El documental revisa los casi últimos dos siglos de la historia griega, pero hace una parada curiosa en 2006, en Quito, Ecuador, cuando el presidente Rafael Correa expulsó del país a los delegados del FMI y el Banco Mundial que le exigieron destinar los recursos obtenidos de la venta del petróleo al pago de la deuda externa. Correa aplicó entonces el concepto de deuda odiosa, para repudiar una parte de la deuda externa.
Deudocracia cautivó mi atención en el contexto actual, y es que el próximo domingo se repetirán las elecciones en Grecia. Europa, y en cierta forma, el mundo entero, estará al pendiente de unos resultados que podrían decidir la continuidad de Atenas en la zona euro.
La edición de El País del pasado miércoles, da cuenta de cómo los ciudadanos griegos retiran sus ahorros de los bancos y se aprovisionan de comida, a la espera de lo que podría ser un caos mayúsculo, en el caso de un triunfo de la izquierda, que propone el fin de las medidas de austeridad establecidas por la Troika. La nota de El País viene acompañada de la fotografía de una joven pareja pidiendo limosna, con su hijo en brazos, imagen que puede constituir una postal de las más de 30,000 personas que han perdido sus hogares en este año y viven en las calles de Atenas.
Las cifras de Grecia con desalentadoras. Con un 22% de desempleo, que alcanza especialmente a más de 57% de los jóvenes, el país ha sido objeto de severos recortes en los gastos sociales, aprobados en febrero de 2012 a través de un memorándum firmado con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Unión Europea, que han colocado a la población en una situación dramática, que mezcla aumento de impuestos, reducción de las pensiones, desempleo, con recortes en salud y educación. Estas medidas son el precio a pagar por un plan de rescate que mantiene la respiración artificial del Estado griego, al cual inclusive se le ha concedido una importante reducción de su deuda. Sin embargo, los acontecimientos últimos han detenido el flujo de fondos, y el gobierno de Atenas cuenta con dinero para operar hasta inicios de julio. Luego de eso, no queda nada en las arcas fiscales para pagar a nadie.
Mientras, las agencias calificadoras de riesgo vaticinan la revisión a la baja de las calificaciones de todas las economías europeas si Grecia llega a dejar el euro, incluyendo a aquellas consideradas AAA. Los países europeos preparan medidas que aislarían a Atenas para evitar el contagio de sus males. Se han hecho públicas la posible suspensión de los visados Schengen, y limitar los retiros de dinero en efectivo de cajeros automáticos.
Sin embargo, lo peor podría estar aún por venir para el ciudadano ordinario en Grecia. Cualquiera sea el resultado que se produzca el domingo, parece previsible que el vencedor buscará presionar a la Troika a renegociar el memorándum. En este extremo, es posible que el flujo de recursos del BCE a Grecia se detenga, asfixiando al país. Y es que en círculos políticos, en Europa parece existir un hastío con la clase política griega, que deja a algunos, como el ministro británico de finanzas, sugerir que Europa debería sacrificar a Atenas para mantener a la Unión Europea- esto sin olvidar las declaraciones de la directora del FMI, comentadas en alguna otra de mis columnas.
El panorama se plantea sombrío para los ciudadanos comunes. Esos mismos ciudadanos de a pie, que ven cómo el sistema bancario español es rescatado por la Unión Europea, mientras se siguen ejecutando sus hipotecas, en un país lleno de viviendas vacías.
Como un apunte curioso, deudocracia señala que uno de los funcionarios expulsados por Correa es ahora parte de la Troika en Atenas. Las semanas siguientes nos mostrarán cómo evoluciona esta situación, pero por ahora, todo parece indicar que a Grecia le viene el tiempo de los radicales, tal como le llegó, para bien o para mal, la revolución ciudadana al Ecuador.
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