Gobernar desgasta, todos lo sabemos. Y en el caso de nuestro Presidente, no podemos negar que ha desplegado —y noticiado— una cantidad enorme de actividades pero, a pasos agigantados, está perdiendo su capacidad de tolerancia. Ello lo ha llevado a enfrentamientos innecesarios y a evidenciar desencuentros con sus allegados.
En cuanto los enfrentamientos, el tres veces maestro José Barnoya (maestro en las salas de los hospitales, maestro en la sala de operaciones y maestro por su calidad humana) recién le espetó: «Al criticar a los médicos del San Juan de Dios, dijo el presidente de la República: “Me da tristeza ver a los doctores sentados, en una fotografía, en lugar de estar trabajando. Que haya poca medicina o pocos aparatos no es excusa para no estar trabajando”. No sé si la misma tristeza hubiera sentido el mandatario, si al escasear los proyectiles y las armas, sus colegas hubieran aparecido en una fotografía, sentados y sin poder hacer su trabajo». (Cartas del Lector, elPeriódico, 1 de enero 2013).
¡Cuánta razón tiene el doctor Barnoya!
¿Cómo se le ocurrió a nuestro Presidente amenazar con “medidas administrativas” a los médicos residentes del Hospital San Juan de Dios por exigir medicinas y equipo para mejor atender a los pacientes? ¿Acaso no es responsabilidad del Estado mantener en condiciones óptimas los centros hospitalarios? Con esas intimidaciones, don Otto Pérez Molina solamente se ganó la animadversión de tres enormes segmentos de la población: La de más de 12 mil médicos colegiados, sus familias y de quienes les admiran. Y para mayor gloria, en cuanto los desencuentros, en la misma franja de noticias donde amenazó, su ministro de salud ofreció —con pocos minutos de diferencia— que no habría represalias contra los jóvenes galenos.
Lógico es: Jorge Villavicencio, como médico, sabe perfectamente que es imposible operar sin batas, suturar sin guantes y tratar neumonías u otras infecciones sin antibióticos. Mucho menos, determinar un daño cerebral por trauma craneoencefálico sin un tomógrafo y sin un electroencefalógrafo.
Sacó en cara el Presidente los 8 mil quetzales mensuales que devengan los médicos. Yo pregunto: ¿Sabrá don Otto Pérez la cantidad de horas semanales que trabaja un médico residente?
Para su conocimiento: Un día martes del año pasado, en el Anillo Periférico, un vehículo chocó la parte trasera del mío. Una de mis hijas iba al timón. Nos detuvimos y no con poco temor (creímos que se trataba de un asalto, el reloj marcaba las 20:30 hrs. y el lugar estaba muy oscuro), descendimos lentamente para evaluar los daños. Para sorpresa nuestra, del vehículo que nos embistió descendió una jovencita ataviada con uniforme hospitalario y muy asustada nos manifestó: “Me quedé dormida. Soy médica residente de anestesiología y tengo 72 horas de estar despierta”.
Ella había estado en sala de operaciones en su jornada normal un día sábado, luego, cubriendo su turno de domingo y, el día lunes, aparte de su “horario normal”, por necesidades del servicio, turnando para suplir la ausencia de un compañero enfermo. Y, aunque no me lo dijo, seguro estoy: si en esas 72 horas (en realidad más de 80) comió cinco veces fueron muchas.
Le expliqué entonces que yo también era médico, que también fui residente y le propuse desentenderse de los daños. Ella me suplicaba no proceder legalmente porque su papá pagaría los costos de la reparación de mi carro. Supuse, adeudaban sus salarios. Como respuesta, le di una palmadita en la espalda y le sugerimos manejar despacio. La acompañamos en un tramo de su trayecto y telefónicamente hasta que llegó a su casa.
Ah señor Presidente, esas vicisitudes (la vida de un médico residente), a usted, no se las han puesto al día. Y digo ‘puesto al día’ porque creo (de creer no de duda) que sí supo de ellas alguna vez.
Y en ese contexto, el de la carencia total, si un paciente fallece por una infección nosocomial, ¿a quién cree el señor Presidente que llevarán a juicio? ¿Al Estado?, ¿al ministro? No, absolutamente no. Procederán como arpías (prensa amarillista y leguleyos) contra el médico tratante, y el Estado no moverá un dedo para sacarlo del atolladero.
Las declaraciones del Presidente se dieron en un momento difícil para él: La finalización de un largo periplo por Europa (con todo lo que ello significa, incluido el efecto jet lag) y otro país adentro. ¿Trabaja mucho?, creo que sí; ¿cómo descansa?, no lo sabemos. Vale la pena recordar entonces que, uno de los criterios para ser un buen trabajador es saber descansar.
Relajarse en silencio unos tres días, dormir y solazarse, ¿le vendría bien? A veces, el ruido que nos rodea no deja escuchar la voz de Dios.
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