De la idolatría a la decadencia

Este concepto se origina en la Ilustración, el supuesto desorden que existía en esa época respecto a las varias fuentes del derecho (la costumbre) y en cuanto a quiénes producían ese derecho, dio lugar al “legicentrismo” o a la confianza excesiva que se le da al legislador, quien a través de la razón encuentra todas y las mejores soluciones a los problemas sociales.

En un principio se confiaba en la racionalidad del legislador, luego la racionalidad fue perdiendo valor y la voluntad del legislador fue ganando terreno. La ley es la ley porque viene del órgano encargado de producir leyes. Se anula la necesidad de que las leyes fueran legítimas, que fueran justas.  La historia del mito y de la decadencia de la ley es larga y no pretendo abordarla en esta columna.

En la actualidad se comenta sobre la necesidad de que los diputados sean mejor educados, que se les exija tener un título universitario. Como que si con un título universitario las leyes fueran a ser mejores, como que si la voluntad del diputado va a hacer mejor si fue a la Universidad.  Yo considero que es importante plantearse cómo se diseñan esas leyes que tanto clamamos y de las cuales siempre nos decepcionamos. 

Las nuevas tendencias parlamentarias buscan precisamente eso, crear un diseño que permita que las normas no sean redundantes, confusas, contradictorias y no digamos inconsistentes. Para lograr lo anterior se plantea la necesidad de separar el proceso en tres: 1) pre legislativo, 2) legislativo, 3) post legislativo.

En el primero se resuelven interrogantes tales como: ¿qué pasa si no se hace nada? el no legislar a veces es bueno, a veces es necesario que los jueces u otras instituciones resuelvan los problemas con mecanismos distintos a la ley. Esto permite que la decisión y el poder se trasladen y no se concentren en el Congreso. En el segundo, entre otras cosas, se debería resolver las posibles inconstitucionalidades contenidas en las iniciativas, se debe poder insertar esas nuevas normas o modificaciones al sistema legal existente (para no tener incoherencias y generar antinomias). Y por último pero quizá más importante en el tercer paso, se debería monitorear la norma, medir la eficiencia y eficacia de ese esfuerzo legal.

Estos tres pasos normalmente no se siguen. Con el paquete de transparencia, que contiene una serie de inconsistencias, ambigüedades y oscuridades, el Congreso tiene la oportunidad de cambiar ese patrón. De quizá empezar a trabajar en un diseño de creación de leyes más profundo que no implique más leyes sino mejores.