Se dice que para ser rico hay que trabajar mucho. Otros dicen que el mercado recompensará su contribución a la sociedad o el valor que usted agregue a lo que produce. La evidencia muestra que a más educación más ingresos. Pero veamos la realidad en Guatemala: según un reportaje de Soy 502 con datos de Forbes (2012), «los ingresos del director guatemalteco corporativo de Cementos Progreso en 2012 alcanzaron cerca de 508 millones de dólares». La publicación no especifica si se trata de los ingresos de su participación como socio propietario de la cementera, de su salario o de ambos. Suponiendo que el director de Cementos Progreso modestamente recibe el 10 % de ese monto, tendríamos que gana 98.00 dólares estadounidenses ($) por cada minuto que pasa[i]. No es que el directivo sea malo o bueno. Sencillamente, como cualquier otra persona, busca maximizar su propio beneficio.
El salario mínimo diario, por su lado, es de unos $11.59, o bien $1.45 por hora[ii].
Poniendo en perspectiva lo anterior, en el recién estrenado 2017, a las 12 con 9 minutos, cuando aún los cuetes estaban sonando, el ejecutivo y afortunado heredero de la cementera generó más que lo que un obrero generará en un día ganando el salario mínimo. A las 3 a. m. del 1 de enero, el millonario obtuvo lo que un albañil gana en un mes trabajando. Durante las primeras 13 horas del año nuevo (justo después de los cuetes de mediodía), los ingresos del empresario del cemento equivalen a lo que un operario en un call center gana en un mes.
Trabajando 24 horas, a un albañil le tomaría un año y tres meses ganar lo que el multimillonario ganó durante el primer día del año 2017. Una maestra o un maestro estaría ganando esa cantidad hasta el 25 de agosto de este año.
Seis de cada diez guatemaltecos viven debajo de la línea de pobreza[iii]. En 96.6 años estas personas tendrían, trabajando 365 días al año, los ingresos de un solo día del ejecutivo del oligopolio del cemento, uno de los cuatro multimillonarios guatemaltecos.
Las desigualdades en los ingresos son esperadas y normales en una economía de mercado. Sin embargo, para ser justo, el mercado debería descansar en un marco que provea condiciones de movilidad social hacia arriba. Es decir, cualquier persona que nazca en un país con una economía basada en los mercados debería tener el mismo acceso a ganar lo que hoy ganan solo unos cuantos multimillonarios y sus herederos en el tiempo.
La movilidad social hacia arriba es rígida en Guatemala. Si alguien nace en una familia pobre en Guatemala, aunque trabaje duro en la maquila o en cualquier otra empresa, tiene más chances de morir pobre y de heredar pobreza y deudas a sus hijos que de salir de su condición. Si alguien nace en una familia del 10 % superior en los ingresos, tiene más chances de heredar a sus hijos e hijas la permanencia dentro de ese mismo estrato sin mucho esfuerzo y estudios. Esa es la desigualdad estructural de la riqueza.
Los mercados fallan cuando una industria concentra pocos suplidores que abusan de su poder monopólico al no haber alternativas de oferentes. La concentración de una sola empresa dominante en una industria permite a esta establecer precios discrecionalmente por encima del equilibrio de un mercado perfectamente competitivo. A más competencia, más soberanía para el consumidor. Mientras menos concentrada sea la industria, el comprador tendrá más opciones para negociar y, en consecuencia, más poder para bajar el precio hasta llegar a un punto óptimo en la distribución usando el sistema de precios.
Resulta que Cementos Progreso concentra el 84 % de la oferta de concreto en el país. No sorprende que las cuatro personas más ricas de Guatemala sean dueñas de industrias oligopólicas[iv]. Nada de mercados competitivos por ahí.
La idea de una economía de libre mercado es precisamente producir y distribuir bienes valiosos para los consumidores de la forma más eficiente posible, una en la que el consumidor y el productor maximicen su bienestar según la premisa del óptimo de Pareto: nadie está mejor a costa del beneficio de alguien más. Si el beneficio es maximizado por una de las dos partes en detrimento de la otra, sucede un fallo en el mercado y, por consiguiente, en el sistema.
Un operario de un call center con la misma educación universitaria que el gerente de una industria oligopólica gana un salario bastante desproporcionado en relación con este. ¿Cuánto invirtió el multimillonario en su educación y cuánto el operario del call center? ¿Quién trabaja más: la operaria de la maquila o el heredero de fincas? ¿Quién gana más? ¿Quién merece más? ¿Quién corre más riesgos para invertir en un nuevo negocio: la mujer que dejó todo para venir a la capital a vender tortillas o alguien que recibió a sus 18 años una casa y una cuenta bancaria con miles de quetzales? ¿Quién contribuye más a la sociedad: el piloto del bus que lo transporta a su trabajo, una profesora en un área rural o un corredor de bolsa? ¿Quién tiene más tiempo para cabildear con presidentes y políticos, asistir a reuniones para hacer más negocios, leer y educarse sobre lo que pasa en el mundo y viajar? ¿Empezamos todos compitiendo en la misma línea de partida para argumentar que cada quien se ha ganado su riqueza y cuota de poder a puro pulso?
La desigualdad estructural que impide la libre competencia y el libre y equitativo acceso a factores productivos debe preocupar a quienes abogamos por mercados sanos, en función del bienestar humano. Que este nuevo año tanto quienes están en lo más alto de la pirámide de ingresos como quienes trabajan duro para sobrevivir empecemos a tomar conciencia y cerremos brechas. Que comprendamos todos y todas, ricos y pobres, obreras y patrones, académicas y políticos, que mientras la riqueza se concentre en pocos el subdesarrollo es de todos. Que hablar de riqueza sea visto como oportunidad y accesibilidad, y no como una condición de clase heredada al nacer.
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[i] Por hora, $5 879.00. En un día de 24 horas recibiría $141 112.80. Y en un mes, la pequeña suma de $4 233 384. Estos son simples datos.
[ii] $10.59 por día o $1.32 por hora para quienes pegan botones en una maquila.
[iii] Consumiendo el equivalente a $4 por día.
[iv] Telefonía, cementos, pollo, granos, azúcar, cerveza y bebidas gaseosas, entre otras.
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