Recuerdo en este momento el pequeño discurso de uno de mis profesores de la Maestría en Docencia Universitaria durante una sesión del curso Sociología de la Educación (USAC, 1989): «Si acaso llegan a ser presidentes de la república, nunca negocien dos ministerios: el de Finanzas, porque allí está la plata, y el de Educación, porque desde allí se puede replicar el statu quo o provocar un verdadero progreso social y económico que beneficie a la población más desposeída y desprotegida».
Cuánta razón tenía mi profesor. Desafortunadamente, en Guatemala la balanza se ha inclinado a replicar el statu quo en aras de un poder casi omnímodo y que actúa desde los más oscuros rincones del Estado y del país.
Para fortuna nuestra, como si hubiese sido convocado por el hada de la esperanza, el papa Francisco ha reiterado dos mensajes que nos indican (a los docentes de todos los niveles educativos) cómo hacer frente a semejante espantajo. Por alguna razón que yo desconozco, si bien fueron expresados hace varios meses, han sido retomados por muchas personas en las redes sociales.
El primero data del 26 de septiembre de 2016. Tiene dos párrafos torales. El primero anuncia: «El Sol no se apaga durante la noche. Se nos oculta por un tiempo por encontrarnos al otro lado, pero no deja de dar su luz y su calor. El docente es como el Sol. Muchos no ven su trabajo constante, porque sus miras están en otras cosas, pero no deja de irradiar luz y calor a los educandos, aunque únicamente sabrán apreciarlo aquellos que se dignen girarse hacia su influjo». Y, luego de hacer caer en la cuenta del poder que se tiene desde la cátedra y de dar el lugar que le corresponde al maestro, en el segundo segmento hace una invitación: «Yo les invito a ustedes, profesores, a no perder los ánimos ante las dificultades y contrariedades, ante la incomprensión, la oposición, la desconsideración, la indiferencia o el rechazo de sus educandos, de sus familias y hasta de las mismas autoridades encargadas de la administración educativa. La educación es el mejor servicio que se puede prestar a la sociedad, pues es la base de toda transformación de progreso humano, tanto personal como comunitario».
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El segundo es más reciente. Corresponde al 11 de septiembre de 2019 y se trata de un mensaje de felicitación por el Día del Maestro en Argentina. Son tres pequeños párrafos de donde se pueden colegir tres peticiones concretas: «Cultiven su personalidad, transmitan con su ser un estilo, una certidumbre. No sucumban ante la tentación de prorratear la Verdad. […] Muestren el esplendor de la verdad que aparece, para el que sabe ver, emergiendo de cada rincón de la naturaleza o en las obras de los hombres. Forjen ideas luminosas para que, apropiándoselas, orienten a los jóvenes, niños y niñas por los campos de la vida. […] Reconcíliense con el esfuerzo por mantenerse de pie, superando tropiezos. Tengan pasión por la Verdad, el Bien y la Belleza. No caigan en la tentación del facilismo que los hace débiles. Sepan que, en una existencia sin trascendencia, las cosas se vuelven ídolos».
Así pues, si los docentes de todos los niveles educativos de Guatemala asumimos una verdadera pasión por la Verdad, el Bien y la Belleza, jamás sucumbiremos ante los embates de las supraestructuras que han minado los cimientos del Estado disminuyendo la calidad educativa. Porque nada ni nadie nos puede impedir, apegados a derecho, contar la verdad de nuestra historia, encontrar el sentido de nuestro ser y estar en el aquí y ahora de Guatemala y, siguiendo el consejo del papa Francisco, «forjar en los educandos esas ideas luminosas que los orienten en todos los campos de la vida» aunque hayan dado de baja cursos fundamentales en nuestro CNB.
Lectores, lectoras, no perdamos la esperanza.
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