El Índice de Desarrollo Humano (IDH) es un indicador que desde 1990 publica cada año el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Los parámetros considerados para la medición del IDH son: salud, educación e ingreso. La idea es medir la mejora en las condiciones de vida de los ciudadanos por país.
Desde la publicación del primer Informe sobre Desarrollo Humano la mayoría de los países han registrado un avance significativo en el nivel de desarrollo humano. El Informe de este año publicado esta semana muestra que las tendencias globales en general son positivas y que el progreso continúa. El índice divide los países en cuatro grupos:
1) Países con muy alto nivel de desarrollo humano
2) Países con alto nivel de desarrollo humano
3) Países con medio nivel de desarrollo humano y
4) Países con bajo nivel de desarrollo humano
Cada uno de estos grupos se conforma por 47 países. México se sitúa en el lugar 71 de 187 países evaluados, lo que coloca a nuestro país en el grupo de alto nivel de desarrollo humano.
El Informe reconoce que a nivel global ha disminuido la pobreza. Sin embargo, en las perspectivas de desarrollo la pobreza infantil sigue siendo el foco rojo: según el Informe más de uno de cada cinco niños en países en desarrollo vive en condiciones de pobreza económica absoluta y es vulnerable a la malnutrición. De cada 100 niños que viven en los países en desarrollo (donde vive el 92% de todos los niños), 7 no superarán los 5 años de edad, no se registrará el nacimiento de 50, 68 no recibirán educación en la primera infancia, 17 nunca se matricularán en la escuela primaria, 30 sufrirán retraso en el crecimiento y 25 vivirán en la pobreza, es decir, no tendrán garantizados uno o más de los derechos básicos de nutrición, agua potable, servicios sanitarios aceptables, salud, vivienda y educación.
Actualmente, cerca de 156 millones de niños sufren retrasos del crecimiento como consecuencia de la desnutrición y las infecciones. La desnutrición contribuye al 35% de las muertes ocasionadas por el sarampión, la malaria, la neumonía y la diarrea. Debido a la falta de una nutrición, asistencia médica y estimulación básicas encaminadas al fomento de un crecimiento sano, muchos niños pobres llegan a la etapa escolar sin estar preparados para el aprendizaje, con lo que no rinden en las clases, repiten cursos y tienen una mayor probabilidad de abandonar los estudios. Incluso a los seis años o en el momento de ingresar en la escuela, un niño pobre ya puede estar en desventaja. Pronto se acentúan las diferencias en cuanto a la adquisición de conocimientos que tiene relación directa con el ingreso que recibirán de adultos y la reproducción de la pobreza.
Los países que tienen mejor nivel de desarrollo humano tienen también niveles educativos sobresalientes. La educación en esos países ha sido utilizada como herramienta para igualar de manera eficiente las oportunidades y los resultados. Por ejemplo, la educación pública universal de alta calidad puede mitigar las diferencias educativas entre los niños de familias ricas y pobres.
La prosperidad la viven los países que han logrado reducir la desigualdad en todas las esferas del desarrollo humano. Los países que aspiramos a tener ese nivel de desarrollo debemos empezar por priorizar a los niños con intervenciones oportunas para evitar la desnutrición e impartir educación de calidad. Ambas son condiciones fundamentales para cambiar las proyecciones y permitir que la siguiente generación eleve su calidad de vida.
* Publicado en Animal Político, 25 de julio de 2014.
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