Ejercicio práctico de interculturalidad

No existen tampoco las facilidades ni económicas ni de transporte, y los prejuicios entre regiones están al orden del día. En el país no estamos acostumbrados a eso que le llaman “turismo interno”, cuando se puede, preferimos salir del país.

Trabajar con jóvenes ha sido una de las experiencias que más me ha problematizado, la que más me ha hecho preguntarme sobre lo que pienso y sobre lo que soy. Estar en conversaciones con jóvenes es preguntarme qué país somos. Cuando estos jóvenes comparten sus identidades, su manera de relacionarse hacia dentro de sus municipios, cuando vemos nuestras diferencias y nos preguntamos cómo no sabíamos lo que se vive en nuestro país, es cuando me digo que hay fronteras increíblemente intangibles pero reales.

El fin de semana pasado, en un encuentro intermunicipal en Santa Lucía Cotzumalguapa, escuche tantas voces diferentes de jóvenes de Santa María Chiquimula, Totonicapán cabecera, Palín, Santa Lucía, Zacapa y Escuintla. Muchos de ellos, aún de Palín, no conocían Santa Lucía o La Democracia. Otros no conocían el mar. Era un ejercicio práctico de interculturalidad, de propiciar los espacios de discusión, de diálogo pero también de recreación (para saber cómo se sonríe en otro municipio).

Entre sus discusiones oí a un joven quiché de Santa María Chiquimula, decir que en Guatemala la pluralidad étnica no debía esconder la división económica de este lugar, que no había que dejar que se nos perdiera en los debates fundamentales. Hubo otro joven de Zacapa que luego de aceptar que en el colegio donde él estudiaba le decían que “lo maya era brujería”, no podía dejar de preguntar a los jóvenes poqomam de Palín sobre su manera de entender el mundo y sentirse fascinado. Vi a los jóvenes de Santa Lucía Cotzumalguapa escuchar atentamente a quien contó lo sucedido en Alaska, y vi cómo luego las preguntas eran inevitables.

Las preguntas eran siempre las mismas: ¿qué país queremos? ¿cómo lo construimos? ¿podemos hacerlo a la par de Totonicapán, si somos de Zacapa, de Escuintla, de la capital? Cuando dejamos colgados los prejuicios, las falsas imágenes de lo que supuestamente es el otro, comenzamos realmente a hablar de lo importante. La identidad en Guatemala ha jugado un papel complejo: las justas reivindicaciones por el derecho a ser quién se es y cómo se es, pero también las ilusiones de distancias abismales, cuando realmente somos hijos de un mismo sistema político y económico injusto.

El inicio de una nueva manera de comprender la política hoy en Guatemala, va de la mano de los jóvenes comprometidos a lo largo y ancho de este país. No por ser jóvenes solamente, sino por tener la valentía de ver en perspectiva el pasado y el futuro, y saber que el presente, en un país tan cotidianamente difícil, es siempre el mejor momento para hacer algo.