Si veo los medios de comunicación en Guatemala, veo una imagen de la mujer, o más bien las mismas imágenes de la mujer en este país en donde el poder machista no se cuestiona. Veo la mujer ama de casa, a la que se le habla desde las secciones de “cocina”, y se les explica las maravillas del último invento para acelerar la limpieza del piso; me encuentro con la mujer que corre por la belleza, desde los reportajes de centros de cuidado del cutis o de “extreme makeover” que nos hacen parecer mujeres de realidades superficiales. Las mujeres indígenas siguen apareciendo sólo como adorno de paisajes, como otro elemento más del folclore, o bien como a quién tener lástima por ser pobre. Las hay extranjeras que nunca pensaron llegar a Guatemala y ser edecanes de salsas de tomate, o de maquillaje por catálogo, y otras que nunca sabrán que sus cuerpos venderán llantas y repuestos de motos en una de las capitales más violentas del mundo.
“La Cuerda” es el único periódico en Guatemala que se ha atrevido en una sociedad tan conservadora, a develar la cantidad de diversas opciones que una mujer puede ser, y desde sus páginas nos ha mostrado cómo mujeres han decidido ser ajenas a lo que el destino les ha destinado ser. A muchas nos ha dicho, lo hemos leído, que nuestra dignidad radica no en el estar junto a hombre, sino en la persona que somos, en la que decidimos ser, como expresión viviente del misterio de la vida. Nos ha hecho ver a otras, cientos de mujeres, que desde espacios diferentes han dejado de dar la única importancia a la vida de la casa, y se han volcado a aportar a la comunidad, al periodismo, a la academia, a las artes, a la política.
El aporte en la comunicación de todas las mujeres que están detrás de esos 170 números publicados es un acto de redefinición. Hablo de redefinición porque creo que al ver otras mujeres diferentes a la idea hegemónica de lo que es ser femenina, podemos cuestionarnos y saber qué es lo que queremos ser, sin miedo a ser la única, sin pena de ser diferentes, sin temor a decepcionar a otro al precio de ser algo que no somos. La comunicación es uno de los actos más vitales: en un país en donde las mujeres no hablan porque se les impide por bobas o por prejuicios, un periódico feminista como “La Cuerda”, ha sido un punto de partida y un punto de encuentro para la voz, para la palabra liberadora.
Frente al 8 de marzo, agradezco el trabajo, el esfuerzo y los sueños de las mujeres que nos han dado cuerda a muchas otras, que nos han hecho ver la vida desde una manera feminista diferente, más propia y más humana.
Más de este autor