Es al momento de escoger a Apeles como su pintor oficial, que Alejandro razona las formas efectivas para criticar al gobernante, sin lisonjear (arrastrarse en buen chapín) porque no se es de ninguna manera útil ni bueno al esconder los defectos; y sin dedicar todo el esfuerzo y empeño a resaltarlos y mantenerlos en la picota porque tampoco se obtendrá buen resultado de someter al criticado con puyas, burlas y escarnios.
En esta obra Alejandro convoca a Timantes, Zeuxis y Apeles para que hagan un retrato de su persona. Cuando le muestran los tres retratos; el de Timantes esconde un notorio defecto del soberano y éste dice: “Como en él no veo esta mancha que borrón es de mi rostro, poniendo en disimularla todo su primor el pincel vuestro. Lisonjero habéis andado en no decírmela, siendo casi traición que en mi cara me mintáis. Infame ejemplo da ese retrato a que nadie diga a su rey sus defectos. Pues ¿cómo podrá enmendarlos si nunca llegó a saberlos? Tomad, tomad el retrato, castigado el desacierto de la lisonja, con que perezca, por lisonjero”.
Al extremo opuesto, cuando ve el retrato hecho por Zeuxis, en el cual ha sido resaltado el defecto, dice Alejandro: “En que viendo estoy mi defecto en él tan afectado que pienso que en decírmele no más todo el estudio habéis puesto; con que igualmente ofendido de este, que del otro, quedo; pues lo que en uno es lisonja es en otro atrevimiento. Tampoco que este ejemplar quede al mundo, de que necio nadie le diga en su cara a su rey sus sentimientos; que, si especie de traición el callarlos es, no es menos especie de traición su desacato”.
Por último, al ver el retrato hecho por Apeles y en el cual se mostraba el defecto sin exagerar ni hacer mofa, Alejandro dice “con que la falta ni dicha ni callada queda, haciendo que el medio rostro haga sombra al perfil del otro medio. Buen camino habéis hallado de hablar y callar discreto; pues, sin que el defecto vea, estoy mirando el defecto, cuando el dejarle debajo me avisa de que le tengo, con tal decoro que no pueda, ofendido el respeto, con lo libre del oírlo, quitar lo útil de saberlo. Este retrato ha de ir; que, aunque haya de saber luego esta imperfección, por ahora por lo menos, si viere que se la finjo, no verá que se la miento. Y para que quede al mundo este político ejemplo de que ha de buscarse modo de hablar al rey con tal tiento que ni disuene la voz ni lisonjee el silencio”.
De los años 1600 a esta fecha ha pasado mucha agua bajo los puentes, y la crítica al gobernante sigue siendo uno de los bienes más preciados de las sociedades, hay que ejecutarla de forma constante y defender todo el ordenamiento jurídico que permite realizarla, además de promover los valores humanos en sociedad que mandan hacerla. No hay que denigrarla recurriendo a formas de plantearla que denigren al criticado, porque entonces se pierde lo más por lo menos, se diluye el contenido de la crítica y el público mutando en masa se regodea en el apodo y lo peyorativo, ayudando de esta manera a la memoria corta y la impunidad larga.
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