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El amante turco

En el sueño, mientras el turco se despojaba de sus ropas, ella tiraba sus vergüenzas y temores al piso.
Tipo de Nota: 
Opinión

El amante turco

10 de Octubre de 2019
Palabras clave

Regina y su marido acumulaban juntos más de tres décadas de casados, tres hijos, algunos dramas familiares, una casa propia y sin hipoteca, dos carros, ningún perro ni gato (el único felino que osó acercarse al techo de la casa murió envenenado). Ambos se retiraron a los 55 años y vivían plácidamente de la pensión de ambos. Ninguna pena económica les quitaba el sueño.

Regina, una mujer acostumbrada a tratar con extraños por su trabajo de vendedora de seguros, era de naturaleza conversona y simpática. Su marido, un microbiólogo clínico, en cambio, se sentía más a gusto examinando heces humanas que conversando con alguien. Cuando se retiró de su trabajo, hizo en la sala de estar un rincón cerrado que convirtió en su oficina. Allí pasaba horas completas estudiando, pues nunca dejó su pasión por las células y los microorganismos, invisibles al ojo humano.

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