De 2002 para acá, gente se ha ido, se ha muerto, ha nacido, se ha mudado, ha migrado, ha regresado y no saber ni cuántos ni dónde están, es un problema. En otros países hay estadísticas para todo. Te pueden decir hasta cuántos pedazos de pizza se come cada persona al año o cuantos gatos hay en cada ciudad. Aquí no sabemos ni lo más básico, que es el número de habitantes. No contar con estadísticas confiables es una de nuestras grandes debilidades a la hora de querer crear políticas públicas. ...
De 2002 para acá, gente se ha ido, se ha muerto, ha nacido, se ha mudado, ha migrado, ha regresado y no saber ni cuántos ni dónde están, es un problema. En otros países hay estadísticas para todo. Te pueden decir hasta cuántos pedazos de pizza se come cada persona al año o cuantos gatos hay en cada ciudad. Aquí no sabemos ni lo más básico, que es el número de habitantes. No contar con estadísticas confiables es una de nuestras grandes debilidades a la hora de querer crear políticas públicas. Es como querer hacer un pastel sin saber cuántos invitados llegarán a la fiesta. ¿Cómo podemos hacer planes si no sabemos ni cuántos somos ni en qué condiciones vivimos? ¿Cómo calculamos cosas como cuántas escuelas u hospitales se necesitan para atender eficientemente a la población? ¿O el PIB per cápita para hacer proyecciones económicas y lidiar con crisis?
Los censos son la base para la planificación económica y social y sin ellos, es como andar a oscuras. En el 2011 se dijo que se haría un nuevo Censo de Población en el 2012. Luego en el 2012 se dijo que en el 2013. Y así sucesivamente. Hacer un censo requiere tiempo, recursos materiales y recursos humanos, y claro, no es barato. Para hacerlo este año, el INE necesitaría por lo menos de 175 millones de quetzales, que no están disponibles. Hay dinero para todo, para programas de televisión, para anuncios en la radio, para gigantescas mantas promocionales, pero no para esto.
Es cierto que un censo nunca será 100% exacto, pero trabajar con estadísticas anticuadas es aún peor. Esto resulta en una planificación obsoleta y a la larga poco efectiva. Se ha reconocido internacionalmente que los países deben hacer un censo poblacional cada 10 años para contar con cifras actualizadas y no darse cuenta de lo urgente que es un nuevo censo es pura miopía. Las cifras censales son de crucial utilidad para que las autoridades centrales hagan las asignaciones de fondos y recursos a las respectivas poblaciones. Las Encuestas Nacionales de Vida, de 2006 y 2011, han sido útiles pero no son suficientes. La última, sobre todo, tiene fallas en su metodología. Pensemos por ejemplo, que no se pueden hacer efectivos los planes más necesarios, como el de Hambre Cero, si no sabemos dónde está la gente que necesita esa ayuda.
Y no sólo la planificación se ve en juego. Viendo lo que se viene en el próximo año, es difícil hablar de hacer reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, de cambiar el sistema de representación, si no sabemos a cuánta gente se está representando. Incluso las famosas encuestas electorales no pueden tener una muestra realmente legítima. Urge que el INE tenga esos recursos y realice el censo. Andamos a tientas, como diciendo “un millón más, uno menos de personas, qué más da”. La clase política del país debe empezar a valorar más la generación y disponibilidad de estadísticas confiables y actualizadas. Ése es el primer paso, el mínimo necesario.
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