Vaya si fue una semana convulsa: una turba dominical que trata de prender fuego a dos personas en el Centro Histórico, procesan por delitos menos graves a militares, asesinan a una de las más importantes abogadas penalistas del país y Byron Lima, el asesino de Gerardi es capturado en las afueras del preventivo con permiso de las autoridades para salir.
No sé cómo describir lo último y su capacidad para borrar del mapa de discusiones las otras noticias. Pero alguien tiene que contarlo y con ello la clase de país que somos; esta suerte de lugar donde todo es posible mientras no sucede realmente nada. A veces parece que permanecemos intactos en el mismo momento que en el siglo XVIII.
Y ese contarnos es tarea de muchos. Es la del arte, por el que apuesto en primer término, siempre. Porque es capaz de transformar el horror en belleza y aún con ello sostener un discurso. Es tarea de los medios de comunicación, denunciando la naturaleza del poder demagógico y desmedido.
Porque se parte de la idea que las cosas no están bien ahora; pero que pueden estar mejor. Y quizá la primera gran tarea es hacer visible la desigualdad, el racismo y la aceptación de reglas que convienen sólo a quien sostiene el poder.
Una vez desnormalizado el horror, vendrá construir un lenguaje que desprecie la violencia e invite al diálogo. Que construya una idea de comunidad, con puntos accesibles para todos.
Pero para todo ello, se necesita especialmente de los medios de comunicación y Plaza Pública nace con la idea de aportar con reportajes incisivos, profundos y bien escritos, sobre la manera en que el poder es ejercido, el poder hegemónico.
Como tal, ha tenido logros enormes en sus primeros dos años. Ha sido un punto de encuentro entre la gente que considera oportuno el mejorar la situación del país, entendiéndolo como es: un sitio de diversidad. Desde sus reportajes, entrevistas profundas y blogs, se ha discutido a lo largo de dos años qué es Guatemala y cuáles son sus heridas supurantes. Aplaudo ese esfuerzo y me parece valiosísimo. Por eso me honra estar en sus filas.
Sin embargo también se han cometido errores, algunos más graves que otros. Uno de ellos es la reciente censura de un blog. Por donde se mire, es un hecho deleznable. No hay justificación. Es algo que hay que aceptar como una lección de humildad: nunca debe uno ponerse en un plano de superioridad moral, porque no se está exento de cometer errores y actos despóticos.
Es una equivocación que debe ser superada. De esta lección también tomo la transparencia con la que se ha manejado el tema. Me parece valioso que la discusión se haya abierto para que la gente se entere de los motivos del cierre.
Lo siento mucho por Oscar y Walda, quienes desde su blog estuvieron jugando al equilibrista en cada post. Y quizá, como lo señala Oscar, sin querer, se ha abierto una discusión necesaria: qué hacer para lograr una prensa con mayor libertad.
Para lograr un medio de comunicación con mayor libertad, primero habrá que convencerse de su necesidad. Saber claramente por qué se necesita contar las cosas aún y cuando no convengan a todos o algunos.
Luego debemos entender que un medio con libertad tiene un costo. Noticia primera: los periodistas y columnistas tienen qué comer y lo hacen con lo que ganan de su trabajo. La discusión deberá entonces centrarse en cómo conseguir un modelo financiero sostenible. Porque de gratis nada. Y entender que ese financiamiento siempre supondrá una dependencia. Sin excusas. Porque hasta en el modelo ideal cuando el medio depende del lector, jamás se tocarían temas impopulares o incómodos y será un cuento de no acabar.
El balance de estos dos años favorece al equipo. Celebro el trabajo de toda la redacción, de mis colegas columnistas y de la gente que se encarga de las relaciones públicas del medio. Apuesto porque se celebrarán muchos más aniversarios. Espero que en el crecimiento también incida en nuestra madurez como medio, al punto en que se logre mayor libertad.
Sé que siempre habrá gente interesada en que nos vaya mal. Pero qué va. Llevo doce años trabajando en una institución impopular y entiendo que con persistencia, se pueden hacer bien las cosas, también con mucho de necedad. Sabiendo que en periodismo como en la Fiscalía, no se está para hacer amigos; y que no venimos a surfear las olas de la popularidad, porque uno está hecho para aguas más profundas. Qué alegría: yo ya estoy listo para ir al fondo del mar.
Más de este autor