El ascenso y la caída
El ascenso y la caída
El grupo teatral, nacido en medio de la precariedad y la violencia, comenzó a hacerse popular. Entonces, las organizaciones se acercaron, el dinero comenzó a entrar y el grupo se destruyó. Quedan los artistas que allí nacieron para contar aquel experimento. Segunda parte y final. Para leer la primera parte.
Entre el 22 de octubre y el 4 de noviembre de 1998 el huracán Mitch pasó por Centroamérica devastando cuanto encontraba. En Guatemala arrasó decenas de hogares construidos en la precariedad de los cerros, provocando 268 muertes, destruyendo seis mil casas, dañando más de 20 mil y obligando a más de 100 mil personas a evacuar sus hogares de forma temporal. El asentamiento Mario Alioto, cuyas condiciones de pobreza eran de las más altas de Villa Nueva, no escapó del desastre. El puente que atraviesa el río Platanitos, que une el Alioto con Villa Nueva, se derrumbó y los vecinos de la comunidad fundada en 1995 se desabastecieron de comida y agua.
En aquel momento, los integrantes del grupo de teatro Iqui Balam ya eran conocidos en la comunidad, gracias a sus obras de teatro y su trabajo con los vecinos. Este grupo de niños, jóvenes y adolescentes, muchos de los cuales hasta hacía poco tiempo estaban aprendiendo a manejar armas y a consumir drogas, llevaban ya dos años de transformación. Sustituían las pandillas por el arte, el teatro, el hip hop, el dibujo, la música.
En 1998, además, por mediación de las madres de algunos de ellos, Miguel Gaitán el director del grupo de teatro, había conocido a la Asociación de Mujeres en Solidaridad y los integrantes de Iqui Balam recibían talleres y capacitaciones de sensibilización sobre derechos humanos, salud sexual, y de género. Así, este grupo de niños se involucró de lleno con la asistencia a las víctimas del huracán. Comenzaron a apoyar a las asociaciones, a repartir ponchos, agua, sopas, frijoles y medicamentos. Se montaron en la cisterna que logró entrar al asentamiento a través de una de las fábricas del lado sur y repartieron agua de casa en casa.
Fue así como los técnicos de la Agencia Alemana de Cooperación Internacional (antes GTZ, ahora GIZ), que llegó también a dar asistencia a las víctimas, conocieron a Iqui Balam, un ejemplo de la transformación y alejamiento de la violencia, digno de aparecer en cualquier manual de cooperación. Y este grupo de jóvenes, después de dos años de trabajar en el anonimato de su asentamiento, sin recibir nada a cambio, fue integrado en la organización juvenil Nuevos Caminos –donde se reunían cada 15 días con muchachos de otras comunidades- y fue incluido en el proyecto “Niños de la Calle”, que era financiado por esa agencia alemana, entrando así de lleno en el engranaje de la cooperación internacional.
—¡Apoyo a los niños de la calle! —recuerda Ángel Cañas, actual vocalista de Bacteria Sound System e integrante de Iqui Balam— que nosotros siempre decíamos: "¡Puta! ¿Por qué se llama así?" A nosotros siempre nos molestó que se nos tratara… es como raro, es diferente.
—En Alioto surgió algo mágico con Iqui Balam. Nosotros estábamos muy conscientes de lo que estaba pasando; sin saberlo, algunos estábamos muy conscientes de lo que estábamos logrando y que era algo inaudito, que no había sucedido. —recapacita Ángel, 18 años más tarde uno de los primeros niños integrantes una clica de Villa Nueva que a partir de 1996 comenzó a alejarse de la pandilla mientras se adentraba en el mundo del arte a través del grupo de teatro Iqui Balam—.
—No éramos de la calle, éramos niños “en la calle” pero no “de la calle”. Lo que pasa es que ellos comenzaron trabajando con Casa Alianza y dentro del proyecto que se llamaba “Niños de la calle”, hicieron paralelo la Asociación Juvenil Nuevos Caminos, ahí empezamos a participar nosotros, —recuerda Jennifer Coguox, otra de las adolescentes que a partir del año 1997 integró Iqui Balam— Por las pandillas y todo eso, la calle es un espacio bien inseguro y vulnerable, de riesgo. Las casas tampoco eran un espacio tan seguro, sobre todo por e alcoholismo y la violencia. Así, este grupo de niños “en la calle”, que de la forma más natural había sustituido la violencia por el arte, comenzó con un sinfín de llamadas de organizaciones de la sociedad civil que solicitaban su apoyo para talleres de salud, sobre el conflicto armado o sobre derechos humanos.
