Cuarenta años después, en el altiplano occidental de Guatemala, en la zona ixil, el régimen de facto de José Efraín Ríos Montt instalaba la estructura de las fuerzas de tarea encargadas de operativizar el plan de campaña Victoria 82.
El régimen nazi, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, erigía la infraestructura para aniquilar a la población que le resultaba adversa: la militancia comunista, la resistencia a la invasión y, particularmente, el pueblo judío, considerado inferior por el estamento ario.
Su homólogo guatemalteco ejecutaba la estrategia de guerra contrainsurgente en el marco del Conflicto Armado Interno (CAI). Al haber sido identificada la población como enemiga interna por su presunta simpatía con la insurgencia armada, la decisión de aniquilarla fue adoptada en los altos mandos.
En Auschwitz, el fascismo nazi construyó el andamiaje de campamentos de la muerte: cinco cámaras en las que se usó el gas conocido como Zyklon B, así como sendos hornos crematorios para deshacerse de los cadáveres de cerca de un millón de personas asesinadas.
Los salones aledaños a la iglesia católica en el centro de Nebaj sirvieron de asiento al mando militar y de salones de tortura de las detenidas y los detenidos por las fuerzas armadas. El suelo en el área de Nebaj, Chajul y Cotzal reunió en fosas comunes los cadáveres de los más de 1 700 ixiles ejecutados por el Ejército de Guatemala entre 1982 y 1983.
Auschwitz comenzó en tierra polaca como un enorme campo de concentración al que fueron enviadas las víctimas capturadas por el régimen nazi. Mayoritariamente judía, la población prisionera provenía de varias naciones ocupadas. Además de los ejecutados en las cámaras de gas, otros cientos de miles fueron esclavizados hasta morir en dichos asentamientos de guerra.
La nubosa comarca ixil fue testigo de la instalación del esquema de aldeas modelo, que no fueron más que campos de concentración en donde el Ejército guatemalteco desarrolló un sistema de control comunitario. Planes de reeducación, así como sistemas de empleo controlado y proyectos como el de Fusiles y Frijoles, son algunos de los métodos de explotación y control psicosocial impuestos por el gobierno militar guatemalteco.
En noviembre de 1945, diez meses después de la liberación de Auschwitz por parte del Ejército soviético, las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial impulsaron el juicio de Núremberg contra los más de 20 jefes militares alemanes sobrevivientes.
En marzo de 2013, en Guatemala se inicia el debate oral y público —fase concluyente del proceso judicial— en contra de José Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez Sánchez, jefes de Estado y de inteligencia militar, respectivamente. El evento se lleva a cabo más de tres décadas después de los crímenes contra la población ixil.
Durante el proceso de Núremberg, primera experiencia de jurisdicción universal en el mundo, se aportó la definición de los crímenes juzgados, lo que devino en la tipificación del genocidio y las condiciones para identificarlo.
Ante el Tribunal A de Mayor Riesgo en Guatemala, tanto la Fiscalía como las entidades querellantes lograron enmarcar todas y cada una de las circunstancias que en el Código Penal guatemalteco —derivado de la convención internacional suscrita por el Estado— configuran los delitos de genocidio y contra deberes de humanidad, cometidos por los acusados. Como en Núremberg, la presunción de inocencia fue magistralmente quebrantada con las declaraciones de los más de 100 testigos y los aportes de más de 60 peritajes de expertas y expertos.
Sobre el Holocausto judío se han publicado volúmenes que intentan negar los hechos pese a la evidencia. Sobre el genocidio contra el pueblo maya de Guatemala también se han publicado textos que emulan el negacionismo pronazi.
Alemania, país que albergó al régimen de Hitler, llevó a cabo procesos profundos de reivindicación de las víctimas tanto en el plano legal como en el moral y político. El reconocimiento de los hechos, la transformación del sistema educativo y la transformación absoluta y a profundidad de las fuerzas armadas, pero sobre todo el apego al Estado de derecho y el respeto de la justicia, son los pilares que le permitieron remontar ese momento.
A los 70 años de la liberación de Auschwitz, aún tenemos una deuda. Guatemala debe superar la impunidad para estar en condiciones de dar la vuelta a la página del horror y empezar a leer en la página de la justicia.
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