Según un reporte de New American Economy, su poder adquisitivo es de 605 millardos de dólares (de los cuales casi un quinto —287 millardos— corresponde al de inmigrantes), mientras su contribución tributaria asciende a 190 millardos a nivel nacional, incluyendo 67 millardos en impuestos locales y estatales. Suficiente con que callar al candidato republicano Donald Trump, quien se jacta constantemente de los inmigrantes y de quien se sospecha que en el pasado ha evadido impunemente su responsabilidad tributaria.
Sin embargo, a la hora de rajar ocote y marcar un rumbo político para el país que se traduzca en participación, representatividad y políticas públicas para su beneficio, ¿será el voto latino determinante en los resultados de las elecciones presidenciales estadounidenses más controversiales de las últimas décadas?
Contrario a lo que muchos podrían esperar, el experto Mark Hugo López opina que no. Este joven investigador de tendencias latinas en el Pew Research Center hizo una corta aparición hace unos días en la Universidad de Minnesota para explicar algunas tendencias demográficas de los latinos de cara a las elecciones presidenciales el próximo mes y no quiso ser contundente con sus afirmaciones. Según el estudioso, hay que sopesar otros factores en estas elecciones antes de declarar que los latinos inclinarán la balanza, como ocurrió en 2012 con la elección del presidente demócrata saliente, Barack Obama, cuando las mujeres y los jóvenes latinos a su favor sobrepasaron el porcentaje de votantes blancos en los mismos grupos demográficos.
Hay varias consideraciones en juego. Una de ellas es que, si bien el número de latinos elegibles para el voto ha aumentado en los últimos 15 años, su participación en las elecciones todavía es muy baja cuando se compara con otros grupos étnicos como el de los afroestadounidenses. A la fecha, el Pew Research Center estima que 27 millones de latinos son aptos para votar, lo cual representa el 11.9 % del total del electorado, a punto de equipararse con el afroestadounidense, que alcanza el 12.4 %. Sin embargo, para ser uno de los grupos con mayor crecimiento poblacional y electoral, en las pasadas elecciones menos de la mitad de los votantes elegibles (48 %) acudieron a las urnas, en comparación con los blancos y los negros (64.1 y 66.6 %, respectivamente).
El electorado estadounidense también posee una suerte de bono demográfico en los llamados millenials latinos, que representan el 44 % de aquellos elegibles para votar. Según el Pew, la edad promedio de los jóvenes latinos es de 19 años y esta juventud será su motor de crecimiento electoral en las próximas dos décadas. Pero de este porcentaje solo el 37 % ejerció su derecho al voto en 2012, en comparación con un 54 % de millenials no identificados como latinos. Según el centro investigativo, esta tendencia se mantendrá, ante todo porque también es un segmento de la población que difícilmente se empadrona para votar.
A pocas semanas del desenlace electoral, en la juventud latina podría residir parte del apoyo hacia la candidata demócrata Hillary Clinton, como sucedió con Obama, siempre y cuando la campaña para inscribir a los nuevos votantes en este segmento sea tan exitosa como la presentan. Pero, paradójicamente, también pareciera que los latinos no quieren dar por sentado que la falta (o el fortalecimiento) de su músculo cívico podría ser responsable del triunfo de Trump. Al final, esta ha sido una campaña electoral anormal, y tanto el desencanto con los candidatos como con el sistema económico y político podría debilitar no solo ese musculo cívico, sino también la sensatez y el aliento políticos que movilicen efectivamente a un porcentaje importante del electorado en general.
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