En ciudad Gracias estuvo situada la Audiencia de los Confines. El tratadista Gustavo Adolfo Villalobos —citando a Clemente Guido y refiriéndose al obispo Antonio de Valdivieso (+1550), un férreo crítico de tan alto tribunal— explica, en relación con la opinión que dicho prelado tenía de dicho organismo: «Él sabe que las audiencias fueron creadas como instituciones reguladoras de la justicia en las regiones conquistadas y [que su] misión es ejecutar las legislaciones reales sobre el trato de los indios. En este sentido, la audiencia debería ser una aliada en la defensa del indio, incluso de la función del obispo como protector de indios, mas “las principales autoridades de la Audiencia de Guatemala le eran agresivas, pues, como él decía, ellos eran los principales perjudicados con las Leyes Nuevas de Indias dictadas por Carlos V, pues el nivel de corrupción y desenfreno explotador de los conquistadores no reparaba en ningún remedio espiritual para los indígenas, mucho menos físico” [1]» [2].
El descontento no era exclusivo de Antonio de Valdivieso. También lo era de otros obispos de su talante. La molestia gravitaba alrededor de la actitud de Alonso de Maldonado, el primer presidente de la audiencia, quien se había convertido en cómplice de los encomenderos no obstante que su puesto le fue otorgado por el rey gracias a los oficios de Bartolomé de las Casas. Finalmente, De las Casas terminó excomulgándolo.
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Hay un párrafo (casi inverosímil) en una de las cartas que Antonio de Valdivieso le escribe a Carlos V. Llama a su conciencia y le pide justicia. Textualmente dice, refiriéndose a los indígenas: «Tampoco las justicias ordinarias les hacen ningún caso, porque tienen por gran afrenta la más mínima ayuda que se dé a estos miserables, pues están acostumbrados a servirse de ellos, de sus mujeres, hijos y haciendas. Hasta les parece que es un obsequio el tiempo que necesitan para dormir, y se lo quitan siempre que pueden […] Bienaventurados se puede llamar a los más desventurados esclavos del mundo, comparados con estos vasallos de Su Majestad de quienes ha de dar cuenta a Dios» [3].
La última oración es lapidaria: «Bienaventurados se puede llamar a los más desventurados esclavos del mundo, comparados con estos vasallos de Su Majestad de quienes ha de dar cuenta a Dios».
Siglo XVI y siglo XXI: el hambre, la explotación, el poco tiempo para dormir y otros sometimientos provocados por los seres humanos. La explotación del hombre por el hombre. Tan lejanos como cinco siglos atrás en nuestra historia, tan cercanos como en la Centroamérica de hoy. Y no pueden dejar de compararse aquellos terribles sucesos con los actuales, pues hasta necesario fue crear una Audiencia de los Confines entre Guatemala, Honduras y Nicaragua en el siglo XVI supuestamente para resolverlos, como necesario fue crear en el siglo XX una Corte de Constitucionalidad en Guatemala habiendo un Ministerio Público, una Procuraduría General de la Nación y una Corte Suprema de Justicia.
Existía ayer y existe ahora una misma basa. Se trata de la corrupción y de las dictaduras. Así, poco o nada ha cambiado. La forma sí, el fondo no. Y todo ese entramado infernal maquillado en aquella época como un intento civilizador y de salvar las almas, hoy retocado como una caricatura de democracia.
A manera de queja, Valdivieso y De las Casas decían que, cuando ejercían su ministerio en favor de los desposeídos, se les acusaba (por parte de las autoridades) de soliviantar los ánimos de la población. En cambio, a los prelados que callaban se les tenía por benditos.
¿Ha cambiado algo en 500 años? Yo creo que solo la tecnología y el maquillaje.
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[1] Guido Martínez, Clemente (2001). Fray Antonio de Valdivieso. Pastor, profeta y mártir. Nicaragua: Editorial Pavsa. Pág. 64.
[2] Villalobos Brilla, Gustavo (2004). Monseñor Antonio de Valdivieso: rasgos para el episcopado latinoamericano. Nicaragua: Editorial Lascasiana. Pág. 64.
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