El mes gratuito que esta empresa brinda para atrapar a sus futuros clientes lo usé para el estreno de la película Roma, un 14 de diciembre. Después logré salir del sistema hasta que hace poco me sugirieron unos programas que prometían ser poco comunes, así que, movida por la curiosidad que a veces me carcome, pagué la cuota correspondiente y tuve acceso a los 18 capítulos de la serie alemana Dark, con cuya tercera y última temporada nos amenazan para el 2020.
La trama se desarrolla en una ciudad pequeña de Alemania en 2019 y gira en torno a la desaparición, primero, de un adolescente y, luego, de dos niños, así como en torno a las acciones que a nivel público y privado se generan entre las autoridades, los amigos y los familiares de las víctimas. Ante la incapacidad policial para dar pronta respuesta a estos hechos —quienes como yo hemos visto tantas series policiales estadounidenses nos preguntamos cómo no solicitan apoyo del FBI, de la CIA, de CSI en alguna de sus vertientes, etcétera, para resolver con prontitud y efectividad el caso, y yo me respondo que por eso es ficción—, y solo envían a un investigador, que, según se presupone en el último programa, además de no encontrar la solución a las desapariciones, en apariencia muere.
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Lo interesante para mí, sin embargo, es la comparación que permite hacer (no sé si otros la harán también) entre algunos aspectos de dos sociedades occidentales de la actualidad: la alemana y la nuestra. Solo en el primer capítulo, por ejemplo, se da un hecho que llama, por su fuerza, a una reflexión sobre el papel de la institución policial. En una escena, los padres del adolescente desaparecido están en la estación de policía porque desean averiguar qué noticias hay de su hijo. La jefa de policía y principal encargada de las investigaciones —primer elemento distinto a lo usual en el medio guatemalteco— explica que aún no saben nada. La madre del joven, desesperada por su dolor, se le acerca, la insulta y la escupe en la cara. El escupitajo, en verdad, es grande y se percibe asqueroso. La jefa, no obstante, solo se limpia la cara sin emitir ni una sola palabra de agresión a la madre. Para calmar los ánimos, otro policía se interpone entre ambas mujeres, se acerca a la madre y la abraza en una actitud consoladora. Ningún agente de la policía reclama absolutamente nada a la madre ni al padre. Más bien, los agentes dan a entender que comprenden su dolor y sus reacciones y que se sienten impotentes. Me pregunto entonces cómo habrían reaccionado las autoridades policiales chapinas si esa escena hubiera tenido lugar en el país de la eterna primavera, quizás por El Estor. No lo sé. Tampoco quiero imaginarlo.
Luego, todo el despliegue a nivel comunitario y policial que se desarrolla en la búsqueda de los desaparecidos en esa pequeña ciudad. En comparación, por estos días se publicó en las redes, solo para mencionar otro tema, que en Guatemala desaparecen cuatro mujeres cada día. Aparte de la alerta Isabel Claudina, ¿qué se hace, qué se logra? «Bueno —me dirán y no dejarán de tener razón—, aquello es una serie de televisión. La realidad en ese país sin duda es otra». Seguro que sí, sobre todo porque no es usual que desaparezcan las personas y porque, cuando sucede aquí, lo usual es que no se haga nada o casi nada al respecto.
En fin, la serie Dark tiene dramáticas escenas, una ambientación bien lograda, magníficas actuaciones, aun cuando el argumento, considero, se les fue de las manos. Tal vez a ello responda el hecho de que, pese a su popularidad entre ciertos sectores de televidentes por cable, sea exitosa y de que entre los alemanes no llegue ni a un 15 % de espectadores.
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