No porque la ex censora del efímero período autoritario de Serrano Elías se evidencie cada vez más como violenta, irreflexiva, autoritaria y prepotente, sino porque nuestra más que débil incipiente democracia está efectivamente en peligro.
Que informaciones, listas para ser publicadas por un medio, lleguen a sus manos antes de salir al público es muestra clara de que los medios están siendo espiados y controlados, con lo que la libertad de expresión está siendo coartada. En las democracias, los individuos y sus actividades profesionales tienen el derecho a la privacidad, por lo que cualquier intromisión resulta no solo delictiva sino, realizada por autoridad, en atentado contra la democracia.
La señora Baldetti fue electa junto a su compañero Presidente, por cierto por una minoría pírrica –32% en el primer turno–, para realizar un plan de gobierno, y no para controlar y vigilar ilegalmente a los medios de comunicación y a los ciudadanos. El hecho, criminal en todas sus aristas, debe ser perseguido por el Ministerio Público, de manera que quede claramente delimitado que las instituciones están para proteger al ciudadano y no para silenciar cualquier manifestación de crítica o disenso.
Felizmente para la sociedad guatemalteca la señora Baldetti no ha sabido controlar sus impulsos, por lo que considerándose dueña de las instituciones del Estado hizo publicar en los sitios de internet de varias dependencias su defensa ante una información que aún no se conocía. Su exabrupto nos ofreció la imagen real de quien desde hace años ejerce la política y se ha querido mostrar como celosa defensora de honestidad y probidad. Si no supo escuchar las voces que le propusieron cautela o simplemente sus asesores gustan como ella del pleito callejero es cuestión de menor importancia, pues con su comportamiento abusivo dejó en evidencia que las redes ilegales de espionaje se están moviendo de manera descarada y cínica y ese es el principal riesgo que ahora debemos enfrentar.
La escalada de agresiones contra la prensa ha sido evidente, lo que en lugar de desvirtuar las sospechas sobre el enriquecimiento ilícito hacen imaginar que mucho de verdad puede haber en lo presentado por los medios independientes. La Vicepresidenta puede jurar “por la vida de mi madre que está muerta” (sic) que no se ha robado un centavo, que nadie en su sano juicio le va a aceptar tan confuso juramento, mucho menos creer que no ha habido ilegalidad y falta de probidad en la construcción de su fortuna. Bien puede ser que directamente no se haya apropiado indebidamente de dinero del Estado, pero que dádivas poco transparentes y desinteresadas le hayan sido dadas es, más que posible, probable, porque sólo así puede explicarse el aumento acelerado de su fortuna y capital.
Las sospechas se multiplican cuando hay un pertinaz empeño en negar el detalle de los financistas de las campañas, y aumentan cuando por supuestamente acelerar el ejercicio gubernamental la inmensa mayoría de adquisiciones del Estado se han hecho con métodos para nada ortodoxos, ya no digamos transparentes, beneficiando así a proveedores específicos, los que bien pueden haber sido donantes de tierras, dinero y hasta de materiales de construcción.
Pero si bien es cierto que el peor cáncer de la democracia es la corrupción, su enemigo más directo es el autoritarismo, y juntos pueden liquidar cualquier intento de desarrollo económico y social.
Como simple emisor de opinión, veo con preocupación la prepotencia y agresión física con la que han sido tratados los reporteros Vega y Cruz de elPeriódico, así como el acoso permanente que a elPeriódico se ha impuesto. Pero si esto no fuera poco, el jueves 18 fue detenida la reportera Norma Sanrir, cuando cubría las movilizaciones campesinas, y el partido Lider amenaza con aprobar una ley que proteja a las empresas de cualquier investigación, dejando totalmente desprotegidos a los ciudadanos.
En la democracia, el poder debe y tiene que ser observado y auscultado por la sociedad, siendo los medios de comunicación uno de sus principales instrumentos. De esa cuenta, la existencia de medios independientes y no comprometidos con ninguno de los poderes –político o económico– son indispensables y la sociedad misma, desde el Estado, debe propiciarlos, controlando los monopolios.
A la Vicepresidenta y su pareja gobernante les quedan aún 476 días de gobierno, días y noches durante los que quieran o no serán observados por la sociedad, sus adláteres pero también sus opositores. Dejar de espiar y agredir a los medios y a los ciudadanos puede que les resulte peor que a lo que a un alcohólico dejar de beber, pero si se esfuerzan, si lo intentan, habrán concedido 476 días en favor de la democracia y desarrollo del país.
Sus riquezas, si mal habidas, más temprano que tarde serán evidenciadas.
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