“¿Qué sucedió?”, se preguntan algunos menos astutos que están dentro del grupo, pero que aún no llevan tanto tiempo ni son tan listos como los viejos dirigentes. “Pues que debido al triunfo de un individuo de una aldea, ahora nos están cuestionando”, dicen. En el grupo se siente la preocupación, están asustados, eso no cabe la menor duda. Lujos, prebendas, privilegios, exenciones, viajes, todo está a punto de venirse a pique.
“No sé qué pasó”, expresa el asistente encargado del caso cuando lo interroga su superior inmediato. “Si hice lo que me encargó el jefe: es decir, todo lo posible, y también lo imposible, para dificultarles las cosas tanto al entrenador como a los atletas. No cumplí con lo prometido, les di lo mínimo necesario, suficiente eso sí para que no se quejaran en público y todo pasara desapercibido”, agregó mientras miraba a su superior de soslayo. “Pues ya nos jodieron”, dijo el otro. “La culpa es del entrenador cubano, que a saber cómo vino a dar acá, y también de ese patojo al que se le ocurrió hacerle caso”, rezongó dando un puñetazo sobre la mesa. “Quién lo iba a decir, se nos salió de la olla y con esa medalla de plata en las olimpiadas, nos arruinó el negocio”, dijo entrecerrando sus ojillos de ratón acostumbrado a salirse con la suya.
Vio de nuevo al asistente y con el tono cortante y mandón de siempre, le dijo: “Asegúrese que Menganito, el que está en Radio X, y Zutanito, que está en el canal A, y Perencejo, que está en el periódico N, minimicen esta información”. El dirigente es un buen conocedor de las masas y sabe que el pueblo guatemalteco no tiene memoria histórica. Pasada la euforia, con las primeras lluvias y la aparición de algún otro “Ágatha” que destruya pueblos y cosechas, pues las críticas pronto habrán pasado, y todo volverá a su ciclo normal, pensó el alto funcionario deportivo mientras se arrellanaba ya más tranquilo en su cómodo asiento de cuero.
Imagino esta escena en alguna oficina del Comité Olímpico Nacional. Como si se tratara de una mara, siento que están articulando ya su defensa, que más que defensa será una coartada, un esperar a que pase el tiempo y que así se acallen las voces de protesta y crítica, y no se siga indagando qué pasó, por qué Erick Barrondo tuvo tantas dificultades para llevar a cabo su entrenamiento y por qué no se reconocieron antes sus otros triunfos.
Porque lo cierto es que no había terminado el desfile de bienvenida para Barrondo y ya algunos comentaristas por televisión (sintonicé por momentos Canal 13), estaban poniendo en duda con sus comentarios y el tono agrio de su voz, la posible contratación del entrenador Medina.
Así que el triunfo de Erick Barrondo agitó las pantanosas y hediondas esferas del poder que se mueve en torno y dentro del Comité Olímpico Nacional. Las declaraciones del joven marchista, además, no fueron ni complacientes ni serviles, sino se concretaron a decir la verdad: no recibió apoyo, no se creyó en él, no tuvo ni siquiera comida suficiente.
Al igual que muchos otros guatemaltecos, quisiera que los miembros del Comité Olímpico Nacional explicaran públicamente cómo es posible que no haya habido dinero para el entrenamiento y una vida de calidad para los deportistas al menos mientras se preparaban para los juegos olímpicos, pero sí haya habido dinero para que muchos “delegados”, que no son ni atletas ni entrenadores, viajaran no solo a estas sino también a otras competencias internacionales. Me gustaría saber, además, por qué razones los cronistas deportivos no denuncian de manera permanente esta situación y a estos funcionarios.
¿Acaso luego de la euforia vivida por la primera medalla de plata para Guatemala en los juegos olímpicos, finalmente todo seguirá igual?
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