Desde hace meses hay una idea que da vueltas en mi cabeza una y otra vez: ¿cómo es que la sociedad guatemalteca siempre gravita alrededor de los mismos problemas y dilemas?; ¿cómo es posible que, habiendo tantos proyectos y actores que desde hace años buscan un cambio para Guatemala, nuestra sociedad sea tan resistente al cambio?; ¿cómo es posible que el guatemalteco olvide tan fácilmente los problemas y se dedique tranquilamente a sus labores cotidianas sin que nunca exista un desbordamiento de la indignación como el ocurrido en el 2015?
Un primer indicio para indagar en las respuestas a estas angustiantes preguntas se encuentra en la lógica de los debates que periódicamente se desatan en Guatemala. El tópico de discusión de este fin de semana fue el denominado caso del Doctor Portazo, que hace referencia a un conflicto entre un médico y su paciente. Hace unos días la atención estaba en los secuestros de mujeres jóvenes y en la forma en que el juez Mynor Moto estaba dirigiendo las audiencias en el caso Libramiento de Chimaltenango, entre otros muchos focos de atención, incluido el caso de las 22 maletas que contenían una cuantiosa suma de dinero.
A lo largo de los años he visto aparecer y desaparecer tantos temas que en sí mismos darían mucho que hablar: el asesinato de los diputados salvadoreños del Parlacén, la quiebra del Banco de Comercio, el divorcio presidencial Colom-Torres, los accidentes de buses por conducir a alta velocidad, el asesinato del cantautor Facundo Cabral, el deslizamiento de tierra en la comunidad de El Cambray II, la tragedia ocurrida en el hogar seguro Virgen de la Asunción, los escándalos y las investigaciones alrededor del expresidente Jimmy Morales y el largo proceso inconcluso de elección de cortes, entre muchos temas que aparecen, generan indignación y desaparecen en la nada. Luego, nadie les da seguimiento, nadie se inmuta si alguno de esos casos nunca se resuelve, a menos, claro, que ocurra algo que vuelva a poner ese tema en el radar de la opinión pública.
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Pero lo realmente sorprendente no es que la ciudadanía se encandile periódicamente con noticias destinadas a ser estrellas fugaces o, como se dice en Colombia, flores de un día. Lo que realmente desconcierta es cómo la mayoría de los analistas y de los centros de pensamiento tienen tan poca capacidad de darles seguimiento a muchos de estos problemas, quizá en parte debido a que en Guatemala no existen verdaderos centros de pensamiento estratégico, especializados en diferenciar la paja del trigo.
Contribuye enormemente a la dispersión de temas la emergencia de nuevos fenómenos mediáticos que han sido caracterizados de varias formas: desinformación (información falsa deliberada), misinformación (información falsa no deliberada), malinformación (información real pero tergiversada), posverdad (apelar a la subjetividad más que a la razón) y las fake news, o las estrategias de desinformación que utilizan alguna o todas las anteriores. La base de todas ellas es apelar a la indignación ciudadana controlada, focalizada, que está destinada en realidad a desviar la atención de los problemas principales que aquejan a una sociedad. Lamentablemente, nuestro tiempo es terreno fértil para este tipo de estrategias de manipulación mediática:
«La era digital está viviendo un problema serio de desinformación a través de las noticias falsas, diseñadas para engañar y manipular a las audiencias y que adquieren un poder de influencia mayor que los hechos reales en la formación» (Ivanna Torrico).
Los estudios parecen apuntar a que las campañas de desinformación se divulgan más rápido y causan más impacto que cualquier otro tipo de comunicación social o política, ya que tienen el 70 % más de probabilidades de ser replicadas que el resto de las noticias. «Las noticias falsas enganchan más, generan más interacción y se comparten mucho más» (Sarah Romero).
Concebir una forma de contrarrestar la fabricación constante de estrategias de desinformación es, por lo tanto, el primer paso que los actores procambio de Guatemala deben dar. De lo contrario, Guatemala seguirá siendo el reino de Nunca Jamás.
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