Afirma Derrida que: `Aprender a vivir aprendiendo no ya a darle conversación al fantasma sino a conversar con él, con ella, a darle o devolverle la palabra aunque sea en sí en el otro, al otro en sí obliga a notar que los espectros siempre están ahí, aunque no existan, aunque ya no estén, aunque todavía no estén. Nos hacen repensar el `ahí` desde el momento en que abrimos la boca´.
En el texto titulado `Con el diablo en el cuerpo´, encontramos un punto muy interesante de análisis. Su autora Ester Cohen examina con precisión la figura del diablo desde los siglos XII al XV concluyendo que…. `el Renacimiento no toleró ninguna forma de alteridad y por ello las hogueras y la cacería de brujas son la otra cara del humanismo, del surgimiento de un ideal universal del Hombre. El poder, legitimado por la razón y por las nuevas ciencias, exigió víctimas para su sacrificio: las brujas. Éstas encarnaban todas las fantasías de transgresión sexual y desafío a las normas morales fijadas por la cultura dominante. Eran el enemigo perfecto. Pero no fueron las únicas; también fueron perseguidos herejes, judíos, leprosos y prostitutas´. Este libro no solo se trata de una filosofía de los ´outsiders´. También trata de entender que, aquellos que sufrían de un `asedio´ por dialogar con su propio `Yo´ (categoría no existente aún) debían ocultarse o sufrir con las consecuencias. De nuevo, Derrida tiene una aportación genial: `Soy asediado por lo que soy´…`o por el descubrimiento del Yo que llevo dentro´. De acuerdo a Cohen, durante el Renacimiento, quien descubre su `fea interioridad´ y dialoga con ella se permite el `miedo a darse miedo´ lo cual conduce a la locura o, la muerte. En el Antiguo Testamento, se debe recordar que todo acto de revelación del gran `Yo Soy` concluía con el dominio completo o la muerte de quien le contemplaba: `Caer postrado a Tierra`, `Oír el nombre prohibido y morir` son algunas expresiones que comprueban esto.
Pero el que dialoga con su propia condición puede también representarla en la fascinación y en el arte mágico. Por ello afirma Cohen que la representación artística fue fundamental en el Renacimiento para entender al demonio interno. Y por ello también afirmaría nuestro apreciado Adolf Rodewyk (autor del genial texto citado anteriormente, Possessed by Satan) el Renacimiento no fue un momento donde hubiese interés por reflexionar sistemáticamente sobre el fenómeno del diablo o la posesión.
Para el filósofo, la posesión demoníaca es una representación del `fantasma interno`, pero también es una representación de las debilidades que más nos aquejan. Por eso se hace interesante la cuestión relacionada con el `nombre´ del demonio. Según explica el Padre Rodewyk, la entidad demoníaca es increíblemente celosa de su nombre en tanto y cuanto al revelarlo, se somete a quien lo recibe. Pero ojo, también debe recordarse que el Yawheh israelita jamás decidió revelar su verdadero nombre.[1] El nombre del demonio per se no debe suponerse que haga énfasis a una entidad histórica puntual. Explica el Padre Amorth que en sus miles de casos de exorcismos, muchas entidades asumían nombres que referían a comportamientos específicos. Esto también lo corrobora el Padre Rodewyk. Aquí algunos casos citados en el libro Possessed by Satan: Un demonio de nombre Caín, expulsado de una chica sudafricana en 1890, había hecho vagar a la `pobre diabla´[2] durante buena parte de su vida adolescente; un demonio de nombre Herodes había hecho que un niño alemán de tan sólo diez años intentara asesinar a su hermano menor; reproduciendo así al Herodes bíblico asesino de niños (caso de 1900).
Pero mi opinión es un tanto diferente. El nombre de los demonios es importante, pues dice mucho del carácter que la enfermedad presenta. Veamos por ejemplo el caso de un demonio de los pocos cuya representación es femenina. Ester Cohen hace un tratamiento genial sobre ella. Su nombre es Lamia y aparece detalladamente analizado en dos clásicos de la demonología, Lamiis et pythonicis mulieribus de Ulrico Molitor (1492) y Lamiis líber autorìa de Jean de Wier (1577). Explica Cohen que ´… esta entidad ha servido para reflejar todos los aspectos negativos de la femineidad. En el mito que le da origen, Hera, celosa de sus amores con su marido Zeus, mató a casi todos los hijos que ella había concebido con el dios, la única que logró escapar a la venganza fué Escila. Lamia y sus pares decidieron vengarse en los niños ajenos y en sus padres; vampirizando a los pequeños y seduciendo hasta la demencia a los adultos, en represalia por sus hijos perdidos y por despecho hacia la deidad que la poseyó sexualmente. Cuando este mito griego pasa al mundo romano, adquiere el nombre de Empusa, su característica central lo constituye ejercer la violencia contra todo tipo de hombre que abusa de la mujer. Las mujeres frígidas de la Antigua Roma temían haber sido poseídas por Empusa, y la incapacidad por lubricar la vagina (generando fricción, dolor y sangrado durante el coito) eran la prueba del aparecimiento de la posesión´.
