la idea se puso sobre la mesa y todo un ejército de especialistas en comercio internacional, finanzas y relaciones internacionales (egresado de las Ivy League) intentó obtener un acuerdo comercial beneficioso para México.

Hubo errores graves en el acuerdo final, uno de ellos en el diseño y otro en la implementación. Primero, el error de diseño fue aceptar la demanda estadounidense de no crear instituciones regionales norteamericanas para la rectoría de este proyecto. Los estadounidenses no simpatizan con la lógica de instituciones globales al estilo europeas pues no deseaban perder soberanía. Segundo error en la implementación: El mecanismo para solventar disputas (denominado Secretariado) en la zona América del Norte jamás ha sido utilizado en esta relación trilateral. Todo lo que tiene que ver con la zona, se discute en medio de la agenda bi-lateral EEUU- México, EEUU-Canadá.

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Precisamente, en esta coyuntura de conflicto se sufre al no tener el árbitro imparcial y la resolución de las disputas beneficia de facto al país que sea dominante en la relación bilateral. Y aquí lo grave de todo. Si las anteriores administraciones que han sido "amables" con México (al menos, en términos de entenderlo con un socio estratégico, nunca como enemigo) de todas formas han actuado de manera unilateral, es posible imaginar lo que podría pasar con Trump.

¿Cómo contener al Gran Satán? El rol de los itamitas

Por eso la invitación que girara la administración de Enrique Peña a Donald Trump en plena campaña electoral estadounidense. Aplacar al monstruo. Darle un recibimiento cual jefe de Estado para tantearlo en territorio mexicano. La apuesta fue, al fin y al cabo, inteligente.

Parte eso explica la razón por cual Luis Videgaray Caso Parte, ex secretario de Hacienda retornara con bombo y platillos para tomar la Secretaría de Relaciones Internacionales a pesar de no ser un diplomático de carrera, pero si un tecnócrata itamita (graduado del Instituto Tecnológico Autónomo de México) con las mejores credenciales. El ITAM es una de las escuelas mexicanas que exporta más alumnos de posgrado a universidades como Yale, Harvard, Columbia, Chicago, Princeton, Cambridge, Oxford o la Universidad de Berlín. Allí en el ITAM graduaron y luego fueron al exterior, Felipe Calderón (posgrado en Harvard), Augustín Carstens (posgrado en la Universidad de Chicago), Pedro Aspe (posgrado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts) y Jesús Reyes Heroles, ex embajador de México ante Estados Unidos (posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts). Se agrega a esta lista el nuevo embajador de México en EEUU, Gerónimo Gutiérrez. Otro egresado del ITAM, magister en Administración Pública por la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard.

A partir de la década de los años ochenta del pasado siglo XX la meta de la administración pública de alto nivel mexicana era mostrarle a los Estados Unidos que México también podía tener un ejército de tecnócratas capaces. Eso quería decir mexicanos blancos perfectamente bilingües para jugar el tú por tú.

Por eso el retorno de Videgaray, que comienza a tomar bastante poder en esta administración. Porque la administración de EPÑ tiene muy claro que en el horizonte está un posible inicio de guerra comercial. Aquí los signos: Trump ya duplicó la oferta en su conferencia de prensa, declarando que construirá el muro fronterizo de 3,200 kilómetros. Y que México lo pagará, mediante un impuesto sobre las remesas o un impuesto fronterizo de 35% a los productos mexicanos. Claro, de haber instituciones regionales en la zona NAFTA sería fácil lograr ampararse ante esta amenaza pero como no existen, sólo la diplomacia dentro de una relación bi-lateral (que realmente es monólogo) es la solución.

Hasta el momento el gobierno de Enrique Peña se ha mostrado preocupado sólo por temas comerciales, aunque no se le debe olvidar que también el ahora Presidente Trump va a cancelar la orden ejecutiva conocida como DACA (siglas en inglés de Consideración de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que concede residencia temporal a 750 mil jóvenes indocumentados, en su mayoría mexicanos. Y además, se plantea deportar 3 millones de inmigrantes indocumentados (de nuevo, la mayoría mexicanos) que poseen antecedentes criminales.

México no tiene plan de contención para esa situación excepto la industria más floreciente del país: el narco.

Las ofrendas de paz que salen del narco

Por eso la administración Peña afina baterías. El escenario catastrófico sería el retiro unilateral por parte de EEUU de la zona NAFTA. Situación que aunque complicada, se hace más oscura ante el hecho de que los mecanismos para su ejecución dependen de instancias que jamás han sido usadas en las cláusulas de NAFTA. El escenario, complicado pero menos grave, es la renegociación de NAFTA: implica desgaste, implica trabajo, implica incertidumbre pero se transforma en el menor de los males.

Así las cosas, la administración Peña juega una carta que sus antecesores ya han jugado. Apaciguar al gran dios águila blanca (devora-mexicanos) llevando una ofrenda.

Cada vez que México ha querido mostrarle a su contraparte estadounidense que en realidad México hace su tarea extradita a más de algún viejón pesado del narco.

Hay por lo menos una veintena de narcotraficantes extraditados con bastante rapidez para dar prioridad a que cumplan la sentencia en suelo estadounidense aunque los delitos más graves los hayan cometido en México. No hay que perder de vista el doble riesgo que el gobierno mexicano juega aquí: mantener a los pesados en la cárcel es riesgo de su fuga, pero extraditarlos es arriesgarse a reacciones violentas por parte de los cárteles a manera de sanción.

