Para ellos su explicación superficial y simple de lo que pasa en el Aguán es que existe una banda de revoltosos con ideologías trasnochadas y que lo único que quieren es sembrar el caos en el país. No importa que más de 60 campesinos hayan sido asesinados en los últimos dos años, no importa que se tenga que militarizar la zona y aprobar decretos que nada solucionan, como el del desarme general.
Un poco de historia nos puede ayudar a entender lo que realmente pasa. A comienzos de los años setentas toda la zona del Aguán era una región sin infraestructura económica y social, no se oía hablar mucho de ningún municipio, con la excepción de Trujillo, que por su importancia histórica se mantuvo en los libros de texto escolares. El Bajo Aguán era el equivalente lo que hoy sería el departamento de Gracias a Dios. No obstante, los gobiernos militares de los años setentas decidieron iniciar un proceso de colonización agrícola con el objetivo de disminuir la presión sobre la tierra en otras partes del país, y se invirtió como mínimo cerca de $2500 millones de dólares que posteriormente pagaron los contribuyentes en concepto de impuestos. Al Aguán se le denominó la capital de la reforma agraria hondureña.
De esta forma se llevaron campesinos de varias regiones del país para colonizar el Bajo Aguán y para ello se organizaron cooperativas agrícolas para la siembra de palma africana y para la producción de aceite de palma, con sus múltiples usos industriales tales como la producción de aceite vegetal, manteca, margarina, jabones y otros. La escogencia del cultivo estuvo basada en que se conocía que la tierras eran inundables y que la palma era un cultivo resistente a tales efectos.
El tiempo entre la siembra de la palma y la primera cosecha se estima alrededor de cuatro años, en donde la planta comienza a proporcionar frutos, alcanzando al séptimo año su producción anual máxima. La planta puede tener una vida útil de veinte años, por lo cual se necesita hacer resiembras periódicas. Menciono estos detalles porque es importante conocer las condiciones de mucho sacrificio que sufrieron los campesinos llevados a la zona para lograr que sus cooperativas, agrupadas en COAPALMA, pudieran salir adelante.
Las cooperativas en un principio gozaron el apoyo del gobierno a través de asistencia técnica, crediticia, y la construcción de infraestructura económica y social, pero dicha ayuda se fue reduciendo hasta llegar a casi desaparecer con la puesta en boga de las políticas neoliberales. Adicionalmente, los precios de la tonelada de aceite que en un principio eran bajos, comenzaron a subir en el mercado internacional haciendo bastante atractivo el control del proceso productivo de la palma.
Ambos factores incidieron para que grupos empresariales vieran la oportunidad de comenzar a comprar tierras a los campesinos e irse apropiando paulatinamente de las mejores tierras de la región. Como suele suceder en estos procesos, la apropiación se hace en base legal, pero también utilizando autoridades locales y nacionales para apropiarse de tierras ejidales y estatales. Esta es una de las fuentes reales del conflicto actual.
Paralelamente no podemos dejar de desconocer que la región también se ha constituido en un lugar de preferencia del narcotráfico lo que cual añade un elemento de complejidad muy fuerte a la problemática. Estos acontecimientos se entremezclan para crear un panorama explosivo que debe de resolverse lo más rápido posible.
Dada la baja credibilidad de las instituciones públicas en Honduras, lo mejor que podría hacer el presidente Lobo es crear un comisión con personas de reconocida honorabilidad y conocimiento de la región para que un plazo no mayor de un mes le hagan un serie de recomendaciones de cómo encontrar soluciones duraderas para la región.
Concordamos que la seguridad del país tiene una prueba muy fuerte en el Aguán, pero no es defendiendo intereses privados o haciendo simplificaciones extremas como se resolverá. La impunidad de los crímenes cometidos no puede continuar, dado que es una de las fuentes principales de la violencia en el Aguán, y en todo el país. Los campesinos del Bajo Aguán, después de haber construido con sangre, sudor y lágrimas, un emporio productivo y comercial que otros disfrutan ahora, se merecen otro tipo de tratamiento.
*Hugo Noé Pino es un reconocido economista hondureño. Fue presidente del Banco Central, Ministro de Hacienda y diplomático de su país, así como director del ICEFI en Ciudad de Guatemala. Sus columnas son publicadas previamente en www.eltiempo.hn en Honduras.
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