En mayo de 2017 fue un loro el responsable de un apagón en la ciudad capital. El infortunado animalito se paró sobre un transformador durante un momento de lluvia y provocó un cortocircuito que lo dejó colgando de uno de los cables. El incidente afectó la avenida Elena y parte del anillo periférico.
Ante estos y otros hechos que reseñaré a continuación, uno se pregunta: «¿En qué país estamos?». Porque ni en Macondo sucedían vicisitudes tan insólitas como las que casi a diario vemos o escuchamos en nuestros lares. Veamos. Un cortocircuito provocado por alguna falla técnica no debería suceder, pero se entiende. En Guatemala se entiende. Empero, que un tacuacín y un loro pongan a oscuras a toda una población es poco menos que inaceptable.
Y los hay muchos otros tan insólitos como solo pueden serlo un tacuacín y un loro provocando un apagón. ¿Los revisamos? Bien, hagámoslo.
Tan insólito como el loro: que una cubana y sus adláteres hayan irrumpido en una conferencia de prensa del Tribunal Supremo Electoral y de la Cicig para gritar consignas en contra de dichas instituciones. Como si fuera poco, también agredieron verbalmente a los periodistas que cubrían el evento.
Tan insólito como el tacuacín: que los diputados partícipes del pacto de corruptos, al mejor estilo del Didelphis marsupialis (señor de la noche), avancen en malsanos propósitos como darle vía libre al transfuguismo y blindar a Jimmy Morales para que no proceda su antejuicio.
Tan insólito como el loro: que el ministro de Gobernación haya dicho que el fiscal Juan Francisco Sandoval sobredimensiona el hecho de no habérsele prestado el recurso humano para realizar los operativos de la fase dos del caso Construcción y Corrupción. Ajá. ¿No es precisamente ese el caso que involucra al exministro de Comunicaciones Alejandro Sinibaldi? El ministro Degenhart debe recordar que se investiga lavado de dinero y cobro de millonarios sobornos.
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Tan insólito como el tacuacín: la captura de dirigentes campesinos que defienden su territorio y sus ríos. Los encadenan de manos y pies como si fueran terroristas de la peor lacra. Ah, pero jueces suplentes, en ausencia de los titulares, otorgan medidas sustitutivas a cuestionados personajes no precisamente campesinos. Ojalá el Ministerio Público logre su propósito respecto a las apelaciones (en tales casos) porque pareciera que los cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad (ciacs) están tomando un segundo aire.
Tan insólito como el loro: el aparecimiento de pseudolíderes de la vieja manera de hacer política con su estilo pico de oro, tratando de convencer al electorado de que ya cambiaron, pagaron sus culpas, rezaron el Confiteor, hicieron su acto de contrición, recitaron el trisagio, y que juran que solo están —con su enorme experiencia— asesorando a los jóvenes que se inician en la política partidista. ¡Vaya embusteros esos! Como bien reza un dicho caribeño (también utilizado en América del Sur): «A mí no me engañas, chaleco, que yo te conocí con mangas».
Ni dudarlo. Hay muchos otros hechos insólitos por referir, pero un representante del reino Animalia me ha pedido que no siga comparando el tacuacín y el loro con semejantes especímenes (los politiqueros). Argumenta que ellos (el Didelphis marsupialis y el lorito, del orden de los Psittaciformes) son nobles, honrados, honestos, muy distinguidos, y me ha dicho que merecen respeto. Concedo. Le doy la razón y presento a los animalitos mis más cumplidas disculpas.
Hasta la próxima semana si Dios nos lo permite.
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