Lo primero que se me ocurre es dar gracias por estar viva y relativamente sana. Porque, entre mi círculo más íntimo y familiar, la mayoría estamos bien y no hemos enfermado. Casi todos hemos sobrevivido. Porque, además, la familia ha crecido y me ha traído nuevas alegrías.
Dar gracias porque, a diferencia de muchos, aun cuando haya perdido algún trabajo, aun cuando algunas condiciones hayan empeorado respecto a los años anteriores, en términos generales cuento con casa, comida, trabajo e incluso con ciertas distracciones como Netflix y uno que otro libro por ahí, pese a que no he podido leer como antes.
Luego, igualmente doy gracias porque he visto cómo a mi vida han llegado personas maravillosas que me han enseñado mucho sobre la complejidad del ser humano. Sobre cómo a veces puedo ser mejor y otras veces puedo darle cabida también a lo peor que llevo dentro. O solamente ser, sin ninguna categorización, neutra hasta en eso. Lo sorprendente de este aprendizaje es que he tratado (a veces sin éxito) de no juzgar, sino solo de aceptar. ¿Quién soy, al principio y al final, para decir esto sí y esto no? Una de las tareas más difíciles, la verdad. Me ha tocado solo apartarme, simplemente, porque he creído que alguien no me quiere bien o no ha sido recíproco o ha tratado de aprovecharse o de causarme algún daño. No sé. Aunque duela. Todo pasa porque tiene que pasar. Pasa, asimismo, por algo.
Sigo dando las gracias porque, de alguna manera, a pesar de mis limitantes, de mis contradicciones, de las subidas y los bajones que experimento a diario, hay quien se preocupa por mí, quien me ha dado una llamada, me ha enviado un mensaje, una palabra de aliento, quien ha sido una luz en medio de esas oscuridades que a veces me acompañan.
[frasepzp1]
Gracias, asimismo, porque hay quienes, a pesar de todo, siguen en las calles luchando por los que nos quedamos dentro de casa. Porque sus voces, aunque no sean muchedumbre, vibran y se mantienen. Son hálitos de esperanza en medio de la ahora sí inexorable tragedia nacional.
Gracias, además, porque la actividad cibernética me ha permitido acercarme a otros mundos, a otros espacios, a otros saberes. Es probable que este conocimiento me hubiera estado vedado de la forma tradicional.
Gracias también porque el encierro, la soledad, el cambio de rutinas y la incertidumbre, el miedo a la enfermedad, a la vacuna, al hospital, al engaño, a lo que sea que haya sido y es, vinieron a echar por tierra lo que yo creía inamovible, algo ya bien cimentado en mí, y me han hecho replantearme el aquí y el ahora.
Gracias, sobre todo, a esa familia elegida que son los amigos y las amigas entrañables con quienes cuento. Más allá y más acá del mal entendido amor romántico, en estos tiempos no recios, sino oscuros, hago mías las palabras del popular Mario Benedetti y se las dedico con todo mi cariño:
Hagamos un trato
Compañera, usted sabe que puede contar conmigo,
no hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo.
Si alguna vez advierte que la miro a los ojos
y una veta de amor reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles ni piense: ¡qué delirio!
A pesar de la veta, o tal vez porque existe,
usted puede contar conmigo.
Si otras veces me encuentra huraño sin motivo,
no piense que es flojera. Igual puede contar conmigo.
Pero hagamos un trato: yo quisiera contar con usted.
Es tan lindo saber que usted existe.
Uno se siente vivo
y, cuando digo esto, quiero decir contar
aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco,
no ya para que acuda, presurosa, en mi auxilio,
sino para saber, a ciencia cierta,
que usted sabe que puede contar conmigo.
Más de este autor