A pocos habrá escapado la noticia, hace unas semanas, del rescate de más de trescientos niños/as víctimas de una red de pornografía infantil que operaba desde Canadá, con una vasta red de socios y clientes que abarcaba desde doctores hasta educadores, pasando por los Estados Unidos, Alemania, Rumania, Ucrania y España.
Según el Departamento de Estado de los Estados Unidos, 27 millones de mujeres, hombres y niñas/os son víctimas de trata, de los cuales apenas 40,000 lograron ser identificadas el año pasado. Al carecerse todavía de sistemas de prevención y protección adecuados e integrados, millones de víctimas permanecen rehenes sin el debido auxilio y servicios de apoyo, con lo que este crimen transnacional –aunque también local- queda la mayoría de veces en el anonimato y la impunidad, perpetuándose así un ciclo perverso de servidumbre y violación de derechos humanos.
Los tratados internacionales (como el Protocolo de Palermo), definen la trata de personas como un acto de coacción y sometimiento que tiene por lo general dos caras, ya sea el de la explotación sexual comercial de adultos y menores de 18 años, o el de la explotación laboral y trabajo forzoso de personas. Por lo general, las víctimas de la trata son los más vulnerables en la sociedad: niños y niñas, adolescentes, mujeres, trabajadores migrantes, poblaciones indígenas y trabajadores en la economía informal.
El gobierno estadounidense emite un reporte anual donde, con información de sus embajadas y de los países donde están acreditadas, utiliza un sistema de clasificación para evaluar el nivel de compromiso y de infraestructura legal de los países para prevenir y combatir el tráfico humano. Hay cuatro niveles. En el primero se encuentran los países que mejor implementan los estándares de la Ley de Protección de Víctimas de Trata de Personas (TVPA por sus siglas en inglés), mientras que en el último nivel figuran aquellos en donde no existen esfuerzos para combatirlo.
De acuerdo al informe de 2013, Guatemala aparece en el segundo renglón: todavía no se cumplen a cabalidad los estándares del TVPA pero se están realizando esfuerzos significativos para implementarlos. Entre 2007 y 2010, el país se encontraba en el rango inferior de observación, pero a partir del 2011 y hasta la fecha se ha mantenido en el segundo nivel puesto que el país ha mantenido esfuerzos que abarcan la aplicación de la ley con una policía dedicada a este tipo de crímenes y dos cortes especializadas en la trata de personas y violencia sexual y contra las mujeres. Motiva saber que el tema no pasa desapercibido y que las autoridades están poniendo más recursos y esfuerzos para aplicar la ley.
Al igual que Guatemala, Estados Unidos es a la vez fuente, tránsito y destino de este tipo de nefastas transacciones. Si bien se encuentra en el nivel 1 de países que cumplen con el TVPA, no todo es color de rosa. En Minnesota, estado en el que vivo y donde los indicadores sociales son de los mejores en el país, el problema de explotación sexual de menores (particularmente en algunas poblaciones “minoritarias” como las indígenas) es cada vez más palpable. No se cuenta con datos concluyentes pero se calcula que aproximadamente 100,000 niños/as son víctimas de explotación sexual en Estados Unidos según el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados.
Algunas de las acciones para combatir este flagelo aquí consisten primordialmente a nivel de la legislación. En 2011 la legislatura sancionó la ley “Refugio Seguro” que cumple con tres propósitos: despenalizar los cargos por prostitución, añadiendo el término explotación sexual en el código de menores; incrementar las penas para los perpetradores, y la creación de un comité estatal para desarrollar una respuesta multidisciplinaria que responda a la explotación sexual de menores.
Todavía hay mucho por hacer en cada país, pero la información, la discusión y la prevención por parte de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales siguen siendo vitales para eliminar los factores de riesgo culturales y socioeconómicos que alientan estas prácticas inhumanas de esclavitud moderna.
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