Y vaya si no.
Lo comprendí entonces y lo veo ahora. Es increíble cuánta razón hay en estas palabras. Me impactaron a tal punto que quedaron plasmadas en mi mente como uno de esos principios básicos a los que no se puede renunciar.
Claro, he vivido situaciones en las cuales mi dignidad ha sido vulnerada por otros, incluso quizá por mí misma. Pero este principio ha prevalecido tanto que su fuerza es la que me ha permitido sobrevivir en los momentos difíciles, especialmente en aquellos en los cuales otros han querido que yo pierda mi dignidad y yo, por falta de autoestima, por ingenuidad, por acomodamiento, por indiferencia, por cobardía, porque me da pereza o porque simplemente no quiero actuar al respecto, he estado a punto de dejarme llevar y permitir que suceda.
Siento que eso es lo que está pasando ahora en nuestro país. Los políticos, los gobernantes de turno, los interesados en mantener sus privilegios a costa del sufrimiento del resto están haciendo lo imposible por que quienes nos hemos manifestado, quienes hemos empezado a protestar en la defensa de nuestros derechos ciudadanos, de nuestra dignidad colectiva, finalmente nos callemos y así, otra vuelta de tuerca, nos quedemos peor que al principio.
Y es que es fácil decir: «La clase media despertó», «La clase media ahora exige sus derechos», «La clase media aquí o allá». Y resulta que, en lugar de ver una ciudadanía unida en la defensa de su dignidad y que vela por el cumplimiento de sus derechos, vemos que las tardes de los sábados, la fecha elegida para manifestar nuestro descontento, el parque central está cada vez más vacío.
Claro, hay razones históricas que explican esta actitud, que para muchos ya no son tan obvias, pero que sí calan en la conciencia de un buen número de personas. También es cierto que salir al parque a una manifestación pacífica, convocar a un plantón, con el tiempo resulta cansado, aburrido y hasta cierto punto peligroso, como sienten algunos todavía. No faltan los aprovechados que quieren inclinar la balanza de su descontento hacia algún lado. Y por ello la desconfianza, siempre la desconfianza, unida a las viejas tácticas maquiavélicas del divide y triunfarás, logra su cometido.
Considero que ahora más que nunca, ahora cuando siguen develándose los casos de corrupción, cuando las alianzas políticas están estrechándose y las aguas quieren seguir su cauce de impunidad, es cuando debemos ejercer mayor presión. Sé que es difícil seguir saliendo a la calle el sábado por la tarde. Sé que es más cómodo quedarse en casa viendo una película, asistir a una reunión, etc. Pero también es cierto que, si no salimos ahora para seguir ejerciendo presión, lo poco ganado no solo lo perderemos, sino también les daremos la pauta para actuar en el futuro próximo con mayor impunidad.
Porque hace tiempo que nuestros gobernantes y políticos perdieron la vergüenza. Pero para nosotros es tiempo de mantener nuestra dignidad.
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