Tal vez es el miedo que me da como mamá al pensar en estos niños, pero por primera vez tengo ganas de irme del país... ¡Es triste! Por otro lado, me ‘acostumbro’ a escuchar de crímenes, pues se vuelven parte del día a día. Me cuesta aceptar que la calidad humana del guatemalteco esté tan deteriorada, y sé que son muchos los factores que lo explican, pero es tan difícil y preocupante cuando pienso en el futuro de mis hijas. Creo que el pesimismo me está ganando, pero espero que sigamos mejorando”.
Sus preocupaciones son las de toda persona sensible que desea una mejor sociedad para ella y su familia. Los graves hechos de violencia que narra, reflejan lo peor de nuestro país y desnudan la ineptitud del Estado para proteger la vida de las personas. Sin embargo, no debemos permitir que esos intolerables episodios de violencia tengan en nosotros el efecto del terrorismo.
No es necesario que alguien tenga como objetivo explícito desestabilizar al sistema político o afectar el ánimo colectivo por medio del terror, lo cierto es que los crímenes macabros tienen un efecto devastador en la psique de los individuos y en el imaginario colectivo. Generan mucho miedo, aunque las probabilidades objetivas de ser una de sus víctimas sean mínimas. Dicho temor prolongado e intenso hacia peligros imaginarios tiene graves repercusiones en la vida de quienes lo padecen pues afecta sus decisiones de largo plazo, como dónde vivir, y otras de mediano plazo, como los gastos en autoprotección.[i] Como afirman Becker y Rubinstein, el miedo es una poderosa emoción que distorsiona nuestras creencias subjetivas sobre la realidad acerca de un peligro, creándose entonces una brecha entre dicha percepción y aquello que se puede medir como riesgo objetivo. Por ello, muchas de nuestras respuestas a los hechos que generan terror son exageradas o “irracionales”. Y peor aún, dichas reacciones pueden ponernos en una situación de mayor vulnerabilidad.
Por ejemplo, sabemos que cuando los vecinos recuperan los espacios públicos, como plazas y calles, los delincuentes se sienten intimidados y piensan dos veces hacer daño al alguien. Al fin de cuentas, somos una especie de animales gregarios y el agruparnos es una forma natural de defensa, como lo hacen las cebras en la sabana africana ante el acecho de las leonas y otros depredadores. En este sentido, cuando el miedo nos invita a quedarnos encerrados en casa, lo que estamos haciendo es concederles más libertad a los criminales para que actúen a sus anchas. Paradójicamente, entonces, el miedo instintivo para la sobrevivencia nos expone a mayores posibilidades de ser víctimas, nos paraliza en lugar de motivarnos a luchar contra la amenaza que enfrentamos.
Parte de la respuesta al evidente problema de acción colectiva que genera el terror está en un ente facilitador para una respuesta conjunta. Es un papel importante del Estado, tanto a nivel local como nacional. Pero también hay otros actores cruciales en la sociedad, como los medios de comunicación social (MCS) que pueden ayudar a coordinar una reacción efectiva contra el crimen o, por el contrario, podrían generar más miedo y, por lo tanto, mayor paralización social.
En el estudio que recomiendo, los autores evidenciaron cómo se magnifica el efecto de los atentados terroristas en Israel durante días y horas de cobertura regular de los MCS, mientras que en los días festivos y fines de semana los ataques suicidas en buses y cafeterías no muestran efecto alguno, especialmente en las percepciones de la gente menos educada. Los medios deben informar sobre la violencia en el país, pero evitando generar más terror entre la población. También tienen la responsabilidad de educar a su audiencia con data y análisis objetivos para desmitificar muchas ideas sin fundamento sobre la situación actual que nos aflige. Conviene aquí recordar lo que dijo Franklin D. Roosevelt: “the only thing we have to fear is fear itself—nameless, unreasoning, unjustified terror which paralyzes needed efforts to convert retreat into advance”.
[i] Sugiero leer el trabajo de G. Becker and Y. Rubinstein (2011). Fear and the Response to Terrorism: An Economic Analysis.
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