Y así, el gobierno de EPÑ extraditó a EEUU al otrora poderoso Joaquín Guzmán Loera. A menos de doce horas de la toma de posesión de Donald Trump, Enrique Peña parecía enviarle un bombón de regalo. Porque, aunque todos los recursos físicos y tecnológicos para la captura de El Chapo fueron una inversión de la administración Obama y aunque se pudiera pensar que la idea era materializar este logro durante las últimas horas de la administración Obama, Donald Trump tomaría crédito. Uno de sus defensores más públicos, Jeffrey Lord lo intentó plantear en los siguientes términos: “Trump aún no es presidente y ya México está haciendo su tarea”.

Dos posiciones encontradas donde los enemigos se hacen aliados

Hay dos posiciones dentro del gobierno mexicano. La posición de línea dura, articulada por el ex Canciller Jorge Castañeda (tecnócrata, egresado de la Universidad de Princeton), que propone tensar aún más las relaciones con Estados Unidos bajo el entendido que, buena parte de los productos que se consumen en EEUU requieren ser elaborados –casi todas sus partes– en México.

Al no ser un TLC de productos finales sino fragmentos, México tiene varias cartas que jugar bajo el entendido que al fin y al cabo "comprar americanosignifica un producto más caro. Algo que el consumidor estadounidense va a resentir.

A esta idea de una línea dura se ha sumado Andrés Manuel López Obrador (no tecnócrata, egresado de la UNAM) quien argumenta que, por mucho que EEUU quiera presionar, en este momento EEUU depende en materia de seguridad y migración de la buena voluntad mexicana por colaborar. Si México cierra el chorro de la colaboración, EEUU se queda a ciegas en su frontera sur. De hecho, la reducción considerable de los flujos migratorios hacia EEUU es resultado en buena parte de que México se ha convertido un país deportador de migrantes. EEUU depende de que México quiera continuar con la primera gran frontera de contención. ¿Qué pasa si México toma una política migratoria más laxa mientras el muro se construye?

En el ala opuesta, Peña y sus amigos tecnócratas que apuestan por apaciguar a la nueva administración. A eso irá la delegación mexicana la próxima semana (encabezada por Luis Videgaray y Gerónimo Gutiérrez). La carta de Gerónimo Gutiérrez, aparte de su formación, se entiende por su historial: Fue subsecretario para América del Norte en la Secretaría de Relaciones Exteriores durante la administración de Vicente Fox (2000-2006), fue subsecretario para América Latina y el Caribe y fungió como subsecretario de Gobierno en la Secretaría de Gobernación en el periodo de Felipe Calderón de 2006 a 2012. Es decir, conoce el tema bilateral, el tema diplomático y el tema narco. Lo que uno se pregunta es si vale la pena recordarle a la administración Trump que México no es un enemigo, sino un socio confiable. ¿Vale la pena recordarle a Trump que la gran mayoría de mexicanos no somos delincuentes, ni violadores, ni narcotraficantes? ¿Y que muchos –si no millones– hemos hecho en EEUU parte de nuestras vidas residiendo, comprando propiedades, pagando impuestos y compartiendo familia? Dudo por cierto que esto se plantee. ¿Vale la pena recordarle a la administración Trump cuantos mexico-americanos sirven en las estúpidas guerras? Lo dudo, porque tampoco quiso escuchar sobre la enorme cantidad de soldados y diplomáticos estadounidenses que profesan el Islam.

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Si la estrategia es apaciguar al dragón anaranjado con el logro del Chapo (sí, cumplimos enviándote al “narco más peligroso”) y plantear que México es un aliado estratégico y confiable, la negociación está perdida. No hace falta más que los estadounidenses vean la violencia de la última semana a razón de los saqueos y aprueben –aún más– la idea de un muro para un México que es ingobernable además de inestable.

El problema de EPÑ es que no se gana nada con una diplomacia de niños bonitos bilingües si el desmadre de país que maneja hace que cualquier Estado Nación no quiera tener a México de vecino. Ponerle a El Chapo en bandeja de plata es un gesto inútil. La dependencia comercial de México, construida por el mismo priismo y mantenida por este PRI, es la debilidad más grave, porque obliga al país a “tragar camote”, como dijera Adolfo Aguilar Zinser, ex Embajador de México ante la ONU y también magister en Administración Pública por la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard.

¿Qué le queda a México para aplacar a Trump? ¿Modificar las cuotas de ingreso? ¿Aceptar un nuevo TLC con mayores limitaciones de ingreso para México? Los camiones mexicanos pudieron entrar con total libertad a EEUU hasta casi dos décadas después de firmado el acuerdo. ¿Ofrecerá Peña un privilegio de inversión preferencial a Trump para explotar el sector petrolero mexicano? Si bien PEMEX no ha sido privatizado sí hay una acuerdo desregulatorio para promover la inversión privada extranjera en ese sector. ¿Y si Peña remata la infraestructura de PEMEX? A falta de que el Senado confirme el nombramiento, el próximo Secretario de Estado elegido por Trump es nada más y nada menos que el ex presidente ejecutivo de la petrolera estadounidense Exxon Mobil, Rex Tillerson.

Allí está la tragedia mexicana. Una cosa es poner en bandeja de plata al narco intocable de los sexenios agilizando la extradición y otra, regalar el país para salvarnos de una crisis que inició precisamente por considerar que la panacea era la interconexión total con EEUU.

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