Y ello porque, luego de pasada la primera ronda electoral, los ánimos de nuevo empiezan a caldearse. Pero ahora, paradójicamente, no para salir a las calles de nuevo, sino para realizar una especie de proselitismo gratuito, ya sea a favor o en contra de alguno de los dos candidatos.
Vuelvo a la cuestión de la interpretación. ¿Por qué la clase media es cómo es?, nos preguntamos. Y es aquí donde yo, luego de estas breves lecturas, descubrí el agua azucarada: cada uno es producto de lo que vive interna y externamente. Por lo tanto, ¿qué ha vivido la clase media como tal? Si tomamos en cuenta los últimos 60 años, desde finalizada la Revolución de octubre hasta acá, muy poco y siempre de lo mismo.
Veamos: el conflicto armado interno, que duró 36 años, se llevó a cabo fundamentalmente en el área rural. Las clases medias urbanas no vivieron de lleno la represión. Los medios de comunicación (todos ellos alineados a las élites) pasaban la información filtrada a favor de un solo grupo. Hasta 1987, aproximadamente, no había televisión por cable, sino solo canales locales, y tanto estos como los periódicos estaban mediatizados y censurados, al igual que las estaciones radiales.
Digamos que la clase media escuchaba, leía y miraba solo lo que les convenía al Ejército, al gobierno militar de turno y a las élites empresariales. Unido a ello, el currículo escolar en el área de Ciencias Sociales (en ese entonces Estudios Sociales) estaba planteado para que sus contenidos no abarcaran más allá de la Independencia y excluyeran la historia reciente. De derechos humanos y demás materias similares, nada de nada. La lucha de los pobres, sus necesidades y su miseria eran vistas como si fueran una realidad no de este país, sino casi que de otro planeta. La clase media guatemalteca veía (¿ve?) el mundo indígena y pobre del país con ojos de turista extranjero.
Los resultados son entonces obvios: si se escucha que el soldado es el héroe que defiende la patria; si se lee que los guerrilleros quieren destruir la propiedad privada (aun cuando la de la clase media es más bien mínima y casi inexistente); si se escucha, ve y lee que estos, además, matan niños inocentes, violan mujeres y son la encarnación misma de Satanás, pues nada más lógico que creer que efectivamente las cosas son así. Los pensamientos derivados de este tipo de información terminaron por configurar una manera particular de ser, de ver las cosas y de actuar.
No obstante, finalizada la guerra, en el país se tuvo la oportunidad de conocer las atrocidades de esta y de situar a cada participante en el lugar que le corresponde en la historia. El bien planeado y ejecutado asesinato de monseñor Gerardi impidió que esta información se divulgara de manera efectiva y constante. Hoy son pocas las personas que conocen y han leído los informes.
Así, la clase media siguió, incluso años después de la firma de la paz, con el mismo pensamiento que fue afianzado durante la guerra interna de una manera tan efectiva y maquiavélica. Es claro, finalmente lo entiendo, que, para la mayoría de personas de dicha clase social, la guerra interna ocurrió casi tan lejos como ocurre ahora la de Siria, aun cuando haya sucedido en el interior. Si murieron personas, para la clase media está justificado en esa dinámica de lo que se conoce como métodos contrainsurgentes, porque la gente que murió se lo merecía, porque seguramente estaba metida en algo. Bajo este criterio tan bien estructurado, por supuesto que no hubo genocidio y no hubo muertes injustas, es decir, aquí no pasó nada. Al menos nada que pueda considerarse injusto.
Y como para la mayoría de la clase media esos miles de muertes no constituyen nada que valga la pena defender, aquella simplemente no dice ni hace nada. No es indiferencia ni apatía. Es solo que no vale la pena luchar o manifestar descontento por que a otro u otra le pase algo (sea la muerte, la tortura, el secuestro político), porque en el inconsciente colectivo se cree que por algo les pasó y, sobre todo, que se lo merecían.
No sucede lo mismo cuando se trata de dinero. Porque el dinero es el producto del trabajo honrado de la clase media. Con dinero una persona de clase media planea tener una vida un poco más cómoda para su familia: comprar una casa y un auto, salir de viaje de vez en cuando, darse algunos gustos. Y enoja pagar impuestos (la mayoría, aunque quiera, no los puede evadir) y ver que unos políticos (por los que además votaron) se los roben tan descaradamente. Eso sí que enoja. Eso sí que merece salir a las calles a protestar.
No es en realidad que la clase media sea contradictoria. Más bien es el resultado de décadas de adoctrinamiento ideológico. Digamos que ahora abrió un hoyo en el cascarón y empezó a vislumbrar que tal vez la cosa pueda ser distinta allá fuera. Un poco como en el mito de la caverna.
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