De Kyoto a Durban

Lo realmente importante será el resultado del “estira y encoje” que se traen los dos principales contaminantes del mundo, China y Estados Unidos; seguramente nos dejará con una extensión del Protocolo de Kyoto (que vence a finales del año entrante) o con una declaración de buenas intenciones.

La agenda ambiental a nivel internacional gira alrededor de factores políticos y económicos en vez de hacerlo sobre cuestiones estrictamente ambientales como mitigación de GEI, desarrollo sostenible y energías sostenibles. Esto se debe primero a la falta de consenso sobre la gravedad del cambio climático. No es lo mismo hablar de un alza en la temperatura media a un plazo de 5 años que a uno de 50 años. El segundo factor es el esquema que el Protocolo de Kyoto presenta, en el que los que “más contaminan” pagan. Esta división fue hecha en base a nivel de industrialización y dejó fuera a potencias emergentes como China. Esto fue visto como competencia desleal y de ahí se ha estancado el tema ambiental en la agenda internacional.

La lógica de Kyoto es que mientras los países más industrializados deberían frenar sus procesos de desarrollo económico, otros (como China) tendrán luz verde para contaminar hasta llegar a los techos de los países industrializados. En este mismo marco se ha venido generando presión para que aquellos países que mantienen una densa cobertura selvática y forestal mantengan o aumenten la misma. Este es el caso de Brasil pero también el de Guatemala.

La intención es noble, pero bajo la lógica de Kyoto, esta se pervierte. La mayoría de personas se vuelca a favor de la conservación del Amazonas y de la Biósfera Maya pero esta opinión no toma en cuenta las condiciones de pobreza latentes en nuestros países. El acceso a la tierra, al trabajo y la alimentación son elementos que pesan más en la escala de valores de aquellas personas que viven en pobreza y pobreza extrema. ¿Cómo se balancean ambos?

La lógica de las discusiones sobre cambio climático a nivel internacional debe cambiar: primero, la política debe dar un paso al costado y permitir que la comunidad científica trabaje sin la presión de las partes interesadas, esto incluye a los gobiernos de las grandes potencias, las multinacionales y las organizaciones no gubernamentales ambientales. No se trata de empujar agendas políticas o económicas sino de permitir que la evidencia científica florezca. Tampoco se pueden hacer divisiones arbitrarias sobre contaminantes y no contaminantes basados en los niveles de desarrollo industrial, esto implica barrer la basura bajo la alfombra.

El tema ambiental requiere de mayor sentido común y de mayor desarrollo local. Considero estos elementos esenciales para el caso de Guatemala que dejaré para una próxima ocasión.