Yo agregaría que, también es revelador que autores contemporáneos como Freud y Leo Frobenious vieron en el mito del demonio de Lamia el surgimiento de la condición de la `vagina dentada´.[3]
Se desprende de la anterior que para los antiguos romanos, la condición de la posesión demoniaca no era desconocida. De acuerdo al Padre Rodewyk, los `exorcistas` paganos compitieron en su momento con los primeros cristianos. En la Apologeticus pro Christianis de Tertuliano, leemos que los primeros cristianos de procedencia greco-romana consideraban que las viejas deidades paganas eran, en suma, los demonios que atormentaban y por lo tanto, la expulsión se hacía necesaria. (Posteriormente, por esto mismo se procedió a eliminar los antiguos cultos paganos cuando el cristianismo se hizo religión oficial). No existe ningún ritual preservado que explique la forma, liturgia o estructura ´paganos´ de un exorcismo pero si creemos a los Hechos de los Apóstoles, lo único claro es que los cristianos tenían más éxito en su rol de exorcistas y eso quizá explique la lógica del término. En griego, el vocablo exorcismo se deriva del término “exorkizo” que significa literalmente ´ligar u obligar por juramento´ y denota un acto de fortaleza que obliga solemnemente a realizar una acción. Así entonces, el cristiano que lleva a cabo el exorcismo (recordemos que para la época del I al III siglo sería cualquier creyente empoderado por el sacramento del bautismo) obtiene dominio sobre la entidad malévola: es una cuestión de poseer y dominar el Mal.
¿Qué peso y qué espacio tienen en la Teología moderna el concepto de la posesión? De ello en la siguiente entrega, donde compararemos preceptos teológicos cristianos (romanos) con el judaísmo.[4]
[1] Aquí hay un tema interesante. Una de las ciudades caldeas más importantes era Ugarit y una de las más importantes deidades menores en Ugarit era Baal. Baal es descrito como el "jinete de las nubes". Curiosamente, esta descripción se utiliza también en el Yahvé hebreo (léase el Salmo 68:5). En el antiguo testamento, Baal se denomina 58 veces en singular y 18 veces en el plural. Los profetas constantemente protestaron que los israelitas tendían al culto erótico de Baal (Oseas 2:19, por ejemplo). Me parece, la razón por la que Israel fue tan atraído a Baal se debía a que algunos israelitas habían `clasificado´ a Yahvé como un Dios del desierto y cuando llegaron a Canaán, con intenciones de poblar la tierra, pensaron que era correcto adoptar a Baal, el Dios de la fertilidad. Para estos israelitas, Yahvé era útil en el desierto, pero no hay mucha ayuda una vez se han hecho ya un pueblo sedentario. Hay un texto ugarítico que parece indicar que entre los habitantes de Ugarit, Yahvé era visto como un hermano menor de Baal.
[2] El término es añadidura mía.
[3] La cuestión de los efectos visibles en el cuerpo humano luego del contacto con una entidad sobrenatural (tanto benigna como maligna) es una constante en la tradición judía-cristiana. Según la historia, Jacob nunca caminó con normalidad luego de pelear con el Ángel. En el contacto con entidades malignas, la literatura que sistematiza los casos de posesión hace referencia a la capacidad adquirida para petrificar el cuerpo, adquirir una rigidez fuera de lo normal u obtener una fuerza descomunal. Esto como un residuo de la idea de los antiguos en cuanto a que lo humano mortal no queda ´igual´ luego del contacto con las entidades espirituales.
[4] Excluyo la posición evangélica pentecostal (que no es lo mismo que el protestantismo histórico) en razón que, dicha cosmovisión religiosa es menos rigurosa, menos sistemática y carece de un ritual establecido para el procedimiento del exorcismo. Pero además, a diferencia del mundo romano cristiano, el rol que juega un médico antes, durante y después de un proceso de exorcismo a manera de filtro es inexistente en el contexto evangélico pentecostal ya que, prácticamente, cualquier condición médica se equipara a la condición de posesión. El ritual romano tiene acumulado una experiencia de 1,500 años en cuanto a esta materia y eso, la hace, interesante de conocer. Sin embargo, como bien lo confiesa el mismo Adolf Rodewyk, la fe genuina de cualquier cristiano es suficiente para vencer al diablo. Cristo no tenía ningún ritual establecido.
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