Las consignas orientan y aglutinan. Cada una contiene y difunde masivamente en la calle, en redes sociales y en medios de comunicación las denuncias, demandas y acuerdos del colectivo. Desde «Jimmy Morales a los tribunales» hasta «#FlorecerásGuatemala», miles de guatemaltecas y guatemaltecos en el campo, en la ciudad y en el extranjero coinciden con sus consignas en demandarles a los organismos de gobierno que actúen dentro del marco de la ley, cumplan sus funciones y respeten el Estado de derecho.
En 2015, con la consigna «en estas condiciones no queremos elecciones», se denunció la vulnerabilidad del sistema electoral frente a los mecanismos de corrupción y se propuso la reforma electoral para concretar el ejercicio de la democracia. El sector empresarial y sus analistas llamaron a la moderación y a los consensos mientras en secreto manipulaban las elecciones financiando ilícitamente al actual presidente del país. Así de buena fe, los bloques ciudadanos caracterizados por la diversidad en su integración y por sus propuestas asumieron un frente ciudadano para alcanzar consensos. La ciudadanía aceptó las elecciones y el reto de hacer avanzar las reformas necesarias en el siguiente período de gobierno con las autoridades que fueran elegidas: autoridades que después no permitieron la profunda reforma ni al sistema electoral ni al sistema de justicia ni en la política de protección de niños y niñas ni en la política salarial.
Entre moderación y consensos multisectoriales, cuatro años después nos encontramos casi en la misma situación en cuanto a la estructura política y a la organización partidaria. Sin embargo, en la ciudadanía hay más conciencia, más participación política y más claridad sobre los actores en escena y sus intereses. Las investigaciones de La Línea trascendieron el gobierno de Otto Pérez Molina y evidenciaron también la corrupción en el FCN-Nación, en el Ejército y en el sector empresarial del país. Los medios independientes, las pruebas científicas y las confesiones de los mismos empresarios han ayudado a comprender que quienes viven de la impunidad y la corrupción son aliados entre sí, que cometen abusos y que manipulan los organismos de gobierno según sus intereses.
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En las más novedosas consignas ciudadanas del 2019 se manifiesta una transición en el imaginario social acerca del sector empresarial personificado en el Cacif. Se rechazan el apoyo que este sector empresarial presta a la ruptura del orden constitucional, el financiamiento ilícito de partidos políticos, los sobornos a funcionarios y las alianzas con narcos y militares. En la consigna «¡Cacif basura, vos sos la dictadura!» se alude al ejercicio ilegítimo que este sector hace de la política mediante la corrupción. Quienes adscribían su admiración a la gente bien de la empresarialidad tradicional están cayendo en la cuenta de que es solo mito. Pasarán a identificar en el presidente de la paz a un integrante de una organización criminal, en el amoroso padre de familia a un torturador, en el pastor a un lavador de dinero, en el hombre de negocios a un financista ilegal, en el analista político al estratega del pacto de corruptos, en el patriótico coronel al capo de la extorsión y en el heroico general al genocida.
Aunque dolorosa, la verdad libera. Nos permite comprender que en un territorio rico como el nuestro conviven la pobreza y la opulencia porque el gobierno se ha usado como una forma de acumular bienes y riquezas. La población, la Constitución Política de la República, la Corte de Constitucionalidad, dos magistradas de la Corte Suprema de Justica y la Cicig estamos poniendo fin a la impunidad y a la corrupción como sistema político. La ciudadanía hace su parte informándose, presentando amparos y denuncias. Las comunicadoras y los comunicadores valientemente difunden información veraz. Las estudiantes y quienes defienden derechos humanos siguen liderando y acompañando. Artistas, líderes espirituales y religiosas convocan al amor al prójimo. Faltan actores como un sector empresarial humanitario que construya con la ciudadanía, y no que viva de ella, el magisterio organizado entregado a la tarea de formación ciudadana, funcionarios que resistan al autoritarismo. La clásica consigna «el pueblo unido jamás será vencido» llama a liberarnos de mitos coloniales y a asumir nuestra responsabilidad histórica.
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