En mi última publicación consigné, respecto a María de Peñalosa: «Era hija de Pedrarias Dávila, a quien por sus crueldades se le apodaba Furor Domini. Entre las múltiples desgracias de Pedrarias cuenta haber sido quien implantó en América la muerte de seres humanos por el sanguinario método del aperreamiento». Después de leerlo, no pocas personas me pidieron que les contara qué era el método del aperreamiento.
Y a pesar de lo difícil que es creer que los seres humanos puedan inventar técnicas y procedimientos tan espantosos para matar a otros seres humanos, consigno en este artículo los hallazgos que respecto al aperreamiento he encontrado durante mis investigaciones documentales y de campo (en orden a dos novelas históricas de mi autoría).
En la página 137 de la obra referida del fraile Las Casas (edición y notas de José Miguel Martínez Torrejón) se describe: «Ítem, yo afirmo que yo mesmo vi ante mis ojos a los españoles cortar manos, narices y orejas a indios e indias sin propósito, sino porque se les antojaba hacerlo, y en tantos lugares y partes que sería largo de contar. Y yo vi que los españoles les echaban perros a los indios para que los hiciesen pedazos, y los vi así aperrear a muy muchos. Asimesmo vi yo quemar tantas casas y pueblos que no sabría decir el número, según eran muchos. Asimesmo es verdad que tomaban niños de teta por los brazos y los echaban arrojadizos cuanto podían, y otros desafueros y crueldades sin propósito que me ponían espanto, con otras innumerables que vi que serían largas de contar».
Según Alejandro I. López: «El manuscrito del aperreamiento (c. 1590) es solo un ejemplo de lo cruento de los suplicios ejecutados por los animales y ordenados por los conquistadores. Se trata de un documento de innegable valía documental que representa el castigo que sufrieron los seis señores de Cholula y un sacerdote en 1523, cuando fueron aperreados por órdenes de Hernán Cortés. La imagen muestra a un can que ataca a un hombre indefenso en el piso mientras los demás esperan su turno para correr la misma suerte».
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Y en lo que a mi persona concierne, entré en intelección del aperreamiento en León Viejo (León de Nagrando), Nicaragua, cuando visité por primera vez las ruinas de la ciudad. Allí la guía histórica contratada nos explicó a cabalidad, aleccionándonos con pinturas que se exhiben al público, cómo en el territorio se utilizaba el aperreamiento no solo como método de castigo, sino también como una retorcida manera de mantener aterrorizada a la población indígena. Las imágenes no son gratas a la vista de una persona con una buena salud mental.
Interesante fue descubrir que entre los invasores (que no conquistadores) que más utilizaban ese método había personas a quienes, bajo un análisis psicológico o psiquiátrico, se les podía (y se les puede) encontrar características de asesinos seriales. Pedro Arias de Dávila, más conocido como Pedrarias Dávila, era uno de ellos. Mató solo por sospechas a sus dos mejores capitanes: Vasco Núñez de Balboa (su yerno) y Francisco Hernández de Córdoba. El primero fue el europeo a quien se le atribuye el descubrimiento del océano Pacífico. El segundo fue el primero en avistar el territorio de Nicaragua y quien fundó la ciudad de Granada. Conste que dichos capitanes también utilizaban ese tipo de perros como armas de guerra.
Se pueden listar como ejecutores por aperreamiento a Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, Pedrarias Dávila y Vasco Núñez de Balboa, entre los más conocidos.
Fray Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, y fray Antonio de Valdivieso, obispo de Nicaragua, no pudieron detener aquellas matanzas de indefensos indígenas. La Real Audiencia de los Confines liderada por Alonso de Maldonado ya estaba tomada por los invasores.
Para mitigar el impacto psicológico del contenido del artículo y con fines de recreación visual, consigno una foto del edificio donde funcionó la Real Audiencia de los Confines en Gracias a Dios, hoy Ciudad Gracias, cabecera del departamento de Lempira (Honduras).
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