Dos años más tarde, en 2000, Christian Salazar Volkmann quien se encontraba en Guatemala trabajando para la GTZ, pasó a ser el coordinador de proyectos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia Unicef en Guatemala. Y el grupo de teatro del Alioto pasó también a formar parte de entre los objetivos de esa agencia de las Naciones Unidas. En marzo de ese año, el actor chicano Edward James Olmos –conocido por películas como Selena, donde hacía de su padre, o la serie televisiva Miami Vice, donde representaba al teniente Castillo- visitó Guatemala como embajador de buena voluntad de Unicef, y a través de Christian Salazar llegó un día a conocer la sala de ensayos de Iqui Balam.
Salazar, quien después de haber pasado por Colombia trabajo para Unicef en Washington, se puso en contacto con el director del Teatro Maer de Hamburgo, Alemania, Peter Markhoff, y le habló sobre este peculiar grupo. Markhoff asumió el padrinazgo de Iqui Balam y según un informe de sistematización elaborado por Unicef en 2001, se comprometió a donar el 1 % de los ingresos del teatro a Iqui Balam —algo que no se ha podido comprobar—. Entre febrero y marzo de ese año, Markhoff llegó al Alioto e impartió un seminario de teatro, donde preparó a diez de ellos para asistir a la Expo Universal que se celebraría en Hannover, Alemania, de junio a septiembre de 2000.
En un aséptico informe del director de teatro alemán sobre el grupo, Markhoff escribió tras impartir este taller: "las potencialidades y ventajas de Iqui Balam están en la autenticidad del grupo, en la dramatización de experiencias vividas de cerca y en la sencillez de los medios materiales utilizados”, aunque mostró su preocupación por que no existieran libretos de las obras. "Hasta ahora, las 10 obras de teatro no existen en forma escrita". Esta realidad, recordada por muchos de ellos, se explica en que las obras simplemente iban surgiendo y se las aprendían de memoria, sin que hubiera necesidad de escribirlas.
Tras el taller, 10 de los miembros de Iqui Balam se desplazaron a Alemania por tres semanas, y presentaron dos obras: El Titiritero y Enterremos la violencia en el “Global House”, un área de la Expo donde se presentaban proyectos de todo el mundo; además, realizaron una gira por 21 ciudades de Alemania.
Allí conocieron las Casas de Jóvenes, sostenidas con presupuesto municipal. “Y empezamos a soñar con estas ideas de poder traer esos espacios y esas ideas acá. La idea de tener clases de saxofón, de guitarra, de violín, de ajedrez”, recuerda Jennifer Coguox, ahora licenciada en Antropología por la Universidad San Carlos, una de las que rememora con mayor detalle la experiencia de Iqui Balam.
El 5 de julio los diez miembros de Iqui Balam que habían viajado Alemania, aterrizaron en el aeropuerto La Aurora. Al bajar del avión comenzaron a reconocer algunas caras. La madre de uno de ellos, el primo de otro, un tío, la maestra. Al poco tiempo se dieron cuenta de que casi todo el segundo nivel del aeropuerto, desde donde veía a los viajeros que arribaban, estaba ocupado por vecinos del Alioto. Formaban parte de una comitiva de tres autobuses que se desplazó ese día hasta la zona 13 para recibir a los jóvenes. Al regreso, y conforme la caravana atravesaba el puente de acceso al asentamiento, comenzaron a ver toda la comunidad decorada. Una marimba empezó a sonar y en el cielo empezaron a explotar fuegos pirotécnicos.
Prensa Libre publicó un reportaje sobre ellos, y el nombre del grupo y comenzó a sonar en la escena artística de Ciudad de Guatemala.
Los héroes del Alioto
A partir del año 2000 numerosos maestros de teatro también comenzaron a acercarse al Alioto a apoyar al grupo. En sus sucesivos contactos fueron expandiendo las mentes de estos jóvenes, rescatando sus talentos y creando una red de