Si revisamos la disponibilidad, podemos darnos cuenta que las causas externas del alza de los alimentos básicos se relacionan directamente con: aumento de la demanda mundial de alimentos; reducción de disponibilidad global de alimentos; atracción hacia el cambio de destino de productos agrícolas; aumento de costos de insumos externos y energía para transporte y procesamiento de alimentos; y movimientos financieros especulativos. A lo interno, las causas principales más evidentes son: sistemas económicos de tendencia monopolista del proceso de producción y distribución de alimentos; dependencia de importaciones e incremento de la factura de importación de alimentos.
O sea que ante la escasez mundial, o los altos precios mundiales que vienen a ser dos caras de la misma moneda, bien se puede decir: ¿de qué sirve tener hambre, si no tengo qué comer?
Todo lo anterior se relaciona con efectos en el mercado de alimentos y en el sector agrícola, tales como: acaparamiento de alimentos motivado por probable aumento de precios a futuro; sobreproducción de alimentos si la atracción de aumento de precios motiva más áreas y/o intensidad de cultivos alimentarios, con baja previsible de precios en el mediano plazo y menor estímulo en la producción de determinado tipo de alimentos en el largo plazo.
Históricamente el efecto del alza de precios ha impactado más a los que invierten un mayor porcentaje de sus ingresos en compra de alimentos. Por eso es que la forma en que afecta a la población rural, principalmente a los asalariados rurales o a los campesinos pobres es dramática, ya que deben necesariamente efectuar una recomposición de su patrón alimentario en detrimento de la situación nutricional.
Pero el círculo vicioso se cierra con la falta de educación; un estudio reciente realizado por el INCAP a 447 hogares que participan en encadenamientos empresariales agrícolas, de artesanías y flores, nos dice que el 73 por ciento de los niños de 0 a 59 meses padece de desnutrición crónica, según la investigación “Seguridad alimentaria y género de los encadenamientos empresariales rurales”.
Con el estudio se pretenden establecer las condiciones físicas de los participantes de los encadenamientos y determinar de qué manera se les puede ayudar. En los resultados del informe se encuentra que la desnutrición crónica prevalece en los grupos indígenas, el 21 por ciento de los niños de 6 a 59 meses padecen de anemia y también el 7.4 por ciento de las mujeres no embarazadas, de un total de 439 evaluadas.
Los encadenamientos empresariales que efectúa la Agexport desde hace seis años han generado US$25 millones en ventas y 22 mil empleos, o sea que el problema va más allá de la generación de ingresos y abasto oportuno. Nos han dicho desde hace mucho tiempo que la estrategia para disminuir la desnutrición debe ser integral, pero al ver ejemplos como este es cuando uno logra entenderlo.
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