Respondo un par de correos indignados que me piden, en un ejercicio de suprema ironía y en un lenguaje neutro, no criticar a los gobiernos del socialismo del siglo XXI porque hay que reconocer que hacen cosas nobles como criminalizar el aborto, perseguir feministas y dejar que la guardia de seguridad de Erdogan (en una visita de Estado a Quito hace un par de años) golpee a manifestantes que osan interrumpir el discurso de tan democrático líder, amén de los presos políticos por oponerse a megaproyectos de minería.
Los periódicos traen las noticias habituales: el mundo se case a pedazos y todo ha parado por un partido de la Champions. Y alguien ha reparado en la casualidad de que, mientras se acercaba el inicio del partido, los legisladores se fueron esfumando del Congreso. Uno por uno.
Ubuntu me sugiere realizar una copia para la seguridad de mis archivos y de pronto todo el sistema es más lento. El video perturbado de Night Witch, de Wolf People, le da tiempo a la copia de seguridad para reiniciarse.
De la nada, el cielo gris se transforma en lluvia. Empieza a llover por fin, después de varias semanas. Y la lluvia se convierte en tormenta.
Agradeces por estar en casa ya, y no en el tráfico, que amenaza con el caos. Te alegras por el jardín y por la huerta. Todo estaba muy seco. Entonces recuerdas que había que limpiar los canales del techo. No pasa nada. Se hará después, te dices a ti mismo mientras escuchas I Only Want You y Speaking in Tongues, de los Eagles of the Death Metal. Las niñas ya están dormidas. Mañana no hay escuela.
Dejo a los Rival Sons dándole furiosamente a All Over the Road, que no es una pérdida lamentable, para chequear un ruido en el patio. El agua parece estar a punto de desbordar uno de los canales en el techo. Y allí está de nuevo: una pequeña pelota azul obstruyendo la salida del canal. Igual que hace unos meses debo empujarla hacia arriba para dar salida al agua acumulada. E igual que hace unos meses termino prácticamente bañado en el agua que arrastra hojas en diferentes estados de putrefacción.
Sí, había que limpiar los canales, reflexiono furiosamente mientras disfruto de mi baño en agua de florero. Y la pelota azul ha vuelto al canal. Hay que quitarla mientras la tormenta sigue.
La primera vez que vi la pelota azul estaba en las manos del hijo del vecino. Cómo encontró su camino hacia el canal de desagüe es uno de esos misterios que engrosan las leyendas urbanas. Mientras maldigo consigo una escalera que no llega a la altura necesaria, me estiro para buscar con un bastón dentro del canal y uso el teléfono con la cámara inversa para tomar varias selfis en busca de la pelota azul. Me maldigo a mí mismo por haber dejado pasar varios meses sin limpiar los desagües y deshacerme de la maldita pelota. Después de una hora no hay rastros de la pelota azul. Deja de llover. Me doy una ducha y lo dejo para el día siguiente.
6:00 del sábado. En cuanto entró a la casa a tropezones con la escalera más alta de la administración del condominio, mi esposa, desde su taza de café en la mesa del desayuno, me dice que una pequeña pelota azul acaba de caer por su propia cuenta por el canal que da al patio y me pregunta por todo el escándalo de la noche pasada.
Todos tenemos nuestros pequeños dramas cotidianos. Hay quien sufre para evitar parecerse a Venezuela. Algunos siguen una reforma constitucional banalizada que está cada miércoles en la agenda del Congreso y para la que nunca hay cuórum. Otros empiezan a buscar Cardiff en Wikipedia solo para saber dónde está el estadio. Yo conseguí al alguien que limpie los canales del techo y me dediqué a los Arctic Monkeys con R U Mine? esperando no volver a saber de la pelota azul en mi vida.
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