En la capital guatemalteca se inauguraba la décimo novena edición de la feria internacional del libro, Filgua, mientras que en la capital del estado de Jalisco, se abría la trigésimo sexta edición de uno de los cónclaves literarios y editoriales más prestigiosos de habla hispana en el mundo, la FIL. Este año, en Guatemala se rinde homenaje a Corea del Sur, mientras que, en Guadalajara, Sharjah y la cultura árabe son los invitados de honor. Entre Corea y Sharjah, suman casi siete siglos de desarrollo regional y/o literario. Y curiosamente, Sharjah, el tercer emirato más poblado de los Emiratos Árabes Unidos, se encuentra frente a Catar, del otro lado del golfo pérsico.
Pero si en Catar el ambiente ha sido competitivo, veloz, rudo y sorpresivo, dominado por un campeonato esencialmente masculino y que atrae a miles de millones de seguidores a través del mundo, de este lado de Mesoamérica, estos dos eventos –no tan concurridos, pero quizás igual de intensos– se constituyen de nuevo en una vitrina más pausada y privilegiada de la producción literaria de Centroamérica, Iberoamérica y el mundo. En un mundo cada vez más necesitado de nuevos paradigmas e idearios, y de un humanismo renovado, estos eventos se convierten en el foro ideal para el intercambio de ideas plurales, el encuentro entre autores y lectores, el desarrollo del gusto por la lectura, y novedosas ofertas editoriales y culturales, elementos que tienden a crear comunidad y colaboraciones para fomentar, ojalá, sociedades menos dogmáticas, más abiertas y librepensadoras. Es de destacar que la FIL entregó el Mérito Editorial 2022 al guatemalteco Raúl Figueroa Sarti, director de F&G Editores.
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Fútbol y libros, como el deporte y la lectura, no debieran ser excluyentes, y de hecho pueden ser una pasión compartida. Recordemos al comprometido escritor uruguayo, Eduardo Galeano, quien gustaba escribir crónicas sobre el futbol y cómo «el mundo gira alrededor de la pelota que gira» refiriéndose a los mundiales y a este deporte en su libro El fútbol a sol y sombra. El autor de Las venas abiertas de América Latina, a pesar de que denunciaba un futbol muy tecnocrático y comercial, también quería que los fanáticos de la lectura le perdieran miedo al fútbol, y que los fanáticos del fútbol le perdieran miedo a los libros.
Lo anterior también me recuerda, de cierta forma, la convivencia de mis padres con los libros y el juego bonito. En casa abundaba la literatura y la poesía por parte de mi mamá, y el fútbol del lado de mi papá, y básicamente todos los varones de la familia. Pero recuerdo en especial los libros del Club de los cinco de Enid Blyton y de las tiras cómicas en francés, que mi papa me traía de viajes a San José de Costa Rica. Y también cómo mis padres me motivaban para practicar deporte. Me encantaba jugar chamuscas en la calle con mis vecinos y en el recreo con los compañeros del colegio, pero lo mío al final fue el volibol. De allí que para mí nunca fue difícil conjugar la lectura con el deporte.
La próxima copa mundialista del 2026 se jugará en los tres países de Norte América. Y la FIL y FILGUA –y otras– espero estén allí siempre. La cercanía debiera ser mi principal incentivo para empezar a planear mis próximos destinos. Al contrario de Galeano, soy un poquitito buena con los pies y con las manos. De allí que este año próximo, además de seguir escribiendo en esta plaza que por once años me ha prestado generosamente su tribuna, seguiré esmerándome en leer autores en los tres maravillosos idiomas que por fortuna he cultivado. Puede que si no físicamente, al menos por medio de la imaginación y las nuevas plataformas virtuales, logre escaparme hacia nuevos e inusitados mundos donde la palabra y el esfuerzo físico imperan, con o sin glorias.
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