Yo lo felicito. Su ensayo se sustenta en una buena revisión bibliográfica y sus argumentos están en línea con las piezas estructurales de su discurso.
Con mente abierta lo leí completo. Debo admitir que en la segunda lectura me quedé pensando en el título, la loza fundida sobre la que descansa el edificio. Fue un descubrimiento importante. Necesitamos salir de la trampa del empleo agrícola. ¿Trampa?
Las críticas del ensayo a las políticas agrícolas guatemaltecas son ciertas, y se añade el déficit en investigación y desarrollo, así como en educación (de lo que no se escapa la industria).
«Necesitamos movernos de la búsqueda de la utopía inalcanzable y caminar en el sendero de lo posible, como lo hiciesen Cardoso y Lula en Brasil», dice el ensayo.
¿El desarrollo sostenible de la agricultura rural es la utopía inalcanzable, y la industria ligera de exportación, el sendero de lo posible?
¿Qué hicieron Cardoso y Lula? Según sus críticos de izquierda, las políticas integrales de desarrollo no eran revolucionarias (a la manera en que ellos veían-deseaban la revolución). Se tildaron de tibias, insuficientes, alineadas con el capitalismo y dirigidas nada menos que por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Aunque su reforma social y económica pivotó sobre el capitalismo, aquellas políticas sacaron de la pobreza a 28 millones de brasileños.
¿Cómo lo consiguieron? Apoyando la agricultura familiar, reformando la tenencia de la tierra en el agro (sin entrar en medidas expropiatorias), invirtiendo en investigación y extensión agropecuaria y ampliando la base tributaria por medio de una reforma fiscal. Para tomarse una idea de las dimensiones innovadoras de aquellas políticas, baste enterarse de que la figura de la medianía (el dueño de la tierra la da a cultivar, y la cosecha se divide por mitades) se convirtió en ochenta por ciento para quien trabaja la tierra y veinte para el propietario. Nada de expropiar tierras ociosas o en producción. Nada de lucha armada, pero sí mucha lucha por parte de organizaciones campesinas que aprendieron a leer la historia.
Claro que Cardoso y Lula impulsaron la industria e introdujeron reformas amplias. Fue un paquete completo. Entonces, ¿cuál es la utopía que debemos abandonar? Cardoso y Lula nos aseguran que el desarrollo de la agricultura familiar sostenible no es esa utopía y que el agricultor que llamamos de subsistencia no tiene que serlo siempre, que puede ser articulado a las cadenas de valor en el agro.
El ensayo también nos dice que la propuesta de salarios diferenciados es «una propuesta pragmática donde coinciden los intereses de desarrollo del interior de Guatemala, los trabajadores informales y agrícolas de la provincia y el sector de manufactura ligera, donde es posible atacar los problemas de pobreza de manera sostenible». ¡Alto ahí! ¿En qué momento participaron los trabajadores informales y agrícolas en la elaboración de la propuesta? ¿Con qué bases podemos decir que en ella coinciden los intereses de la sociedad? Esta es una propuesta de dudosa paternidad, aunque es el Ejecutivo el que asentó la partida de nacimiento. Hay que hacerle una prueba de ADN.
La argumentación se basa en un modelo de desarrollo sobre el que pocos han sido consultados.
Desde mi punto de vista, la utopía esta aquí: «Lo que Guatemala necesita son opciones claras de empleo y que abran el camino para mejores niveles de ingreso impulsando mayores grados de urbanización y menores niveles de migración». El desarrollo de la industria ligera de exportación como vehículo para el desarrollo de las zonas rurales me suena más a utopía que lo que ya consiguieron en buena parte Cardoso y Lula. Además, ¿quién pidió más urbanización?
«La industria de exportación ha sido la respuesta a la generación de empleo y al logro de mayores salarios, desde Inglaterra en el siglo XVIII, a Alemania en el siglo XIX, a Japón y a Corea del Sur en el siglo XX y a China en el siglo XXI», agrega el ensayo. Habrá que preguntar a los expertos si los casos anteriores fueron de maquila o si se basaron, entre otros, en una sofisticada industria alimentada por las guerras y destinada a alimentar estas. Los casos europeos y asiáticos son diferentes. El análisis debe ser profundo y diferenciado. Además, ¿acaso el modelo no fue tan imperfecto que hasta causó la migración masiva de europeos, tantos como para poblar un país que hoy llamamos Estados Unidos de América?
A estas alturas de la discusión conviene establecer algunas definiciones. En el contexto de Guatemala, ¿qué significa exactamente industria ligera de exportación?
¿Qué definición podemos dar al salario mínimo? Sigue la lectura: «Pareciera que existe una división profunda entre quienes lo ven como un símbolo de un Estado autoritario que impone sus caprichos y aquellos que lo observan como el emblema de un Estado bondadoso que busca construir un mejor país». Ni lo uno ni lo otro. Hay que revisitar el tema y presentar una definición del término. Al fin de cuentas, ¡todo esto es acerca de los salarios mínimos!
Veamos esta perspectiva: nadie monta una empresa para perder. O para hacer patria. La motivación se llama ganancia, renta. El trabajador debe ser visto como un pequeño propietario que vende un factor de producción: fuerza de trabajo. ¿Acaso no tiene derecho a usar la misma lógica que el empresario? ¿Acaso entrega su capital para que «la empresa crezca y, en un futuro incierto, pueda darme un ingreso que me lleve al desarrollo»?
Desde la Colonia, pasando por Prebisch y hasta nuestros días, las industrias y los grandes negocios han crecido al amparo de incentivos y privilegios que se usan y abusan a voluntad. ¿Cuándo se dará una oportunidad de parecidas dimensiones a la agricultura familiar y al desarrollo de los pequeños agronegocios? A lo Lula nada más, para no pedir utopías.
Finalizo con otra cita al ensayo, en el cual se reconoce que «la discusión sobre el salario mínimo diferenciado es más complicada de lo que parece» y que «tiene distintas aristas que necesitamos comprender».
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