Curioso, me acerqué para observar de quién se trataba. El tipo iba muy bien vestido y no obstante la penumbra, su rostro me pareció conocido. Monumental fue mi asombro cuando me percaté que se trataba de uno de los candidatos favoritos para ocupar una curul, representando a Alta Verapaz, en el Congreso de la República.
Cuando le comenté a mi madre el asunto, me respondió lacónicamente: “Para muestra un botón”.
Un mes después comprendí la razón por la cual mi madre invocó el refrán del mariscal Hindemburg para referirse al sujeto. En un mitin, escuché al flamante candidato ponderar la sobriedad, el deporte para enfrentar los vicios, el valor de una familia unida y poco faltó para declararse Predicador Pontificio. En esos días, todos los miembros del repugnante Movimiento de Liberación Nacional se confesaban católicos, apostólicos y romanos.
Así, acrisolé lo que ya venía fraguándose en mi mente y encarnándose en mi corazón: Ser político partidista en Guatemala, salvo honrosas excepciones, era equivalente a ser un grandísimo mentiroso.
Hoy, 7 de julio de 2014, la situación sigue exactamente igual. Veamos botones y muestras.
El día 4 recién pasado, el Tribunal Supremo Electoral suspendió a 11 partidos políticos. Durante seis meses no podrán ejercer actividad política alguna por haber incurrido en campaña electoral adelantada. Y el día 5, los representantes de las agrupaciones afectadas, excepción hecha de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), en lugar de mostrar vergüenza y pena, madrugaron para rasgarse las vestiduras.
Los representantes de Unión del Cambio Nacional (UCN); Compromiso, Renovación y Orden (Creo); Libertad Democrática Renovada (Lider); Partido Patriota (PP); Partido de Avanzada Nacional (PAN); Todos; Partido Republicano Institucional (PRI); Partido Unionista (PU); Corazón Nueva Nación (CNN) y Partido Victoria se dieron a la tarea de opinar de una manera grotesca. Colijo entonces: inseparable ralea del mismo sumidero.
¿Quién no ha visto hasta nuestros símbolos patrios como la ceiba, pintarrajeados con los colores de ciertas agrupaciones políticas? ¿Han respetado los brazos y peculiares rocas en las orillas de las carreteras? ¿Han consultado a expertos en impacto ambiental la colocación de sus desagradables vallas incluso en miradores turísticos? Y, no menos importante, ¿han respetado los tiempos dictados por la Ley Electoral y de Partidos Políticos?
Pero no. Ellas y ellos se consideran angelitos. Por esa razón, —después del trueno—, sus variopintas declaraciones van desde, asegurar que los términos proselitismo y campaña son diferentes (como si el DRAE definiera sus irrespetuosos quehaceres) hasta anunciar el ya trillado “uso de recursos legales”.
Botones y más botones.
En el entretanto, han vuelto: El espionaje telefónico, orejas parando las ídem, la criminalización de las protestas populares, mayúsculos robos disfrazados de chuscos eufemismos, la militarización de la burocracia estatal y la expulsión de extranjeros a quienes, algunos miembros del gobierno, consideran personas no gratas por denunciar los atropellos de ciertas empresas transnacionales.
Muestras y más muestras.
De nuevo, como en los siglos pasados, la mentira es su basa.
De bien nacidos es aplaudir la resolución emitida por el Tribunal Supremo Electoral plasmada en el Acuerdo 147-2014. De reconocer también que, la medida es eminentemente correctiva y sin dedicatoria. Es decir, apegada a derecho. Y han aclarado los señores magistrados que podrá levantarse si tales agrupaciones cesan en su porfiada obstinación.
Ojalá los politiqueros entiendan. Lo considero difícil porque, al hacer un collage con sus fotografías, bien podríamos cantar una lotería muy nuestra: El borracho, el valiente, el catrín, la muerte, la bota, el diablo, el gallo y cuanto espantajo tendremos en breve mostrando su sonrisa forzada, hipócrita y sardónica. Y esa clase de personas difícilmente ve más allá de su nariz.
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